Por Andrés Lavaselli
Desde siempre, resolver la estrategia electoral nacional fue una tarea inescindible de hacerlo en la Provincia de Buenos Aires. Esa vieja ley de la política criolla se confirmó esta semana con una intensidad notable. En el Frente de Todos porque Axel Kicillof dejó abierta la posibilidad de desdoblar los comicios, lo que constituye el último acto de presión para terminar con la precandidatura de Alberto Fernández; y en el Juntos por el Cambio porque una negociación en curso en Capital que involucra a María Eugenia Vidal abre expectativas de unificación de postulantes en la Provincia.
“Lo que nos preocupa es hasta qué punto va a hacer daño”. Esa definición, surgida de un funcionario del riñón político de Kicillof, hace referencia a Fernández. Sirve para calibrar una cuestión clave: más que creer en la posibilidad de que mantenga su precandidatura hasta el final, lo que temen es en qué términos va a negociar su rendición y, hasta cierto punto, cuánto daño podría hacer el Presidente solo por despecho. Un factor clave es el tiempo: cuánto más demore en definir, peor para un oficialismo que necesita ordenarse para enfrentar una elección que, inflación e inseguridad mediante, asoma por lo menos compleja.
Por eso, al haber convocado a las PASO sin hacer lo mismo con las elecciones nacionales Kicillof dejó abierta la posibilidad de adelantar los comicios generales en Provincia, aunque las primarias sean el mismo día, el 13 de agosto. Es un movimiento preventivo, una forma de intentar acelerar la definición del Presidente bajo una amenaza concreta: si persiste enfrentaría los comicios sin la movilización del aparato bonaerense, que ya habría jugado su suerte. También, es una manera de blindarse contra la posibilidad de que le pidan a él ser candidato nacional, algo que solo aceptará si la que lo hace es Cristina Fernández.
Al mismo tiempo que se conocía el decreto de Kicillof, Daniel Scioli entregaba la que tal vez sea la primera señal clara de un desestimiento de Fernández. En una entrevista radial el embajador en Brasil dijo por primera vez, sin ambigüedades, que lanza su precandidatura presidencial. Aunque evitó abundar, reafirmó lo que ya había señalado: que solo daría ese paso si el Presidente no se presenta. Uno más uno.
Otras señales del movimiento del exgobernador: lo ejecutó horas después de sacarse una foto con Mayra Mendoza, la intendenta de Quilmes. Mendoza jamás hubiese dado ese paso sin un OK de Cristina. Por eso, ahora Scioli circula con habilitación kirchnerista. Incluso, dicen en su entorno que esa venia podría extenderse a la posibilidad de llevar a Kicillof como candidato a gobernador pegado a su boleta para las PASO. Algo que, obvio, no ocurriría si es Fernández el candidato.
Son, de todos modos, especulaciones. El mapa dista de estar completo: aunque nadie parece dar pasos serios para armar el meneado acto del 25 de mayo en la 9 de Julio, ese que tendría como oradora única a CFK, son muchos los que no terminan de resignarse a que no juegue. Aunque sea a senadora, como quedó en claro en el acto frente a la Corte que cerró Kicillof con una frase expplícita: “si ella quiere el pueblo la va a aconmpañar y volverá a ocupar cargos”. La moneda de Sergio Massa también está en el aire. En su caso, casi de modo literal: si la inflación no se controla, sus posibilidades se achican. Eduardo Wado De Pedro dijo por su parte esta semana las palabras mágicas “puedo ser candidato”.
En resumen: todo puede pasar aún. Lo que no aparece es un acuerdo político para ordenar el camino a seguir. El diputado Eduardo Valdés, que en algún momento era algo así como un albertista puro, dijo ahora que los tres socios mayoritarios de Frente tiene que reunirse “esta semana que comienza” para definir un entendimiento sobre las reglas de juego. Fue específico en un punto clave: “el que lo tiene que convocar es el Presidente”.
El otro juego
La imbricación entre Nación y Provincia asume otra dinámica en Juntos por el Cambio, pero no es menos intensa. Al afirmar su posición con la audaz definición del esquema de elecciones “concurrentes”, Horacio Rodríguez Larreta parece haber producido un efecto acaso impensado: poner nervioso a Mauricio Macri. Cuentan que el expresidente teme que sin el “arrastre” de un candidato nacional (eso implica el esquema definido por Larreta) para la candidatura de su primo Jorge, la CABA, distrito que considera “propio”, una especie de “casa matriz” de PRO, pueda quedar en manos del radical Lousteau.
Por eso, cuentan que Macri no vería con malos ojos que la candidata en CABA sea finalmente María Eugenia Vidal, que hasta ahora corría como candidata a presidenta. Cerca de la exgobernadora dijeron a DIB que “ella definirá su situación”. Es decir, no confirmaron pero tampoco negaron la martingala. La cuestión es que si eso se materializara, el impacto podría ser doble: implicaría un acuerdo con Larreta que a cambio exigiría, casi seguro, la candidatura única para Diego Santilli en la Provincia, una jugada que por ahora Patricia Bullrich resiste con énfasis. (DIB) AL