Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB
Octubre de 1973 fue un mes curioso para los devotos del misterio. En dos días ocurrieron dos casos notables en la provincia de Buenos Aires en los que testigos afirmaron ver ovnis y seres que no parecían de este mundo. Uno de ellos se convirtió en famoso: el camionero Dionisio Llanca fue abordado el 28 por dos hombres y una mujer cuando cambiaba un neumático cerca de Bahía Blanca y luego lo hicieron subir a su nave. El otro hecho no es tan conocido y sucedió en General Pinto, en la otra punta de la provincia, al día siguiente de lo que le pasó a Llanca. Los testigos fueron el encargado de un campo y su hijo, que vieron un grupo de tres personas: dos hombres y una mujer. Una casualidad que añade extrañeza al llamado “caso Balvidares”, por el apellido de los protagonistas, Carlos y su hijo Manuel. Ocurrió en un campo de Günther, a 25 kilómetros de la cabecera de ese partido del norte bonaerense, y aunque una investigación arrojó dudas sobre el caso hay quien continúa afirmando su veracidad.
Todo pasó a pleno día. Según el relato que le hizo Carlos Balvidares al investigador Omar Demattei, de la revista “Cuarta Dimensión”, “el soleado lunes 29 de octubre de 1973 Carlos Argüello Balvidares, de 43 años, como lo hacía diariamente se trasladó en compañía de uno de sus nueve hijos, Manuel, de 12, desde su vivienda situada en la localidad bonaerense de General Pinto, hasta un campo distante 25 kilómetros al nordeste, en Günther”.
En ese campo Balvidares se desempeñaba como encargado. Los caminos estaban en muy mal estado por lluvias reciente, así que Carlos y Manuel iban en un caballo cada uno. En el lugar, por el que cruzaba un ramal del Ferrocarril General San Martín, hay una laguna “de regular extensión”.
En un momento de la tarde Balvidares, mientras descansaba de sus tareas rutinarias, se preparó unos mates. Amargo va, amargo viene, lo sorprendió el chico. “Hay tres personas en la laguna”, le dijo. Estaban a unos cien metros y Carlos los miró con atención. Algo le pareció muy extraño: flotaban sobre la laguna, junto a un molino, a espaldas de los testigos. Le dijo a Manuel: “¡Esto no es cosa buena!”. Y comenzó a acercarse.
Cuando había llegado a unos 80 metros de los personajes, se dio cuenta de que uno de ellos era una mujer. Siempre según el cronista de “Cuarta Dimensión”, el encargado del campo comenzó a llamarlos y hasta hizo además de invitarlos con un mate. El mismo gesto que Ventura Maceiras, un casero de Tres Arroyos, les hiciera a los supuestos tripulantes de un ovni en diciembre de 1972.
Los seres miraron hacia atrás y desaparecieron para reaparecer en la orilla opuesta de la laguna, a unos 300 metros del lugar. El hombre miró su reloj: eran las 17.20.
La “mujer” medía unos 1,65 metros de altura y estaba vestida de negro, el mismo color de su largo cabello. Mientras que los “hombres”, ambos rubios, eran un poco más bajos. La ropa de los tres estaba bien adherida a su cuerpo.
La caja luminosa
En ese momento Balvidares vio posada sobre la tierra una especie de caja de unos 6 metros de largo y cerca de 3 de altura. Del objeto salía un haz luminoso que encandiló al puestero.
Posiblemente porque el campo era su responsabilidad, Carlos subió a su caballo y se metió en la laguna para hablar con esos extraños. Pero ellos comenzaron a alejarse y el animal no quiso seguir avanzando, pese a que el agua en ningún momento le llegaba más arriba de la panza y estaba acostumbrado a andar por ahí.
Balvidares solo pudo acercarse a unos 150 metros y pegó la vuelta. Siguió tomando mate y mirando toda la situación a la distancia. El extraño trío parecía hacer maniobras alrededor del objeto. Se comunicaban con “chillidos, como una radio mal sintonizada”.
Al rato Carlos se levantó y pensó que si no podía llegar cruzando la laguna la bordearía. Montó su caballo y empezó a moverse. Eran las 18.50.
En ese momento los seres se acercaron al objeto. Una chancha que estaba encerrada en un chiquero lo saltó y huyó aterrada. Balvidares empezó a sentir olor a azufre. Lo invadió una sensación de sopor y quedó entredormido. Cuando despertó los seres y el objeto luminoso habían desaparecido. Eran las 18.55.
Donde habían paseado la mujer y los hombres habían quedado huellas en el barro como único testimonio de lo que Carlos y Manuel habían visto durante esa inolvidable puesta de sol del 29 de octubre de 1973.
La reinvestigación, las dudas
La nota sobre el caso apareció en el número 17 de “Cuarta Dimensión”, de febrero de 1975: fue tapa con el título “Aparecen seres del espacio en la provincia de Buenos Aires”.
Años después Roberto Banchs, otro conocido investigador argentino, decidió reinvestigar el asunto y se encontró con contradicciones que lo hicieron dudar. La primera era la conexión con el caso Llanca, que Banchs había marcado en su momento como “fraudulento”. El camionero también dijo haberse encontrado dos hombres y una mujer, solo que vio una rubia y Balvidares una morocha.
Cuando Banchs habló con Carlos, éste le dijo que había escuchado en la radio la noticia de la abducción de Dionisio Llanca. Pero se supone que el camionero tuvo un episodio de amnesia y no recordó lo que le había pasado hasta el 30 de octubre. Posiblemente a Balvidares se le mezclaran los recuerdos.
Aunque lo que más le llamó la atención al investigador fue lo que le contó Manuel, el chico, que no había hablado en 1975. Afirmó que la “caja” luminosa alrededor de la cual se movían los seres era una bolsa de nylon, que no le parecían flotar sobre la laguna sino caminar en lugares poco profundos y que no hablaban con chillidos sino con voces humanas y hasta los escuchó gritar “¡Viva Perón!”, una frase muy común en aquel 1973.
¿Qué pasó entonces? ¿Una confusión, un fraude motivado por el caso de Dionisio Llanca, un episodio real de encuentro con extraterrestres? Posiblemente nunca se sepa. Algo sí es claro: ya sea que el caso haya sido real, o que Balvidares creyó ver algo que no vio, testimonios similares se cuentan por miles en todo el mundo. Y no todos pueden negarse. Algo hay, ahí afuera. (DIB) MM