Entre cuevas, cavernas y ríos subterráneos

El turismo bajo tierra crece año a año en todo el mundo. Un recorrido por algunos sitios para los más aventureros y que no sufren de claustrofobia.

Salas subterráneas con miles de kilómetros para recorrer; increíbles lagos de aguas transparentes y cristalinas; largos ríos escondidos; millones de estalactitas pendiendo del techo o inmensas columnas de calcita de muchos metros de altura son algunas de las maravillas que las simas, auténticos tesoros arqueológicos, ofrecen al visitante.

El espeleismo está vinculado a descensos y progresiones que se realizan en grutas, cuevas y cavernas que son parte de formaciones geológicas de antaño. Es una actividad apta para todo público, pero si hay preparación física con antelación a la excursión, siempre será mejor.

Según datos de la Federación Argentina de Espeleología, existen alrededor de 400 cuevas y cavernas en Argentina, la mayoría ubicadas al oeste del país, aunque unas pocas están habilitadas para el turismo. En otros países, como España o Cuba, esta propuesta tiene un gran desarrollo y hay verdaderos paraísos bajo tierra por explorar.

Córdoba es una de las provincias que mayor patrimonio espeleológico ofrece, la mayoría de las cuevas están en el valle de Punilla, antiguamente tierra de los indios comechingones que habitaban esas zonas como refugios, por lo que además de su valor geológico, se agrega uno arqueológico e histórico.

La opción más atractiva de estos viejos refugios del Valle de Punilla lo constituyen las cuevas de Ongamira, una serie de aleros y grutas cuyo nombre recuerda al cacique Onga, muerto en un combate contra los conquistadores españoles. Protegido por los cerros Pajarillo, Áspero y Charalqueta o Colchiqui, esta zona albergó hace unos 8 mil años a una de las culturas nómades-cazadoras más antiguas del país: Ayampitín. Según cuenta una trágica historia, el avance de las tropas europeas arrinconó a los comechingones en esas cuevas que serían su último escondite antes de la derrota definitiva. Ya vencidos, muchos de aquellos aborígenes salieron de las cuevas y se arrojaron al vacío desde lo alto de las montañas cercanas, para no ser esclavizados. Las grutas, enormes paredones de piedra rojiza donde anidan aves de variado porte, sorprenden por sus formas intrincadas. Son varias, y no lleva demasiado tiempo recorrerlas.

En esta zona otra de las visitas por hacer es la Cueva de los Pájaros, un lugar de nidificación y descanso de singulares aves autóctonas que en 2008 fue distinguido como Séptima Maravilla Natural de Córdoba. Este singular sitio se encuentra ubicado a 8 kilómetros de Tanti, y en el lugar se puede disfrutar de su fauna, flora, el arroyo, espejos de agua y atracciones rocosas.

Mientras que cercanos a La Falda, se encuentran las cavernas El Sauce, una cavidad subterránea que perfora la montaña casi mil metros hacia su interior, con un trazado de angostas grietas, hasta descender unos 50 metros, donde se forman estalactitas. Estas cavernas están en propiedad privada, pero los dueños organizan visitas y proveen del equipo adecuado para el descenso, que incluye mamelucos, cascos y linternas. El punto central de la visita de la recorrida es la Sala de las Fluorescencias, una caverna subterránea donde algunos cristales emiten destellos verdosos, como si fueran luciérnagas.

Otra de las zonas más impresionantes a la hora de experimentar espeleismo es el Valle de Calamuchita, por su peculiar geografía. Desde La Cumbrecita, el “pueblo peatonal”, se puede llegar al arroyo Wildbach, tramo por donde corre el río subterráneo entre macizos rocosos de gran impacto visual. En este sitio, el agua fluye bajo la pedrea convirtiendo la excursión en una aventura única y divertida. El trekking comienza desde el pueblo y concluye en el famoso cerro Wank, de unos 1.620 msnm, que ofrece una vista increíble de toda la localidad asentada sobre las montañas, pudiéndose apreciar la arquitectura centroeuropea y el popular bosque introducido de abedules.

Pero luego llega el momento de las cavernas, en donde en algunos tramos por muy pequeños huecos entre rocas. En otra parte del recorrido el agua llega al cuello, decorando una travesía única, extremadamente sublime. El último punto a conocer en esta travesía es la Cascada Escondida.

La Cueva de los Pájaros, una maravilla cordobesa. (Turismo de Córdoba)

Hacia el sur

En la provincia de Buenos Aires, la localidad de Barker, rodeada por Sierras y hondonadas del sistema de Tandilias, invita a descubrirla. Sus cerros ofrecen bellas vistas panorámicas y un espacio apto para el deporte aventura. Frente al cerro Cuchilla de las Aguilas, la silueta estilizada de El Sombrerito eleva su cuerpo de rocas arcillosas. Allí hay una gruta para conocer, aunque se necesita de la ayuda de un guía para llegar hasta allí. La zona del sistema de Tandilia es de las más antiguas del continente, tiene hasta 500 millones de años. Pero para llegar son lugares muy agrestes, que no son lugares marcados. Se caminan tres horas por zonas irregulares.

Un poco más al sur del suelo bonaerense, la singular geografía de Las Grutas sorprende con distintos escenarios naturales que se extienden por varios kilómetros de playas. El Sótano y el Cañadón de Las Ostras son aquellos rincones cercanos a la localidad balnearia rionegrina que permiten conocer la riqueza ecológica de la costa patagónica. Luego de transitar sobre el borde de la costa unos 15 km que se hacen en 4×4 y dejar atrás hermosos médanos, se llega hasta el paraje El Sótano, un sitio con abruptos acantilados. A sólo 2 km, se encuentra el Cañadón de Las Ostras, donde hay un importante yacimiento de ostras fosilizadas y cristalizadas de gran tamaño además de otras especies marinas.

Ya decididamente en el sur argentinos, puntualmente en Santa Cruz, se encuentra la famosa Cueva de las Manos, una experiencia de contacto con las pinturas de más de 9.000 años. Más allá de esto, los paisajes del entorno deben ser observados de manera especial, sobre todo los cerros de colores donde los minerales tienen tonos fluorescentes que van del rosa al verde, por lo que son difíciles de olvidar. Las primeras pinturas hechas con materiales recogidos de las montañas de la zona representaban sobre todo escenas de caza de guanacos por grupos de patagones que les lanzaban piedras redondeadas y atadas a tientos para que tengan más velocidad y fuerza.

Una visita al Sitio Cueva de las Manos se puede complementar en la misma jornada, o varias, con la amplia red de senderos que llevan a los balcones del Cañadón del Río Pinturas con vistas desde sus paredones de 300 metros de alto, desde donde se observa también el Cañadón Caracoles, en su confluencia con el primero. Además de estos paisajes de estepa y meseta patagónica, se puede observar la fauna local, con especies típicas como el chinchillón anaranjado y mandadas de guanacos, y avistar aves como el cóndor, halcón o grupos de choiques (ñadún petiso), y en el más afortunado de los casos también algún puma.

Cerca de El Calafate, también en Santa Cruz, se encuentran las cuevas del Walichu. Aquí hay arte rupestre, realizado por pueblos prehistóricos hace 5 mil años, durante el Paleolítico Superior, que destaca por sus colores ocres, amarillos y rojizos.

Pero la Patagonia también tiene otros secretos bajo tierra. A 15 kilómetros de Bariloche existe un antiguo volcán con tres cavernas que fueron hogar, taller y cementerio de comunidades tehuelches hasta hace 400 años. El lugar se llama Cerro Leones y se lo recorre con una sencilla caminata por la ladera de la montaña que permite ingresar en sus profundidades y observar el ambiente original que habitaron los aborígenes, tal como lo encontró el Perito Moreno en un legendario viaje de 1888. Llamó así a la cueva porque encontró varios pumas dormidos al ingresar a la caverna. De las tres, la última que se visita en el recorrido es la mayor, que por tener una abertura muy grande no fue habitada porque era fría e insegura ante el ataque de las fieras.

La Caverna de las Brujas, en Malargüe, una de las más elegidas del país. (Turismo de Malargüe)

Con leyendas

Mendoza tiene también un rico patrimonio espeleológico. Destacan las cavernas de yeso de Poti Malal, las cuevas sumergidas de La Niña Encantada y en las profundidades del cerro Moncol, uno recorre unos 200 metros subterráneos con casco y linterna, y teniendo algunos cuidados especiales. No es una excursión simple, porque no sólo uno transita por lugares sin ningún tipo de luz más allá de la artificial, sino porque hay que llegar a gatear por túneles húmedos y reducidos, y eso genera cierta claustrofobia. Tiene diversas salas como la “de la Virgen”, “la Gatera” y “el Salón de los Encuentros”, con la música de fondo de un río subterráneo.

Una leyenda le da nombre al lugar. Se dice que una tribu tenía a dos mujeres blancas cautivas que lograron escapar y se escondieron en la caverna, de donde salían por las noches a buscar comida. Los lugareños decidieron saber quiénes eran estas mujeres y subieron a la cueva y al entrar volaron por sobre sus cabezas dos grandes lechuzas. Ellos pensaron que se habían convertido en aves y por esa razón bautizaron al lugar como “Caverna de las Brujas”. A cada paso, nuestras linternas descubren estalactitas, estalagmitas, columnas y coladas. Son formaciones generadas por la filtración de agua a lo largo de miles de años y compuestas por rocas calcáreas de origen marino, correspondientes al período Jurásico.

Mientras que bien al norte del país, en Jujuy, se encuentran las Cuevas del Wayra, que ganan cada día más fanáticos. Al oeste de Tilcara, en la Quebrada de Humahuaca, se llega a pie por un camino de herradura luego de 2 o 3 horas de ascenso por la Quebrada de Sarahuaico.

Se trata de una profunda grieta natural, producida en las rocas volcánicas, producto de la erosión. Rodeada de un virgen paisaje, las cuevas constituyen un área de gran interés geológico; se encuentran sedimentos marinos, piedras volcánicas y hasta insectos y animales pequeños petrificados.

Si bien se las denomina Cuevas de Wayra, en realidad son dos cuevas; la del Wayra y la de Aguirre. Esta última se calcula tiene una profundidad de 40 metros, mientras la de Wayra se interna unos 50 metros. De marcada estrechez, estas cuevas no son recomendables para claustrofóbicos. Para poder acceder a la Cueva de Wayra hay que ponerse en cuclillas, una vez adentro hay que transitar gran parte del recorrido apoyando el cuerpo contra la roca. (DIB) FD

*Nota del suplemento De Viaje

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