La madrugada en la que un mecánico de Bahía Blanca levantó a un extraterrestre que hacía dedo en la ruta

Corría 1972. Eduardo de Deugd volvía desde Médanos a su casa en Bahía cuando levantó a un hombre extraño: callado, altísimo y la cara muy larga. En un momento el auto se detuvo, pasó por encima un ovni y el misterioso ocupante desapareció.

Eduardo de Deugd, junto a su Plymouth, reproduce el gesto que hizo cuando vio el ovni “como un micro volcado”. (Gente)
Eduardo de Deugd, junto a su Plymouth, reproduce el gesto que hizo cuando vio el ovni “como un micro volcado”. (Gente)

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

Hacer dedo es un arte muy particular, que exige un salto de fe tanto del transportador como del transportado: en general, uno nunca sabe a quién levanta, y el otro tampoco tiene idea de quién lo lleva. Ese fue el riesgo que tomó el mecánico bahiense Eduardo Fernando de Deugd la madrugada del 28 de agosto de 1972 cuando decidió hacer subir a su auto a un extraño en la Ruta 22 entre Médanos y Bahía Blanca, muy al sur bonaerense. Jamás podía imaginar qué tan extraño era su pasajero, hasta que ocurrió el hecho que lo sorprendió y lo volvió, momentáneamente, una celebridad, en una zona llena de gente a la que le ocurrieron hechos insólitos.

De Deugd, que en ese momento tenía 32 años, era casado y criaba una hija de 2 años, ya había tenido contactos con lo anómalo. Según relató a la revista Gente, una noche de 1962 salió a cazar con cuatro amigos: “A la una y media de la mañana, en el camino La Hormiga, a 35 kilómetros de Bahía, lo vi. Volaba despacio y tenía luces de todos colores”. Ése fue su primer ovni.

En septiembre de 1968 vio otro platillo volador durante su viaje de bodas. “En un punto del camino entre San Juan y Mendoza vi una luz muy fuerte en el espejo retrovisor. Al rato, la luz se puso a mi derecha. Después, arriba. Y al final, de frente. Me encegueció. Apagué las luces del auto y el plato apagó sus luces. Las prendí, y el plato las prendió. Volví a apagarlas, y el plato las apagó también. Jugamos así durante diez minutos. Por fin, al llegar a un pueblo, desapareció. Está de testigo mi mujer, que no me deja mentir”, contó.

Eduardo de Deugd, su esposa y su hija en el frente de su vivienda. (Gente)
Eduardo de Deugd, su esposa y su hija en el frente de su vivienda. (Gente)

La noche de los silencios

Los expertos hablan de oleadas cíclicas, de ovnis cumpliendo con invisibles calendarios. Así, volvieron a pasar cuatro años y Eduardo de Deugd se cruzó de nuevo con lo extraordinario. El hecho comenzó, de acuerdo con el relato que hizo al periodista de Gente, a las dos y media de la madrugada del 28 de agosto: “A esa hora salí de Médanos, de la casa de unos amigos. Solo había tomado un vaso de vino con soda en mi casa, a eso de las nueve de la noche, y medía Gancia con agua en lo de mis amigos. Antes de poner el coche en marcha caminé hasta un alambrado y corté un pedazo de alambre para fabricar una antena y poder escuchar la radio. Sintonicé LU-2 y después giré el dial y agarré una onda de Santa Rosa o de Buenos Aires, no sé, que pasaba un concierto de Beethoven”.

De Deugd llegó a una curva en la ruta donde vio a un hombre que le hizo señas con la mano. “Paré y el ‘candidato’ subió. Estaba muy oscuro. Me pareció que media alrededor de un metro noventa, que tenía un sacón grueso y una especie de gorra o de casco con una visera muy chica, Se sentó sin decir una palabra. Le pregunté si iba para Bahía y me contestó algo que no alcancé a entenderle. No le di importancia porque justo en ese momento la radio del coche empezó a hacer un ruido infernal. Agarré la antena con la mano para que se escuchara mejor y seguí viaje. El candidato no se movía. Le pregunté si era de Médanos y me contestó del mismo modo. No le entendí. Igual no era la primera vez que levanto a alguien y el tipo no me habla ni una palabra”, relató.

“Un micro de La Estrella volcado”

El viaje siguió a lo largo de unos cuantos kilómetros, hasta que al acercarse al empalme de la Ruta 22 con la 3, cerca del Salitral de la Vidriera, el extraño metió una mano dentro del bolsillo de su sobretodo. Ni bien hizo esto, el Plymouth ’38 de De Deugd “empezó a ratear. Apreté el embrague, pasé a segunda, aceleré, y volvió a andar. Seguí, y cien metros más adelante volvió a ratear y a tironear. Pero esta vez no pude sacarlo. Estaba como muerto. Miré a mi izquierda. Entonces, por primera vez, vi que el candidato tenía el mentón largo, larguísimo, y la nariz redonda como un tomate”.

El ser misterioso que llevó De Deugd en su auto, en la mirada del dibujante de la revista. (Gente)
El ser misterioso que llevó De Deugd en su auto, en la mirada del dibujante de la revista. (Gente)

El conductor salió a la noche para investigar qué le pasaba al auto y allí vio “algo que me pareció un colectivo de La Estrella volcado. Una luz grande, azul, y dos luces blancas a los costados, casi tocando el asfalto. Di un paso adelante. Entonces se encendió una luz blanca, potente, que me encegueció, mientras que un calor como de fuego me arrebataba la cara y las manos. Retrocedí. El plato volador, que tenía unos cinco metros y medio de largo, ventanas iluminadas y forma de plato hondo dado vuelta, despegó en ángulo recto, tomó altura y desapareció a una velocidad incalculable. Mientras se elevaba despedía luz verde en forma de cono y sus ventanas se apagaban y se encendían”.

Un asombradísimo De Deugd corrió hacia su auto, que tenía todas las luces prendidas. Pero el misterioso pasajero había desaparecido. “Volví a bajar, saqué un revólver 22 de la cintura y empecé a buscarlo por todas partes, Nada. Subí otra vez al coche, lo puse en marcha y retrocedí dos o tres kilómetros para ver si lo encontraba. Ni un alma. Entonces pensé: ‘Este tipo no es de la Tierra. Este tipo se fue en el plato volador’. Comprendí que su altura, su silencio, sus ruidos guturales, su casco, la forma de su cara, no tenían nada que ver con los humanos”, afirmó.

Eduardo de Deugd muestra el lugar donde empezó a fallar su motor; cien metros más adelante vio el ovni. (Gente)
Eduardo de Deugd muestra el lugar donde empezó a fallar su motor; cien metros más adelante vio el ovni. (Gente)

Eduardo de Deugd cerró su relato: “Seguí para Bahía y hablé por teléfono a la radio”. Dos semanas después, cuando apareció la nota en la revista Gente, el mecánico se había convertido en una celebridad y era requerido por todos los medios.

El psiquiatra Eduardo Mata habló con De Deugd y le reconoció a Gente que el relato era “coherente”. Un año después, Mata participaría en otro caso de la región que es mucho más recordado que el del mecánico: la abducción de Dionisio Llanca.

Conclusión

Hace un tiempo este cronista intentó hablar con De Deugd, tras obtener su teléfono de Bahía Blanca. Atendió su esposa y la negativa fue tajante: “Mi marido no quiere hablar de eso, la pasó muy mal, se burlaron de él, no le creyeron”. La misma historia de siempre con los testigos. “Pero”, aclaró, “sigue sosteniendo que lo que le pasó fue así. Que fue verdad. Claro que fue verdad”. 

El caso de Eduardo de Deugd fue uno más dentro de una larguísima lista de hechos extraños en la zona. Y siempre surge la misma pregunta: ¿Qué pasa en Bahía Blanca? (DIB) MM

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