sábado 27 de diciembre de 2025
27 de diciembre de 2025 - 13:50

Juan Sebastián Verón, el personaje del año

Entre títulos, disputas de poder y un conflicto con la AFA, Verón marcó la agenda del fútbol argentino en 2025 y quedó en el centro de una lectura de época.

El 9 de julio de 2024 la Selección argentina de fútbol clasificó a la final de la Copa América después de ganarle 2 a 0 a Canadá. En medio de los festejos y apenas terminó el partido, se hizo viral un video de un hombre que le secaba la nuca al presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio "Chiqui" Tapia. Se supo enseguida que era Luciano Nakis, prosecretario de la AFA y aspirante a presidente de Independiente de Avellaneda, y que no se trataba de un “servicio premium”: Tapia tenía fiebre y malestar.

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Del gesto mínimo al poder en disputa

Un año y medio después, el poder en el fútbol argentino volvió a quedar en primer plano. Entre la AFA, los clubes y los hinchas, Juan Sebastián Verón fue en 2025 quien fijó la agenda y propuso una lectura de época.

Capital simbólico y poder propio

Referente de la Selección argentina durante más de una década, Verón fue una figura central en los tres mundiales que disputó. Su recorrido incluyó un largo paso por el fútbol europeo y un cierre marcado por el regreso al club que lo vio nacer.

En 2006 volvió a Estudiantes y fue protagonista de uno de los ciclos más exitosos de su historia reciente: el título local de ese año y la Copa Libertadores 2009. Tras su retiro definitivo en 2017, asumió la conducción del club con una decisión estratégica que marcó época: priorizar la construcción del nuevo estadio, inaugurado el 9 de noviembre de 2019, aun a costa de resultados inmediatos. Desde entonces, Estudiantes ganó un título en 2023, dos 2024 y otros dos 2025.

Pero los triunfos deportivos no convirtieron a Verón en el Personaje del Año.

La agenda que incomodó al sistema

En enero de este año, el presidente de Estudiantes planteó la necesidad de buscar financiamiento privado para el fútbol argentino y presentó en sociedad a un empresario de turbios antecedentes. Foster Gillett prometía una inversión millonaria para el club de La Plata. Terminó el año procesado por lavado de dinero.

El objetivo declarado fue buscar un resquicio legal para formar una suerte de sociedad mixta, que le permitiera al club avanzar en un acuerdo que no lo convirtiera en una Sociedad Anónima Deportiva (SAD), prohibida en los estatutos de la AFA.

“Es muy difícil que en Argentina los clubes se puedan convertir en una SAD pura como pasa en Europa, y también sería un error”, dijo Verón. La aclaración no alcanzó para desactivar las acusaciones de privatización.

La propuesta encontró resistencia dentro de la Comisión Directiva del propio Estudiantes y no logró un encuadre jurídico claro: los estudios de abogados que analizaron los contratos durante meses no le encontraron la vuelta. Por eso, pese a los intentos del propio Verón por mantenerla vigente, nunca llegó a ser presentada a los socios, que debían definirla en una asamblea.

Arbitrajes, sospechas y alineamientos

El debate, cuando no estuvo teñido de malas intenciones, permitió ver con claridad que había otros clubes que funcionaban de hecho como una empresa privada, beneficiados por polémicas decisiones arbitrales, tanto de los árbitros como del VAR. Esos clubes estaban directamente relacionados con los dirigentes de la AFA: Barracas Central, vinculado al presidente Claudio Tapia, y Central Córdoba de Santiago del Estero, ligado al tesorero Pablo Toviggino.

La inquietud empezó a crecer en las tribunas. Los hinchas se preguntaban por goles anulados con argumentos inverosímiles, penales inexistentes o rivales con margen para pegar sin sanción. La sospecha de que algunos partidos estaban amañados para favorecer a Barracas Central y Central Córdoba en la lucha por los play off se fue instalando.

Mientras algunos dirigentes salían en defensa de las asociaciones civiles sin fines de lucro, Verón insistía en que su propuesta se limitaba a Estudiantes. El equipo, mientras tanto, disputaba tres frentes: la Copa Argentina, la Copa Libertadores —que siempre sueña ganar— y el campeonato local.

Una temporada al límite

Vapuleado por Argentinos Juniors y derrotado por Rosario Central, Estudiantes transitaba junio sin protagonismo en el torneo local. En la Copa Libertadores, en cambio, avanzaba con dificultad, pero como líder de su zona.

Durante un partido de la Copa Argentina, Verón apareció de manera sorpresiva en la tribuna junto a Carina Magnabosco, una brasileña presentada como especialista en gestión de clubes y posible alternativa para atraer inversiones privadas y conectar a Estudiantes con mercados internacionales.

El equipo quedó eliminado por penales ante Aldosivi y el director técnico Eduardo Domínguez lanzó una advertencia pública: “Hay tres maneras de que pueda irme de un club: por malos resultados y desgaste con el grupo, porque me dicen una cosa y hacen otra, o porque buscamos cosas diferentes para el futuro. Una de esas tres está pasando”.

Magnabosco desapareció de la escena pública con la misma rapidez con la que había aparecido. Domínguez resistió en su cargo y Estudiantes quedó eliminado en los cuartos de final de la Copa Libertadores tras perder por penales ante Flamengo.

En el torneo local, el equipo empezó a perder terreno cuando parecía encaminarse a una clasificación sin dificultades a una competencia internacional de 2026. Y con la continuidad del cuerpo técnico en discusión, llegó a la última fecha prácticamente afuera de casi todo. Los puntos le alcanzaban, pero necesitaba una combinación de cuatro resultados para ingresar a los play off en el último puesto disponible en su zona.

Estudiantes clasificó. Y uno de los partidos clave fue el empate entre Barracas Central y Huracán, que volvió a quedar bajo sospecha.

Estudiantes tuvo que enfrentar entonces al primer equipo de la otra zona: Rosario Central, el que mejor había jugado y el que más puntos había sumado entre todos los equipos de la liga.

Estalla el conflicto

Con la competencia por los play off terminada, el Comité Ejecutivo de la Liga Profesional decidió entregarle a Rosario Central el Trofeo al “Campeón de Liga” por haber sido el equipo que más puntos sumó entre las fases de grupos de los dos torneos de la temporada 2025 del fútbol argentino.

Estudiantes denunció entonces que la decisión no había sido votada. Verón dijo que el club había estado de acuerdo en darle a Central un “reconocimiento”, pero nunca un título. Y aunque aseguró que nadie en la reunión había avalado semejante premiación, el resto de los clubes callaron.

Estudiantes debía enfrentar a Central en el primer partido de los play off. Y la AFA respondió a las críticas con una intimación que obligaba a los jugadores del club de La Plata a realizar un pasillo al campeón “designado” cuando ingresara al campo de juego.

“Que 2026 te/nos espera. Cuídate mucho, boina multicolor. Ahora a cumplir el reglamento que establece el ente rector, la Asociación del Fútbol Argentino. En fin…”, escribió Toviggino, en X.

El mundo del fútbol sabía que el pasillo es un gesto voluntario y se preguntaba qué haría Estudiantes.

pasillo-espaldas-estudiantes-central

Estudiantes hizo el pasillo de espaldas y el escándalo escaló. Apareció entonces un documento inédito de la AFA, fechado en febrero de 2025, en el que se reglamentaba cómo debía realizarse el pasillo. Se descubrió luego que había sido modificado mientras se jugaba el partido.

Estudiantes ganó por 1 a 0 y sus jugadores fueron sancionados con dos fechas de suspensión que deberán cumplir en 2026 por la indisciplina, mientras que Verón fue suspendido por seis meses para toda actividad relacionada con el fútbol.

Dos modelos de poder

Otros actores entraron en escena y tensaron aún más la situación.

Desde el poder político, el presidente Javier Milei comenzó a postear en redes sociales a favor de Estudiantes y en contra de la AFA. La militancia libertaria se sumó a amplificar el escándalo.

Desde el plano judicial, se iniciaron investigaciones por presunto lavado de dinero vinculadas a una financiera llamada Sur Finanzas, uno de los patrocinadores principales de la AFA y auspiciante de varios equipos de la Primera División del fútbol argentino.

“La política es Estudiantes de La Plata”, respondió Verón.

Estudiantes avanzó en los play off. Después de Rosario Central en Rosario, pasó a Central Córdoba en Santiago del Estero y a Gimnasia, como visitante en La Plata.

En la final derrotó a Racing en un partido épico, en el que estuvo dos veces en desventaja. Suspendido, Verón siguió la consagración desde la platea.

Campeón del Clausura, Estudiantes clasificó al Trofeo de Campeones y volvió a ganar, esta vez ante Platense, en San Nicolás. Verón, otra vez, estuvo en la platea.

En los festejos, apareció una palabra que Verón no había pronunciado en todo ese año: autocrítica. Lo dijo por su relación con Domínguez, pero después amplió en varios programas de televisión, donde terminó por reconocer que lo de Foster había sido un error. Insistió, de todas maneras, con que había que buscar financiamiento para el fútbol argentino.

Ese lugar incómodo es el que explica por qué Verón fue el personaje del año. No por haber propuesto un modelo cerrado ni por haber ofrecido una salida ordenada, sino por haber expuesto una grieta que el fútbol argentino prefiere administrar en silencio. Aun con decisiones erráticas y retrocesos visibles, Verón no rompió el sistema: lo obligó a mostrarse. Forzó a la AFA, a los clubes y a los hinchas a discutir qué significa hoy ser una asociación civil, quién define las reglas y hasta dónde llega la obediencia.

Con títulos, sanciones y autocrítica, arranca un 2026 con Estudiantes en la Copa Libertadores y una pregunta abierta: si el conflicto que encarnó fue una excepción personal o el anticipo de un debate que el fútbol argentino ya no puede seguir postergando.

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