Ya no de la Argentina. La vida afectiva de Luciana Salazar es uno de los misterios más grandes del mundo. De todo el planeta, sí. Como el código Da Vinci, la fórmula de la gaseosa cola más famosa, la vida extraterrestre o los secretos que esconde el triángulo de las Bermudas, saber quién alegra el corazón esquivo de “Luly Pop” es un interrogante que no pueden contestar la CIA ni la KGB.
La duda es fuerte para todos. Las razones de esas preguntas no las encuentra nadie: ¿cómo es posible que Luciana esté sola? ¿Por qué? ¿No tiene novio? ¿O los esconde? Ahora Paparazzi tiene respuestas para estos interrogantes. O por lo menos puede dar una pista importante, una prueba muy muy certera y quizás la más cercana a la realidad desde que Luciana, la rubia de oro de la farándula nacional, rompió su pareja con el economista Martín Redrado.
Desde entonces todo han sido amagos, rumores, chismorreos, negativas, respuestas ambiguas, sonrisas picaronas, miradas cómplices, amigos que no confirman pero tampoco desmienten y una actitud de la propia Luly que lo único que hizo fue agigantar el deseo por conocer cuál es la verdad en cuanto a su vida amorosa. ¿Cómo puede ser que una mujer de sus encantos, en la mejor de las edades para gozar de la compañía de una pareja, no blanquee una relación?
En ese sentido, en los últimos meses fue ganando fuerza, espacio y color un rumor que la relacionó con un importante hombre de los medios. De acuerdo a esos trascendidos, Salazar “andaba en una” con Franco Bindi, un pujante empresario de los medios que es propietario de una emisora de radio y de un canal de televisión. “Están juntos, no hay manera de desmentirlo”, se dijo en varios canales.
Luciana hizo lo de siempre: apareció en sus redes sociales o se contactó con algún periodista amigo para dar por tierra con las versiones o rechazarla con toda su furia. Pero pasado el tiempo y liberada de algunas cuestiones, salió a cenar con un hombre. Y ese hombre no era otro que… sí, Franco Bindi, el mismo con el que se dijo poco antes que estaba iniciando un romance.
Fueron a comer juntos. Las fotos que acompañan este texto lo documentan. En una ubicación algo alejada del resto, en la penumbra de una noche cerrada, allí en un rincón en el que se imaginaron lejos de las miradas indiscretas o las cámaras de fotos, pasaron una velada agradable e íntima. Pero claro, nadie escapa de Paparazzi. Porque ya es hora de lo que sepan: se puede eludir a la CIA, a la KGB o a las agencias de inteligencia más poderosas del universo, pero jamás a la avidez y a la ambición de los chismosos.