La Plata, jul 30 (DIB).- Con el crecimiento de un mercado que pone en el centro de la escena a las plataformas de reparto a domicilio, surgen también un sinfín de historias que tienen a los repartidores como protagonistas. Se destacan relatos de inmigración, necesidad, compañerismo y nuevas formas de apropiarse del espacio público en colectivo, mientras se esperan mandados y pedidos.
Emanuel tiene 20 y pico de años. Fabrica cerveza artesanal y complementa sus ingresos con el trabajo como rapitendero. Sentado al sol en la esquina de diagonal 74 y 50, en pleno centro de La Plata, prepara el mate que compartirá con otros repartidores y cuenta cómo empezó en la actividad.
“Tengo un emprendimiento de cerveza artesanal y no me estaba yendo muy bien. Me enteré de esta plataforma (Rappi) y por recomendación de un amigo que ya estaba acá me anoté. Es un trabajo de fácil acceso mientras buscás otra cosa”, dice.
Emanuel también reparte para Glovo, como la mayoría de los cadetes, y mientras espera la asignación de pedidos, mata el tiempo junto a compañeros, con quienes comparte, además, algunos grupos de WhatsApp. “Nos juntamos acá en diagonal 74 y 50, o en 8 y 50, porque es lo que más cerca tenés de los lugares donde salen los pedidos. Entonces venís, te sentás acá un rato y te tomás unos mates. “No es un trabajo competitivo”, afirma. “Tampoco algo para vivir de esto”.
“Cuando hay poco laburo, es lo único que queda”
Rodolfo no aparta la vista de su celular a la espera de pedidos. Es uno más en el enorme grupo que se destaca en la esquina de calle 8 y 50, en La Plata, frente al McDonald?s. “Yo estoy en Rappi y Glovo. Laburo en esto por necesidad. Si andás con la bici para ganar bien, tenés que trabajar trece horas”, afirma.
Para el 20% del personal de plataformas (entre las que se incluye a Uber, Cabify y Mercado Libre), la motivación principal de esos trabajos está relacionada a la dificultad para encontrar otros empleos, aunque los argumentos más esgrimidos son la posibilidad de conseguir un ingreso extra y las modalidades de trabajo flexible, según reveló un reciente informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).
“Hay algún que otro estudiante que precisa horarios muy particulares y le conviene. Pero la mayoría es gente que necesita para vivir. No es un trabajo con el que esté muy contento pero mucho no se puede hacer”, afirma Rodolfo.
“Llegué hace 10 días y me esperaba este empleo”
Hasta hace algunos años, Arturo, de 35 años, trabajaba en una empresa multinacional. Oriundo de Valencia, una ciudad industrial en el centro de Venezuela, es licenciado en Comercio Exterior y hace poco más de una semana que llegó a la Argentina. En ese tiempo, ya sumó varios kilómetros en bicicleta entre los repartos de Glovo y Rappi, y se perdió más de una vez entre las diagonales platenses. “Viví en Perú un año y medio antes de venir para acá. Pero un amigo me dijo que en la Argentina hay más oportunidades y la gente te trata mejor, aunque lo que más quiero es volver a mi país”, afirma.
Según Cippec, más del 20% de los trabajadores de plataformas provienen de otros países, en su gran mayoría de Venezuela, lo que los convierte en el colectivo inmigrante más numeroso entre los repartidores. En línea con esto, un informe de 2015 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que en Argentina, independientemente de sus características educativas y laborales, los trabajadores inmigrantes sudamericanos tienen un 12% más de probabilidades de acceder a un empleo informal que los argentinos.
“No hay venezolano que se queje de cómo nos tratan aquí”
Antonio y Miguel también son venezolanos. Llegaron al país con la oleada migratoria que desangra a la nación caribeña. Consiguieron trabajo en las apps de delivery y afirman que la experiencia de moverse en la calle “es un poquito arriesgada”.
“Llegamos a trabajar en esto por medio de otros compañeros venezolanos que tienen más tiempo acá y nos han ayudado, nos han facilitado las cosas. Y la experiencia es un poquito arriesgada porque uno anda en la calle en bici, a veces hay que trabajar de noche, y aquí están robando. Yo tengo un año acá en Argentina, conseguí trabajo en un autolavado, lo cerraron y quedé sin empleo, y después entré aquí. Eso sí, no he conocido un solo venezolano que se queje de cómo son tratados en este país, estamos muy agradecidos”, resume Miguel. (DIB) MM/MCH