La polémica que generó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al vincular el consumo de paracetamol durante el embarazo con el crecimiento de las tasas de autismo, hizo que la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) se pronunciara sobre el tema y aclarar algunos puntos. En un documento que se difundió este jueves, la entidad explica cómo es el vínculo real entre el medicamento y la condición, minimiza el impacto y apunta datos de las verdaderas causas que han derivado en mayores registros de esta condición médica.
De acuerdo al documento, que fue firmado por el Comité de Crecimiento y Desarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría, el Trastorno de Espectro Autista (TEA) “designa a un grupo de personas con desafíos en la comunicación e interacción social y un patrón de intereses o comportamientos repetitivos, restringidos y estereotipados”.
Además, “pueden tener diferente nivel de lenguaje y coeficiente intelectual, lo cual impacta en la variabilidad de los síntomas que presenta cada uno y en la diversa necesidad de apoyos entre personas con el mismo diagnóstico. Por ello, se define al autismo como un 'espectro'”. Se estima que alrededor de 78 millones de personas alrededor del mundo se encuentran dentro del TEA.
El documento reconoce que desde el punto de vista epidemiológico “existen alertas sobre un aumento de la prevalencia” y asume que las principales causas que lo explican parecen estar vinculadas al cambio en los criterios de las categorías diagnósticas y la consiguiente sustitución diagnóstica, el incremento de condiciones crónicas en la infancia (por ejemplo, la prematurez) y el aumento de la percepción social y el conocimiento sobre la temática”.
Otros reportes “ponen foco sobre las distintas influencias ambientales a las que se exponen los niños, especialmente durante el período prenatal y posnatal temprano. En este punto, cabe aclarar que hay evidencia suficiente para argumentar que la vacuna triple viral y el mercurio de las inmunizaciones no son causa de TEA”.
Los especialistas de la SAP añaden que la cuestión hereditaria es alta y que el riesgo de recurrencia en hermanos oscila entre un 10 y un 20%. “En algunos casos, hay entidades congénitas de origen genético o ambiental que aumentan el riesgo de TEA. Dentro de aquellas influencias ambientales que pueden contribuir se mencionan algunas con probado efecto, consumo de algunos medicamentos como el ácido valproico, infecciones como la rubéola congénita, el rol del estrés significativo, y metabolopatías como la diabetes gestacional, mientras que en otras hay estudios que muestran asociación, pero no correlación causal”.
Es en esa línea, la de los medicamentos, donde aparece el paracetamol, y explica que “se han realizado algunos estudios que muestran asociación leve entre el consumo de paracetamol en el embarazo y el desarrollo de autismo posterior. Sin embargo, al aplicar diseños de investigación más rigurosos (ajustando variables genéticas y de salud materna) estas asociaciones desaparecen”.
Para sintetizar, la SAP asevera: “Son las condiciones de salud materna y la genética las variables más vinculadas al desarrollo de TEA, como se sabe hasta el momento, siendo parcial aún nuestro conocimiento acerca de la etiología. No hay evidencia sólida que vincule al paracetamol con la génesis de autismo y éste sigue siendo un medicamento seguro en el embarazo”. Se suman así a la postura de la OMS y la Unión Europea.
Recomendaciones para el abordaje terapéutico
Las recomendaciones de la SAP para el abordaje terapéutico del TEA sugieren un enfoque interdisciplinario con intervenciones educativas orientadas a los niños, sus familias, terapias psicológicas/conductuales, tratamiento del habla y el lenguaje, terapia ocupacional/física y, en ocasiones, psicofármacos.
El documento recomienda “el desarrollo de habilidades en las áreas con dificultades y el aprovechamiento de las fortalezas; minimizar barreras, para identificar y disminuir obstáculos en el ambiente y la sociedad; y optimizar el ambiente, para construir entornos inclusivos y amigables”.
Sobre el tratamiento farmacológico, explica que no es útil para tratar los síntomas nucleares del TEA. “La risperidona y el aripiprazol están aprobados para disminuir manifestaciones o síntomas como la agresividad, irritabilidad e impulsividad graves”. Y añade que “recientemente se han publicado estudios de calidad variable con el uso de Leucovorina para personas TEA mínimamente verbales, lo cual impide sacar conclusiones firmes. Sí, en cambio, existe una sólida evidencia de la importancia del consumo y suplementación con ácido fólico durante el embarazo, siendo una recomendación que ya se pone en práctica en las consultas prenatales”.
Para cerrar, la SAP ofrece unas palabras finales contra los prejuicios sanitarios y, en este caso en especial, apuntan a los dichos de Trump y a sus colaboradores: “Como en toda área de la salud, es necesario contar con evidencia de la mejor calidad posible para asesorar a la población y ser prudentes cuando se informan resultados de investigaciones clínicas”. (DIB)