El calvario de Natalia Di Gallo y de su familia, que obtuvo “justicia a medias”

La odisea de la familia de Natalia Di Gallo tuvo el peor desenlace: el 1° de enero de 2004, mientras muchos aún disfrutaban de la “resaca” de Año Nuevo, el cuerpo de la joven de 16 años apareció tirado en un zanjón en el Parque Pereyra Iraola, en el límite entre Berazategui y La Plata. El cuerpo estaba envuelto en bolsas de nailon y fue identificado por la ropa y el peinado. Las pericias realizadas establecieron que había sido violada y asfixiada.

El calvario había empezado en la noche del 28 de diciembre de 2003, cuando Natalia salió de su casa para verse con Nicolás Gómez, un joven de 18 años que había conocido unos días atrás y que la buscaba para volver a salir. 

Esa noche de verano, Di Gallo se empilchó para verse con Gómez, que la pasó a buscar por su casa de Florencio Varela, en su Renault 11. Prometió que iba a volver a las 2 de la mañana, pero eso no pasó. A las 3.30 los papás recibieron un llamado de la Policía: querían chequear que ella hubiese regresado. Es que Gómez se había presentado en la dependencia para denunciar que los habían atacado. 

De acuerdo a la versión del adolescente, cuando estaba con Natalia en la parte trasera del auto estacionado en el famoso parque de unas 10.000 hectáreas, un hombre de barba rompió la luneta, los amenazó con un arma, lo encerró a él en el baúl y la secuestró a ella. Tras un tiempo, siempre según su relato, logró salir del vehículo y se dirigió a una estación de servicio de la zona para pedir auxilio. Desde allí fue llevado a la comisaría donde contó detalles, entre los que resaltó que no habían tenido sexo ni bebido alcohol.

En las primeras horas, el testimonio del joven fue el que movió la investigación. Pero rápidamente aparecieron las contradicciones que hicieron dudar a los pesquisas. Pese a que había dicho que estaban en el asiento trasero del auto cuando el desconocido rompió la luneta con un revólver, la Policía no encontró ni una astilla en su ropa. 

Además, el joven declaró que el delincuente le había robado 30 pesos que guardaba en el auto, pero allí estaba el teléfono celular que Natalia llevaba cada vez que salía, y el supuesto agresor no se lo llevó. Y como si fuese poco, describió al presunto delincuente y permitió confeccionar un identikit, algo raro ya que era la medianoche en un lugar oscuro y sin más luz que la que aportaba la luna. 

Los Di Gallo, aunque difundieron por la prensa el teléfono familiar, no recibieron ningún dato sobre el paradero de su hija. El tiempo corría y ya se vaticinaba lo peor. Y aunque el caso rebotaba en los medios y tenía la atención del gobernador Felipe Solá y del presidente Néstor Kirchner, el fin de año hacía que la sociedad tuviera la cabeza en otro lado. 

Triste final

Carca de las 20.15 del primer día de 2004, los efectivos que rastrillaban la zona encontraron el cuerpo de Natalia. A partir de allí, una serie de errores de la Bonaerense embarró la investigación.

Primero, desataron y rompieron las bolsas que envolvían el cuerpo, se llevaron las sogas que sostenían sus manos, sacaron a Natalia y la pusieron en el piso. Todo sin aguardar a los peritos de criminalística. Después, levantaron el Renault 11 del lugar antes de hacer peritajes. Es decir, contaminaron la escena todo lo que pudieron.

Según los forenses, Natalia fue violada y murió por una “asfixia mixta” producida por la obstrucción de las fosas nasales y la boca, en combinación con una compresión torácica-abdominal. También se demostró que fue asesinada en otro sitio y luego depositada en el lugar del hallazgo.

Gómez primero declaró como testigo y, aunque no se contradijo, el 21 de enero de 2004 fue preso por primera vez porque el fiscal entendió que había elementos que lo comprometían, luego de que un testigo de identidad reservada dijera que había visto que la menor era golpeada en el vehículo. Estuvo tras las rejas tres meses hasta que la Cámara de Apelaciones de Quilmes lo dejó libre por falta de mérito. 

En 2005 la familia logró que se realicen nuevas pericias. Se ordenó la exhumación del cuerpo y los peritos confirmaron que la habían pinchado más de cinco veces para dormirla. También se encontraron restos de bebidas alcohólicas en su cuerpo. 

Recién el 15 de julio de 2011, Gómez volvió a ser detenido como sospechoso de haber entregado a la chica para que fuera abusada sexualmente, hecho que luego derivó en el asesinato, en base a las contradicciones en sus declaraciones, el cotejo de las llamadas telefónicas, y otras pericias.

En julio de 2014 fue el juicio, y Gómez recibió una pena de 20 años de prisión al ser considerado partícipe necesario del delito de privación de la libertad triplemente agravada por ser cometida con el fin de someterla sexualmente contra su voluntad, por la intervención de tres o más personas y por el resultado de muerte no querida por el imputado. 

En el fallo, además, pidieron seguir investigando a los dueños y el inquilino de una quinta de Florencio Varela en la que la víctima pudo haber sido asesinada. Quien aportó datos certeros sobre el caso fue Martín Lanatta, condenado por el “triple crimen de General Rodríguez”. Sin embargo, la causa deambuló un par de años hasta en setiembre de 2019 prescribió. (DIB) FD

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