viernes 05 de diciembre de 2025
5 de diciembre de 2025 - 09:20
Verano

El pueblo escondido en el confín de la Costa Atlántica, donde reinan el mar, la pesca y la quietud

En el extremo sur bonaerense, Villa 7 de Marzo combina historia, naturaleza y una calma singular. Con menos de 30 habitantes, es el último balneario de la provincia y un refugio frente al mar

El camino de tierra avanza entre médanos bajos y una línea de agua que crece hacia la desembocadura del Río Negro. A pocos metros del Mar Argentino aparece Villa 7 de Marzo, un caserío quieto que marca el final del mapa bonaerense. Su escala —menos de 30 habitantes permanentes— sostiene un clima detenido, casi íntimo, buscado por quienes necesitan un respiro de las ciudades.

Un balneario en el borde del mapa

La aldea se encuentra a 35 kilómetros de Carmen de Patagones. Desde Buenos Aires, el viaje suma unos 937 kilómetros por la Ruta Provincial 51, la Ruta Nacional 3 y el camino Laguna Grande. Ese último tramo bordea el río, pasa junto a las cuevas maragatas del siglo XVIII y desemboca en La Boca, donde las aguas dulces se entregan al mar.

La playa principal, La Baliza, extiende una arena fina que se abre hacia la costa. Allí se cruzan pescadores deportivos y viajeros curiosos en busca de silencio. Según la época, aparecen pejerreyes, corvinas, pescadillas, lenguados, gatuzos, cazones y bagres de mar. Otras zonas mencionadas en las fuentes —Playa Chica, El Estacionario, La Cantera y El Monolito— suman rincones para la pesca.

Un nombre marcado por una batalla

El lugar recuerda el combate del 7 de marzo de 1827, cuando un grupo de gauchos y vecinos frenó el avance del Imperio brasileño sobre la Patagonia. Más de medio siglo después, en 1914, llegó Ramiro García Pietro, inmigrante español que compró estas tierras agrestes por nostalgia de su pueblo. En 1974 donó las primeras 40 hectáreas; más tarde, otras 60 permitieron que la villa empezara a trazar su perfil.

La declaración oficial como pueblo llegó recién el 13 de abril de 1993, aunque el ordenamiento urbano permanece incompleto. Las calles avanzan con lógica caprichosa y la mensura definitiva aún está pendiente.

Paisaje agreste y ritmo lento

La villa conserva dos almacenes, una sala de primeros auxilios y un hospedaje sencillo. La tierra salitrosa demora el crecimiento de los árboles; las casas que los tienen revelan su antigüedad. Entre las viviendas más viejas, una llama la atención por su diseño con forma de barco, un tributo espontáneo al elemento que domina la vida local y que refuerza la identidad marinera del paraje.

El estuario del Río Negro forma una lengua de agua que se interna en la playa. El viento cambia con la marea y obliga a caminar con firmeza. En las conversaciones, el mar aparece como destino y rutina: la pesca del lenguado, los tiburones bacota que a veces llegan, las noches en las que solo se escucha el soplido del confín bonaerense.

Celebraciones y rituales del mar

En febrero se realiza la Fiesta del Pescador y la Familia, donde vecinos y visitantes comparten almuerzos, música y relatos de mareas. Durante el verano llegan aficionados al surf, al kitesurf y a las largas caminatas frente al océano. El resto del año, la quietud manda.

Cómo llegar al último balneario bonaerense

Desde Carmen de Patagones se accede por el camino Laguna Grande, que bordea el río hasta su desembocadura. Desde Buenos Aires, el recorrido exige RP 51 y RN 3. Una vez en el pueblo, las distancias cortas invitan a recorrerlo a pie.

Allí, en el confín donde la provincia se apaga frente al mar, Villa 7 de Marzo sostiene una vida mínima y firme: menos de 30 personas que resguardan un sueño pionero entre médanos, agua salobre y un horizonte que nunca deja de moverse.

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