La iglesia Sagrada Familia de Gaza se convirtió en refugio de 500 personas que escapan de la guerra. Allí, sacerdotes argentinos de la Congregación del Verbo Encarnado (IVE) se aferran a su fe mientras brindan asistencia a ancianos y niños con discapacidad. El más golpeado por la violencia fue el padre Gabriel Romanelli (56), herido en julio por la explosión de un proyectil que impactó en el frente del templo.
“Estamos muy preocupados por la salud de Sojail –el aspirante a cura– y de Najib –un joven con discapacidad–. Son los que sufrieron las heridas más graves, más allá de las tres personas que fallecieron”, relató Romanelli a Newsweek Argentina en una entrevista firmada por Gabriel Michi. Entre las víctimas estaban dos ancianas y el portero de la parroquia: “un hombre muy bueno que estaba sentado en la puerta en el lugar de trabajo”.
A su lado permanece el también argentino Carlos Ferrero, representante provincial del IVE. Junto a ellos trabajan el vicario egipcio Iusuf Asaad, dos monjas –la peruana María Emperatriz y la argentina María Maravillas de Jesús– y tres religiosas indias de la orden de Teresa de Calcuta. El complejo parroquial incluye conventos, colegio, oficinas y un hogar para personas con discapacidad y adultos mayores, todos alcanzados por la metralla de la guerra.
Las escenas que describen los curas argentinos son brutales. “Hay una devastación increíble en todo el barrio. La ciudad está cada vez más devastada, está triturada”, dijo Romanelli al referirse a la zona donde funcionaba la escuela de las hermanas del Rosario, hoy en ruinas.
El ataque del 17 de julio generó repudio internacional y obligó al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu a pedir disculpas por el “error”. La magnitud de la tragedia llevó a la Franja a una comitiva encabezada por el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, y el líder ortodoxo griego Teófilo III, quienes recorrieron hospitales y edificios destruidos.
A la misión se sumó otro argentino, el sacerdote Marcelo Gallardo. Pionero en Medio Oriente desde 1993, Gallardo reparte su tiempo entre Belén y Jerusalén, donde enseña Filosofía y colabora en hogares para chicos con discapacidad. “En cada lugar al que vamos, tratamos de hacer obras de misericordia con los que más necesitan”, expresó.
Gallardo, que nació en Merlo, Provincia de Buenos Aires, recuerda que antes de la guerra visitaba a los fieles en sus casas. Hoy todos están hacinados en la parroquia: “Antes los visitábamos en sus casas, pero ahora están todos en la parroquia porque han perdido prácticamente todo. Escuchábamos las explosiones bastante cerca”.
En medio de la destrucción, los sacerdotes mantienen viva la esperanza. “Reforzamos más las oraciones por la paz y convencemos al mundo de que esta guerra tiene que terminar”, sostuvo Romanelli. Mientras tanto, los niños juegan al fútbol en el patio de la parroquia, tratando de esquivar, al menos por un rato, el ruido de los bombardeos.
La Congregación del Verbo Encarnado, nacida en San Rafael, Mendoza, en 1984, tiene unos 3.000 miembros en el mundo y presencia en casi todos los focos de conflicto de Medio Oriente: Gaza, Jerusalén, Siria, Irak y Egipto. Sus religiosos, como Romanelli, Ferrero y Gallardo, “llevan la palabra de Dios a los más necesitados” y lo hacen en carne propia, bajo las bombas y el hambre.
“Nosotros somos sacerdotes, religiosos que hemos dado nuestra vida a Dios. Lo que nos mueve es ante todo el amor de Dios, la invitación de Jesucristo”, dijo Gallardo. Un testimonio que se vuelve aún más potente en la tierra más castigada del planeta.