Por el jurásico de Puerto Deseado

Los cañadones de esta ciudad patagónica, se erigen como colosos que han resistido el paso del tiempo. Un viaje al pasado con todos los sentidos.

En la costa patagónica, Puerto Deseado, se ubica en la margen norte de la ría Deseado, donde el océano se sumerge dentro del continente durante 42 kilómetros, donde se muestra en todo su trayecto una gran riqueza faunística que, durante las travesías náuticas abre un sinfín de atractivos para los amantes de la naturaleza en estado puro.

En este sitio de Santa Cruz, que cautiva con sus riquezas naturales y culturales y su biodiversidad en áreas protegidas, se pueden avistar pingüinos, toninas, lobos marinos y gran variedad de aves, además de visitar lugares con ancestrales pinturas rupestres.

Además, posee historias de navegantes que atrapan al visitante, como la del Campamento Darwin, ya que fue allí donde Charles Darwin acampó en 1833 cuando realizó una expedición por la Patagonia, en el marco de un paisaje maravilloso, considerado como “el lugar más aislado del mundo”, tal cual lo describió el naturalista inglés.

En su entorno natural de particular belleza, los cañadones  se erigen como colosos que han resistido el paso del tiempo, sorteando la fuerza que sobre ellos han ejercido el agua y el viento en un proceso geológico que se remonta al periodo jurásico, y que ofrecen el desarrollo de un diverso abanico de opciones que incluyen salidas familiares, turismo alternativo y de aventura, observación de aves, excursiones náuticas por la ría Deseado e incluso la posibilidad de realizar charlas sobre geología. 

Dentro de la Reserva Natural Ría Deseado, el entorno favorece el desarrollo de todos los sentidos. Ante la inmensidad dominada por la estepa, árida y ventosa, se encuentran los zigzagueantes cañadones que se yerguen como protectores de una particular biodiversidad poseedora de una amplia variedad de especies de flora y fauna. Se trata de una posibilidad única de recorrer un sinfín de “pasillos” rocosos que exponen los caprichos que la naturaleza ha dejado en ellos, forjando su irregular fisonomía; cuevas, lagunas con comunidades de flamencos o cisnes y la presencia de uno de los pocos estuarios en el país, donde la entrada del océano Atlántico en el antiguo curso del río favorece el desarrollo de múltiples actividades náuticas según el comportamiento de las mareas.

Todo ello es una invitación permanente a la sorpresa: caminar por los cañadones y encontrar un zorrillo, realizar kayak en el agua color verde esmeralda contemplando el ocaso, hallar ejemplares de aves típicas de la región; todo en armonía con un entorno natural que se mantiene ajeno a la intervención del hombre, donde el silencio se apodera del ambiente, favoreciendo una conexión absoluta con el medio. Navegar la Ría no es menos apasionante. Entre los múltiples cañadones es posible acceder a diversas calas, caletas e islotes.

Todo el año

El acceso a los cañadones se da por trillas vehiculares que permiten ingresar durante todo el año. Allí, las posibilidades son infinitas: es posible realizar escaladas en piedra, cicloturismo, trekking o senderismo, donde entre las idas y vueltas del irregular entorno es posible percibir las notas propias del contraste entre la estepa, la vegetación de los cañadones, producto de la humedad que en ellos se presenta, y el mar.

Para las familias, las cuevas y recovecos rocosos propician espacios para picnics, es posible visitar la Gruta de Lourdes o aprovechar las instalaciones del Camping Municipal, hacer paseos dedicados a la observación de aves o descubrir entre túneles y cuevas las curiosas formas en las piedras.

La piedra que conforma los cañadones es extremadamente dura. Se trata de rocas silíceas, conformadas por restos sedimentarios y son el resultado de un proceso que se inició hace 160 millones de años en el periodo jurásico. La actividad volcánica y glaciaciones provocaron las hendiduras por las que la acción del hielo y posteriormente los vientos le confirieron su particular forma. Pese a ello, en Puerto Deseado, a través de canteras, se realizó la extracción de esta piedra que fue empleada en la construcción de los edificios de mayor relevancia: la estación del ferrocarril, el Banco Nación, el actual museo del hospital e incluso algunas lápidas en el cementerio.

Pisar suelo deseadense es recorrer una parte del complejo proceso que forjó el continente. Sus cañadones tangibilizan el tiempo en que todo era uno, antes de la aparición de la monumental cordillera de los andes. Las cuatro glaciaciones provocaron la aparición de cursos de agua que desembocaban en el Atlántico, tal como el Río Deseado. Posteriormente, el peralte del fondo cambió y este comenzó a dirigirse hacia el pacífico; fue entonces cuando el mar ocupó el seco curso del río, estableciéndose como uno de los estuarios más característicos del país.

El comportamiento de la ría responde a las mareas del océano, sube y baja y, por lo tanto, se erige como un lugar excepcional para las actividades náuticas. Pero, más allá de las posibilidades de navegación, recorrer los cañadones a pie ofrece la realización de múltiples actividades recreativas que se ajustan a todos los públicos, y durante todo el año. (DIB)

*Nota del suplemento De Viaje

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