A lo largo del continente americano, hay sitios antiguos que se conservan como congelados en el tiempo.
Ayacucho
En esta ciudad de Perú se encontraron los testimonios de los hombres más antiguos de Sudamérica, que corresponden a cazadores y recolectores de la era paleolítica. La región fue también cuna de los Huarpas, la civilización Wari y luego de los Incas. En 1539, los españoles fundaron San Juan de la Frontera de Huamanga (nombre original) y tuvo una importancia estratégica durante la colonia, pues era paso obligado entre Lima y Cusco, y entre Potosí y Antofagasta, donde se encontraban las grandes minas de oro, plata y mercurio.
Ubicada en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes a una altitud de 2.746 msnm, es conocida como la “ciudad de las iglesias”, todas de origen colonial, y “ciudad señorial”, por su arquitectura, tradición y arte. Los templos tienen estilo renacentista, barroco y mestizo y guardan en su interior verdaderas obras de arte como pinturas, imágenes y bellos retablos tallados en madera y bañados en pan de oro.
Uno de los atractivos es la Plaza Mayor, rodeada por edificaciones en su mayoría de los siglos XVI y XVII y que se caracterizan por sus arquerías de piedra en el primer nivel, sus pilares con balaustres en el segundo nivel y sus techos de tejas de arcilla roja. Además, se pueden apreciar majestuosas casonas coloniales y restos arqueológicos que revelan un pasado histórico, que la hacen de por sí una ciudad atractiva.
Oaxaca
Fundada en 1529 sobre una ciudad azteca, posteriormente fue enriquecida durante la época colonial tanto por la actividad minera como por el negocio de la cochinilla. Ubicada a 470 kilómetros de la ciudad de México y con un excelente clima templado todo el año, hoy es considerada una de las ciudades coloniales más hermosas del país, y cautiva con sus edificaciones levantadas en piedra verde, calles empedradas, conventos y grandes iglesias.
Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde el siglo XVI, su centro histórico conserva el trazo original perfectamente delineado, idéntico a un tablero de ajedrez. El centro ceremonial Monte Albán aglutina un conjunto de monumentos prehispánicos que ostentan estelas (lápidas o pedestales) con jeroglíficos que conmemoran los sucesos más importantes de la historia de la ciudad.
Los mercados y las fiestas populares son el pulso real de Oaxaca. Allí se pueden encontrar chocolate artesanal, mole (una famosa salsa parte prehispánica, parte colonial), el queso típico de la zona (que se deshebra y funde), huaraches (sandalias indígenas) y especias locales. Además, la región es ideal para probar la comida típica mexicana, y todo acompañado por el mezcal, primo del tequila, que goza de gran aceptación dentro del país. (DIB)