Historias de Ostende: el sueño trunco de sus fundadores y la capilla sepultada bajo los médanos

La localidad que hoy forma parte del partido de Pinamar nació como un ambicioso proyecto que luego quedó en la nada, o casi. De esa época quedó el famoso Viejo Hotel, pero también la leyenda de su iglesia enterrada.

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

En ese casi ilimitado gabinete de curiosidades que es la Costa Atlántica bonaerense, una localidad destaca con luz propia y con una historia que incluye maravillas y tristezas. Se trata de Ostende, en el partido de Pinamar, nacida de la imaginación de empresarios europeos que intentaron fundar un balneario espejo de aquel Oostende belga, sobre el Mar del Norte. Son famosas las historias del Viejo Hotel Ostende, refugio de literatos de toda laya, y de cómo la pujante Pinamar terminó opacando el crecimiento de la población vecina. Pero lo que mucha gente no sabe es que las dunas de Ostende encierran un secreto: una iglesia de principios del siglo XX que quedó enterrada bajo la arena, todo un símbolo del destino de este precioso lugar que quiso competirle de igual a igual a Mar del Plata como destino de veraneo. Esa capilla jamás volvió a verse; mientras tanto, se construye una réplica enfrente de donde el edificio, donado por un inmigrante italiano, pasó los breves años de su existencia.

Como tantas cosas bellas, la historia de Ostende comenzó con una muerte trágica. Las tierras donde se levantaría el pueblo eran de Felicitas Guerrero, la deslumbrante viuda que fuera asesinada en 1872 por el despechado Enrique Ocampo cuando ésta lo rechazara. Felicitas no dejó herederos y las propiedades, que originalmente eran de su marido Martín Gregorio de Álzaga, pasaron primero a sus padres y luego a sus hermanos. Recién en 1908 los belgas Fernando Robette y Agustín Poli, junto al francés Jean Marie Bourel, le compraron la franja costera de lo que hoy es Ostende a Manuel Guerrero, uno de los hermanos de quien fuera llamada “la mujer más hermosa de la república”.

Infografía: DIB
Infografía: DIB

De inmediato comenzaron los trabajos de un ambicioso proyecto urbanístico elaborado por los arquitectos franceses Chapeaurouge y Auguste Hughier y los ingenieros Weber y Luis Manuel Gilardón. El plan abarcaba avenidas, diagonales, reservas para edificios públicos, estación de ferrocarril, extensos terrenos para cementerios, corralón municipal, parques públicos, plazas y plazoletas y una avenida central que remataba en una zona llamada hemiciclo, donde se proyectaba la concentración de hoteles y grandes edificios turísticos. En 1912 empezó la construcción de la Rambla Sur, de la que solo terminaría materializándose un corto segmento. Al año siguiente se colocó la piedra fundamental de la nueva ciudad, en la que se pretendía que se instalaran quinientas familias belgas. Ese mismo 1913 se inauguró el ambicioso Hotel Termas, hoy Viejo Hotel Ostende, amado por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, y donde se piensa que Antoine de Saint-Exupéry escribió “Vuelo nocturno”.

Debajo de un mar de arena

Un lugar así, claro, necesitaba un lugar de culto para las ocupadas familias de migrantes. Así, el genovés Doménico Repetto construyó hacia 1917 y donó la capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en cercanías del cruce de las actuales calles Perú y Madero, a unos 500 metros de la orilla del mar. Los oficios religiosos estaban a cargo de los monjes de la orden del Carmen, los Carmelitas. Mientras tanto, junto a la iglesia se construyeron dos casas: en una vivía Repetto junto a su esposa y en la otra se alojaron unos sacerdotes salesianos.

Pero muy poco tiempo después, en 1921, falleció María Delfino, la mujer de Doménico. El hombre se enfermó y falleció en 1925. Los hijos que ambos habían tenido se fueron de Ostende para no volver, la iglesia fue cerrada y la arena y los ladrones la hicieron desaparecer en el olvido. 

Solo quedaron de la iglesia el sagrario y la pila bautismal, que están en posesión del Museo Histórico de Pinamar. 

El gran error que provocó la desaparición de la Capilla de la Medalla Milagrosa y de otros puntos de la localidad fue que los fundadores no pensaron que fuera necesario fijar los médanos. De hecho, esta cuestión frenó al ingeniero Guillermo Cipriani, primo del inventor italiano Guillermo Marconi, cuando quiso instalar equipos de telegrafía sin hilos en la, entonces, estancia de los Guerrero. Corría 1902 y Cipriani acampó en la zona para levantar las torres de comunicaciones. No encontró mano de obra dispuesta y se fue en carro a Madariaga, el partido vecino, para pedir ayuda. Cuando volvió, la carpa, los aparatos y los víveres habían desaparecido bajo los médanos vivos. Ahí Cipriani decidió volver a Buenos Aires para no regresar.

La iglesia de Doménico Repetto no fue la única obra de los primeros tiempos de Ostende tapada por las arenas. De la Rambla Sur, más tarde conocida como Rambla de los Belgas, durante muchísimos años solo se veían unos pináculos piramidales que tenía en su parte superior. El resto estaba oculto. A principios de los años ’90 del siglo pasado se realizaron trabajos para descubrirla y, por medio de una ordenanza, el Honorable Concejo Deliberante de Pinamar la declaró “Sitio Histórico Municipal” en 1995.

La Rambla de los Belgas. (DIB)
La Rambla de los Belgas. (DIB)

Mientras tanto en 1943 Pinamar se inauguró como ciudad balnearia y al año siguiente el Poder Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires aprobó el plan de urbanización de Jorge Bunge, que tuvo éxito en su proyecto de fijación de las dunas con forestación. Casi al mismo tiempo, Carlos Gesell hacía algo similar un poco más al sur. De esta forma quedó eclipsado el viejo esbozo de Ostende, que terminó anexado a Pinamar cuando en 1983 se creó el partido homónimo.

La réplica

A lo largo de los años, varias veces se pensó en desenterrar la Capilla de la Medalla Milagrosa, pero el principal problema es que hoy en día el lugar donde estaba emplazada es propiedad privada. Así que una idea que sí tuvo éxito fue la de construir una réplica, según una iniciativa de Vicente Bianchi, uno de los nietos de Doménico Repetto. De esta obra está a cargo el arquitecto Ramón Uranga, quien relató al ciclo “Bonaherencia” que el lugar donde se está construyendo “es un terreno complicado, tiene más de tres metros de desnivel. Se buscaron otros terrenos, pasaron los años y decidimos hacerlo acá de todas formas”.

La reconstrucción de la vieja iglesia. (Captura de video)
La reconstrucción de la vieja iglesia. (Captura de video)

El proyecto es, claro, arriesgado. Pero también lo fue el original, el que motivó a migrantes venidos desde más de 11.000 kilómetros allende el Atlántico, para cumplir un sueño que, un poco como la iglesia, también quedó cubierto por la arena dorada. (DIB) MM

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