A mediados de febrero, cuando China hacía un hospital en diez días para combatir la pandemia, el coronavirus aún sonaba lejano en el interior de la provincia. Hoy, un mes y medio después, los casos se propagaron por todo el mapa bonaerense y varios pueblos viven paralizados y se preparan para el panorama más desolador.
“Esperemos que pase rápido. Yo quiero ser intendente para hacer otras cosas también”, dice el jefe comunal de Alberti, Germán Lago. Habla por teléfono desde el balcón de su despacho y asegura que en la calle no hay absolutamente nadie. Detrás de su voz, silencio.
Alberti, uno de los distritos menos poblados de la provincia con alrededor de 10 mil habitantes, confirmó a fines de marzo sus primeros dos positivos de Covid-19: dos mujeres (madre e hija, una hoy está recuperada y otra en buen estado) que habían viajado a Dubái.
“Nos sorprendieron esos dos casos”, explicó Lago en diálogo con DIB. Y advirtió que el ánimo de los vecinos es de “preocupación”. “Había una subestimación y eso se va reduciendo paulatinamente. Ahora hay entendimiento y la gente tomó real dimensión. La gente está preocupada pero tranquila”, aseguró.
A las medidas preventivas de Nación y Provincia, Alberti impulsó varias formas de prevención: los comercios abren de 7 a 15 horas (miércoles sólo por delivery y domingos cerrados), hay controles de accesos, desinfección de calles y veredas y aislamiento total por 14 días para quienes vuelven de zonas de trasmisión local.