martes 11 de noviembre de 2025
20 de junio de 2025 - 09:19

Las últimas horas del general Manuel Belgrano

Afectado por una severa hidropesía, el creador de la Bandera debió dejar la conducción del ejército auxiliar del Perú para permanecer postrado en su casa. Falleció un día en el que Buenos Aires era una sombra anárquica.

Por Gabriel González para Agencia DIB

“¡Ay, Patria mía!”. Esas fueron las tres últimas palabras del general Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, minutos antes de morir, a las siete de la mañana del martes 20 de junio de 1820. En su casa -hoy avenida Belgrano 430- lo acompañaba el médico escocés Joseph Redhead, a quien el prócer le legó su reloj. Tenía 50 años recién cumplidos el 3 de junio.

Pocos se enteraron del deceso entonces porque Buenos Aires vivía una anarquía inédita; ese 20 de junio se recuerda como “el Día de los tres gobernadores” porque se atribuían ese cargo tanto el presidente de la Junta de Representantes, Ildefonso Ramos Mejía; el Comandante del Ejército de Campaña, el general Miguel Estanislao Soler; y el propio Cabildo de Buenos Aires, como Cuerpo Colegiado.

Una acefalía que mucho le dolía a Belgrano, él que puso cuerpo y alma por la independencia de su tierra.

El creador de la bandera Manuel Belgrano sufría una hidropesía avanzada, una enfermedad caracterizada por la acumulación de líquido en los tejidos del cuerpo. La autopsia diría que su corazón era del triple tamaño de lo normal.

Cuando ya comprendió que su enfermedad no le daría revancha, el general Belgrano se despidió de su ejército auxiliar del Perú con una arenga pronunciada el 10 de septiembre de 1819:

“(…) Me es sensible separarme de vuestra compañía, porque estoy persuadido de que la muerte me seria menos dolorosa (…) Pero es preciso vencer los males que me aquejan y volver a vencer con vosotros a los enemigos de la patria que por toda parte nos amenazan (…) Nada me queda más que deciros, sino que sigáis conservando el justo renombre que merecéis por vuestras virtudes, cierto que con ellas daréis glorias a la Nación, y corresponderéis al amor que os profesa tiernamente vuestro General (…)”.

Testamento

Meses después en su casa paterna -ignorado y pobre-, en la significativa fecha del 25 de mayo, quien fuera integrante de la Primera Junta de gobierno una década atrás dictó su testamento.

Nombró heredero a su hermano Domingo a quien le pidió que se encargara de la manutención y educación de su hija Manuela Mónica, a la que le había dejado un terreno en Tucumán. Y también dejó su deseo de que su cuerpo fuera embalsamado, tal vez pensando en que el Cabildo le brindaría un homenaje que nunca se concretó.

Los funerales se llevaron a cabo el 28 de junio cuando el humilde ataúd de pino cubierto con un paño negro fue sepultado en el atrio de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario. La lápida fue hecha con un mármol sacado de una cómoda de su casa paterna en el que se cincelaron sólo cinc palabras: “Aquí yace el General Belgrano”. Y nada más. No hubo formación militar, ni discursos ni funcionarios. Apenas una oración religiosa. (DIB) GG

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