jueves 04 de diciembre de 2025
4 de diciembre de 2025 - 09:20

La historia de dos balnearios que soñaron ser como Mar del Plata y se apagaron antes de empezar

A fines del siglo XIX, dos proyectos quisieron replicar el modelo marplatense y fundar nuevos centros de veraneo. La crisis del 90, la ausencia del tren y tragedias personales sellaron su destino.

El antiguo Hotel Boulevard Atlántico se alza hoy como una nave varada frente al mar en una nueva y quizá eterna restauración para recibir a los turistas en su confitería. Desde sus galerías sin vidrios se alcanza a ver el médano quieto y, más allá, una franja de costa donde alguna vez se imaginó un balneario capaz de rivalizar con Mar del Plata. Esa escena inconclusa resume el espíritu de dos proyectos que intentaron nacer al calor de la expansión balnearia del sudeste bonaerense y terminaron atrapados por la Argentina de fin de siglo XIX.

La réplica fallida del modelo Mar del Plata

Después del éxito inicial de Mar del Plata, hacia 1887 surgieron nuevos proyectos para transformar estancias decadentes en pueblos balnearios. La lógica era simple: trazar un pueblo junto al mar, levantar un gran hotel y esperar que el ferrocarril acercara turistas, compradores de lotes e inversores. Esa fórmula, que funcionó en el balneario mayor, guio también los intentos de Mar del Sud y Boulevard Atlántico, separados por pocos kilómetros y unidos por un mismo impulso: crear un enclave de veraneo para la clase alta argentina.

En el caso de Mar del Sud, el proyecto quedó trunco antes incluso de iniciar su tramitación formal. Una sociedad anónima liderada por Fernando Julián Otamendi imaginó un balneario que aprovechara la cercanía con Miramar, que crecía a ritmo acelerado. La construcción de un hotel era el primer paso del plan, pero la llegada del tren nunca se concretó y la crisis económica de 1890 frenó cualquier posibilidad de desarrollo. El único rastro visible de aquella ambición sería, poco después, el hotel levantado en la misma zona: el majestuoso Boulevard Atlántico.

Boulevard Atlántico: un hotel para fundar un pueblo

Fundado en 1889, el proyecto de Boulevard Atlántico nació con pretensiones desmedidas. Los Otamendi, dueños de las tierras, eligieron el sitio tras estudios técnicos realizados por especialistas alemanes. El trazado urbano quedó en manos del agrimensor J. Eugenio Moy, el mismo que participó en los diseños de La Plata y Miramar. El corazón de ese plan era el hotel: una mole de 4500 metros cuadrados rodeada de médanos y playa, levantada por el Banco Constructor de La Plata bajo la dirección de Mauricio Schweitzer.

El edificio condensó el estilo de la época: pisos de pinotea, salones amplios, galerías con barandas enrejadas, muebles importados y servicios pensados para un visitante selecto. Incluso tuvo el único teléfono de la zona y un transporte propio para unir el hotel con Miramar. Todo dependía de un hecho determinante: que el ferrocarril avanzara hasta ese punto remoto de la costa. Pero el tren llegó hasta Miramar y no avanzó más. Esa distancia mínima, en la economía del balneario naciente, fue una sentencia.

La crisis del 90 y el derrumbe del proyecto

El impacto del estallido económico durante la presidencia de Juárez Celman cayó de lleno sobre el proyecto. La sociedad inversora quebró; las obras se paralizaron cuando el plan aún estaba a medio camino; y Schweitzer, obsesionado con terminar el hotel, se quitó la vida en 1892. Ese año, un episodio inesperado dejó un rastro oscuro en la historia local: un centenar de colonos judíos que viajaban en el vapor Pampa fueron desviados por un vendaval y desembarcaron en Mar del Sud. Varios murieron esa misma noche y, sin un lugar donde alojar los cuerpos, fueron llevados al sótano del hotel. Días después se desató una epidemia de psitacosis que provocó la muerte de niños en la zona. Los entierros quedaron dispersos en el trazado futuro del pueblo.

A partir de allí, comenzaron a circular relatos de apariciones y ruidos extraños. “Las historias tejieron una vida propia para el hotel”, dice el escritor y cineasta Laureano Clavero, que investigó durante años el pasado de la aldea. La mezcla de tragedia, aislamiento y ambición frustrada se convirtió en parte de la identidad de Mar del Sud.

El resplandor y la caída

Rematado tras la crisis, el hotel volvió a abrir en 1904. En su segunda vida recibió a familias adineradas, empleados jerárquicos del ferrocarril y veraneantes que buscaban un paisaje más tranquilo que el de Mar del Plata. Tenía canchas, un cine y salones pensados para largas temporadas. La localidad adoptó el nombre de Boulevard Atlántico durante los primeros años, como si la monumentalidad del edificio alcanzara para darle origen propio al pueblo.

Durante el siglo XX, el hotel vivió etapas de esplendor, incendios, malas administraciones y robos patrimoniales. Las décadas finales fueron las más duras: saqueos, disputas legales y un abandono creciente que dejó al edificio al borde del derrumbe.

En medio de ese deterioro apareció Eduardo Gamba, su último morador. “A veces no sé si estoy vivo realmente o si vivo dentro de un sueño del hotel”, dijo, según recuerdan quienes lo conocieron. Gamba proyectaba películas, guiaba visitas, contaba historias de espías y submarinos nazis y mantenía el edificio en pie como podía. “Fue su alma”, afirma Clavero, que retrató con detalle los momentos finales del gigante.

Las leyendas y la sombra del espionaje

La ubicación aislada convirtió al pueblo en terreno fértil para relatos que mezclaron historia y rumor. Clavero reunió testimonios sobre desembarcos de agentes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, vinculados a un entramado de espionaje que operó en Buenos Aires. El empresario Karl Gustav Einckenberg, radicado en Mar del Sud, apareció como pieza clave de ese circuito. Vecinos como Juan Carrizo y Justo Rodolfo Charra recordaron haber visto botes oscuros bajar hombres armados pocos días antes de que los submarinos U-530 y U-977 se entregaran en Mar del Plata. Las versiones coincidieron en un punto: esas operaciones se realizaban de noche y bajo estricto silencio.

El balneario que no fue

A diferencia de Miramar —el único proyecto exitoso de aquella ola fundacional—, los planes de Mar del Sud y Boulevard Atlántico quedaron atrapados por una combinación de factores: crisis financiera, aislamiento vial, falta de tren y tragedias personales. El ideal del “gran balneario argentino” se disolvió mientras las playas seguían desiertas. La historia posterior perteneció a la gente que eligió habitar ese lugar pese a todo, construyendo chalets, veraneando en familia y armando una comunidad que mantuvo viva la identidad del pueblo.

Hoy, el hotel enfrenta una nueva restauración en busca del brillo perdido y visitantes que disfruten del silencio frente al mar, Boulevard Atlántico se mantiene como un vestigio de lo que pudo ser. A su alrededor, la costa retoma su ritmo: el viento sobre los médanos, el sonido del océano y esa estructura enorme que, al caer la tarde, parece flotar como un barco varado en una eterna búsqueda más allá del tiempo.

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