Nació en Moreno, conoció la lucha en España y se instaló en Daguestán: Catriel Muriel rumbo a los Juegos Panamericanos

Muhammad Catriel Pehuen Muriel competirá en la categoría de hasta 125 kilogramos de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile.

Por Gastón M. Luppi, de la redacción de DIB

Desde la lejana Daguestán, Catriel Muriel es uno de los deportistas argentinos que estará presente en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, que se desarrollarán entre el 20 de octubre y el 5 de noviembre en el país trasandino. Muriel competirá en la categoría de más de 125 kilogramos de la lucha libre.

Muriel es del barrio de Las Catonas, en las afueras de Moreno, en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, en 2003 la familia se trasladó a España, cuando tenía 10 años. En Argentina jugaba al fútbol, en el arco. Y como le iba “más o menos bien”, en España siguió atajando. Bajo el larguero, compitió en torneos regionales, pero el fútbol se le fue tornando aburrido. En el colegio disputó torneos de “baloncesto”, y por fuera de la escuela probó con el rugby y el fútbol americano. Sí, fútbol americano. “Jugaba en la Universidad de San Vicente. Me gustaba mucho, pero a los 16 años tuve que empezar a trabajar, fijo, jornada completa, y hasta tuve que dejar la escuela”, le cuenta Muriel a la Agencia DIB, desde Europa.

Trabajaba para un mayorista de elementos de informática. “Por suerte aparentaba ser más grande, eso me facilitaba las cosas”, explica este treintañero que mide 1,89 metros. No practicaba ningún deporte, pero ya desde los 15 años hacía gimnasio. Luego se mudó a Galicia -había vivido en Alicante-, donde siguió yendo al gimnasio. “Había un hombre que visitaba el gimnasio, me veía y le llamaba la atención. Yo tenía 19 años, pesaba 103 kilos y levantaba pesas. Pero además jugaba con los chicos más chicos al básquet, y el hombre decía: ‘Este salta hasta el cesto entre serie y serie de sentadillas’. Resulta que ese hombre era campeón de España en lucha grecorromana y se entrenaba en un club del pueblo. Me empezó a insistir, hasta que un día dije: ‘Ya que tanto insiste, vamos a ver qué es ese deporte del que tanto me habla”.

Era un club chico, con muy buen ambiente y presencia de varios pesos pesados. Y de los nueve que hacían lucha, siete eran campeones de España. De hecho, con menos luchadores, el club ha logrado muy buenos resultados en las ligas nacionales. “Era un club bastante bueno para el nivel nacional, los entrenadores se veían muy profesionales, me gustó. Encima había un compañero que tiene el récord de quince veces campeón de España, era de mi categoría, mi peso, había probado otros deportes como kick boxing, boxeo, MMA [artes marciales mixtas]; me pasaba por arriba, pero a la vez me enseñaba. Vi la oportunidad de aprender bien, de hacer una buena base y la aproveché”.

Enganchado con la lucha, no obstante, Muriel tenía que seguir trabajando. Repartía publicidades y después fue repartidor de una panadería. En esta última le iba bien, pudo sumar turnos de reparto, y desde allí logró saltar a un emprendimiento propio. Comenzó a comprarle productos de informática a aquella empresa en la que había trabajado años atrás en el sur, y los revendía en el norte. “Pero quería dedicarme un poco más al deporte”.

Catriel Muriel, integrante de la delegación argentina que viajará a Chile – Comité Olímpico Argentino –

Es que en la lucha se destacaba. “Al principio no podía participar del campeonato de España, pero sí me dejaron competir en una copa abierta en la que había luchadores de España y de otros países. Luchaba en grecorromana, porque mi compañero de club lo hacía en libre, para no pisarnos. Le gané primero a un español, después a un búlgaro y perdí en semifinales contra un armenio que era muy bueno, y encima grequista. Era mi primera copa, apenas tenía seis meses de experiencia”.

El resultado lo entusiasmó: “Ahí empecé a ir menos al gimnasio y más a lucha”. Iba de 8 a 10 y media de la noche, después de un día entero de trabajo. “Los campeones de España eran de Galicia. Ellos también participaban en el regional, y les gané, con unos pocos meses de entrenamiento. Cómo no motivarse: ‘Vamos a intentarlo’”.

No ser español representaba una traba, lo dejaba fuera de las competencias nacionales. “Seguía ganando y me prometían que iban a ayudarme a conseguir la documentación que me permitiera participar. Pero siempre se atrasaba, y además yo era chico y no me supe manejar bien con los trámites de la nacionalidad. Hasta que me cansé y a los 23 me fui”.

Ese irse significó un venir. Argentino, se puso en contacto con la Federación Argentina de Luchas Asociadas (FALA), aunque admite que no fue sencillo tomar la decisión de viajar al país. “Simplemente me dijeron: ‘Tenés pasaporte, vení, probá”, cuenta Muriel entre risas, sin dejar de aclarar que tanta facilidad de los trámites no le dio “mucha confianza”. Finalmente, cerró el negocio, vendió todo y vino a probar. Con casi 24 años regresó al país después de unos catorce años.

“Fui bien recibido. En cuanto llegué, gané campeonato nacional en greco y en libre. Me dieron alojamiento y estadía, pero no tenía un sueldo”. Vino a ver qué pasaba y se quedó. “Estuve unos ocho, nueve meses. Aunque había un problema, no tenía alguien de mi categoría con quien entrenar”.

Quien le dio una mano fue el exluchador correntino Yuri Maier. “No lo conocía”, admite Muriel, pero “cuando buscaba en Internet ‘lucha’ ‘argentina’, Yuri Maier aparecía, sabía quién era”. Maier le propuso entrenarse en su club en Corrientes y además lo ayudó a conseguir parejas para practicar. “Probé en Alemania, probé en Brasil. Fui moviéndome, Yuri me contactaba con pesos pesados que tenían el mismo problema que yo, entonces nos juntábamos, nos apoyábamos mutuamente”. A su vez, el acceso a becas le permitió costear suplementos, botas, calzas y, sobre todo, alojamiento y alimentación.

Catriel Muriel, medalla de plata en los Juegos Suramericanos de Asunción. – Instagram: @muriel125arg –

Y en el derrotero, una concentración con el seleccionado le cambió la vida. Por gestiones de Maier, en 2018 los argentinos se fueron a entrenar a Daguestán, en Rusia. Allí prepararon el Panamericano que se realizaba en Lima (Perú), donde ganó su primera medalla de bronce. Luego, volvieron a Daguestán con vistas a los Juegos Suramericanos de Cochabamba, de ese mismo año, y su primer Mundial.

Muriel ya estaba en la búsqueda de un lugar para instalarse, y Daguestán pareció una gran opción. “Primero, ya sabía que se podía entrenar perfectamente. Y segundo, no era caro”, confía. “Eso era muy importante, teníamos un tipo de cambio que nos favorecía. En el primer viaje, 1 peso argentino eran 3,6 rublos: la beca, que en otro lado es para la botita y las proteínas, acá me alcanzaba para un alquiler y la comida; no para lujos, pero me alcanzaba para vivir más o menos bien, entrenando y sin trabajar”. Claro que a la distancia experimentó los vaivenes argentinos: “Tardé unos meses en acomodar las cosas y cuando volví ya no eran 3,60 rublos por peso, sino 2,90. Al año siguiente eran 2, después uno y medio y hoy en día son 0,17… [risas]”. Y aclara: “0,17 hace unos días, porque ya no me quiero ni fijar”.

Pero en Daguestán, Muriel también conoció a quien hoy es su esposa y madre de un niño. Para formalizar la relación con su mujer, debió ser respetuoso de la religión. “No fue muy difícil, pero hice las cosas como corresponden, respetando todas las costumbres y obligaciones. Y eso me llevó a tener una gran aprobación. Aparte, al ser un deportista que cerré ese 2018 sexto en el ranking mundial, me paraban por la calle, me conocían”. A propósito, cuenta que una vez un taxista lo hizo reír: “‘¿Argentino?, ¿lucha? Pensé que era un error’. ‘No, no es un error, ¿sabés lo que me costó?”, le respondió.

Convertido al Islam, Muriel incorporó el nombre Muhammad. “La gente que me conoce de antes me sigue llamando de la misma manera, y no me molesta. Pero la mayoría prefiere llamarme Muhammad Muriel. No cambié el nombre, me agregué; tenía dos nombres, ahora tengo tres: Muhammad Muriel Pehuén”.

Vivir en Daguestán es vivir en un sitio donde la lucha está presente en todos lados. “En nuestro deporte, Rusia es el país más importante. Y dentro de Rusia, la región más fuerte es Daguestán; entre el 70 y el 90% del equipo nacional suele ser de Daguestán”, explica el argentino, que se inició en la lucha a los 19 años, cuando en Rusia los chicos empiezan a los 5, 6 años. “No hay un taxista, o un vecino, o ningún hombre que no tenga las orejas rotas. Acá el 90% de los hombres tienen unos cuantos años de lucha encima”.

Sin embargo, Muriel compitió muy poco en Daguestán, ya que el calendario de los europeos no coincide con el suyo: “Son fechas diferentes para las preparaciones y eso a veces es un problema: cuando yo necesitaba entrenar fuerte, ellos bajaban; y cuando yo tenía que aflojar, ellos subían”.

El luchador argentino Catriel Muriel, instalado en Rusia. – Instagram: @muriel125arg –

RUMBO A LOS PANAMERICANOS

Catriel Muriel será uno de los representantes argentinos en la lucha de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile. En la capital trasandina, los luchadores tendrán acción entre el 1 y el 4 de noviembre.

Para él, con la ilusión de estar el año que viene en los Juegos Olímpicos de París, estos de Chile serán sus primeros Juegos Panamericanos. “Para Lima 2019, no pude participar de los clasificatorios. El proceso de instalación en Rusia es complicado, me demandó más de lo previsto. Además, estaba por nacer mi hijo y tomé la decisión de quedarme hasta solucionarlo. Fue poner un freno, acomodar las cosas y continuar. Después el freno se estiró por el Covid y tampoco pude participar de los clasificatorios olímpicos para Tokio”.

El año pasado comenzó esta suerte de revancha y en el Panamericano de lucha consiguió su plaza para Santiago. “Este año, el evento más importante para mí son los Juegos Panamericanos, para tener un buen cierre de temporada. Pero la mira está puesta en los panamericanos del año que viene, que son clasificatorios a los Juegos Olímpicos”.

Aunque si bien el sueño pasa por estar en París, también le da el valor que merece a esta participación en los Juegos Panamericanos. “La vez pasada ni siquiera pude terminar de intentar clasificar. Y ahora realmente dimensiono: un Juego Panamericano es un evento muy importante. Además, clasifiqué de primera, eso también es un gran logro, estoy contento”.

No obstante, Muriel admite que no tuvo su mejor previa de torneo en el rumbo a Santiago. “Me agarra en un momento que tuve que adelantar la mudanza con mi familia [se están radicando en España] e intentando retomar los negocios. No estoy dedicado al 100% al deporte, lamentablemente no puedo. Pero también es una motivación: si aun así, estoy acá… Hay gente que se ha dedicado toda su vida al deporte, dormir, entrenar y comer, y no ha podido clasificar a ningún juego continental en toda su carrera deportiva. Si yo lo he logrado, vamos a intentar aprovecharlo, intentar aguantar un poquito más y ver si las condiciones mejoran. Si no, se hará lo que se pueda e irse, cuando me toque irme, habiéndolo intentado, sin haberme rendido”.

Lo dicho, su sueño es París 2024. Sin embargo, ese horizonte olímpico se le despertó de grande: “Sinceramente, de chico, si habré visto un poco de Juegos Olímpicos en la tele, lo quitaba, decía ‘eso qué es’, no lo conocía para nada. Siempre me gustó hacer deportes, pero realmente no tenía conocimiento de lo que es un Juego Olímpico”.

Acción para el luchador argentino Catriel Muriel. – Instagram: @muriel125arg –

COLETAZOS DE LA GUERRA

Daguestán es la república más sureña de la inmensa Rusia. Se ubica cerca de Georgia y Azerbaiyán, muy lejos de Moscú y de Ucrania. Allí Muriel trabajaba brindando clases de lucha para extranjeros. La actividad sufrió un freno durante el inicio del conflicto bélico, “pero poco a poco vamos retomando, organizando los campos de entrenamiento”, le cuenta a la agencia DIB.

La guerra no afectó mucho en el día a día, opina, aunque sí se si se nota en la economía, “sobre todo por las sanciones económicas, los bloqueos. Eso también hizo que los productos extranjeros se encarecieran, pero con los productos nacionales no ha habido mayores cambios”. Y en un aspecto, Daguestán también resultó beneficiada por el conflicto: “La guerra estimuló el turismo interno y ahora Daguestán está lleno de turistas, se están abriendo muchos negocios nuevos. Los rusos no se daban cuenta de que en Daguestán tenían playas, montañas, cañones, de todo; no lo conocían”.

La capital de Daguestán se llama Majachkalá y de acuerdo con Wikipedia supera los 623 mil habitantes. Es la ciudad grande de la república, que luego está compuesta por varios “pueblitos”. “Pero las montañas, el cañón de Sulak, son increíbles. Ríos y lagos entre las montañas, con agua cristalina. Además, las playas también están muy bien, y muy limpias, porque no tenían muchos turistas; ahora, poco a poco, temo que eso va a cambiar”.

El “dargentino”

En 2019, la agencia de noticias rusa Sputnik publicó un artículo titulado: “¿Quién es el ‘dargentino’, el argentino que causó revuelo en los medios rusos?”. Obviamente, hablaba de Catriel Muriel. Y le explica a DIB: “Mucha gente bromea con eso, porque en Daguestán hay muchas nacionalidades que mantienen sus costumbres y la de mi mujer y su familia se llama ‘Darguin’, son ‘darguines’ en ruso. Por eso me dicen: ‘Dargentino’ [NdR: lo pronuncia algo así como “Darguentinets”], y yo los corrijo: ‘Yo soy argentino, mi hijo es dargentino’”.

Desarrollo

Muriel y su familia están en proceso de dejar Daguestán e instalarse en España. De hecho, su esposa y su hijo de 4 años ya están en Lugo, Galicia. “Mi hijo va a mi club pero no hace lucha porque todavía es chiquito, va a una clase de movimiento, piruetas, un poco de todo”.

A propósito, a los 30, Muriel sabe que el retiro no es algo tan lejano. Y también sabe -a priori- para dónde no quiere ir: “Cuando me toque dejar, no creo que vaya por el lado de entrenador. Pero sí a largo plazo tengo planes con lo que va a ser mi región, Galicia, y mi club. Me gustaría trabajar en el ámbito del desarrollo, me gusta. Es una parte muy importante, y muy necesaria de trabajar en este deporte. Sin un buen desarrollo no hay nada: sin que se conozca el deporte, sin que se desarrolle desde pequeños, sin que se generen buenas condiciones para que los deportistas se puedan dedicar bien a esto, es muy difícil salir adelante”. (DIB) GML

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