La epilepsia es uno de los trastornos neurológicos más comunes en todo el mundo y puede afectar a cualquier grupo de edad, desde recién nacidos hasta ancianos. Además, puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de la persona que la padece.
Las convulsiones que ocurren con la epilepsia, combinadas con las condiciones que a menudo la acompañan, como la depresión y la discapacidad de aprendizaje, pueden afectar significativamente el desempeño escolar y laboral.
“La epilepsia es un trastorno del sistema nervioso central en el que la actividad cerebral normal se altera, lo que provoca convulsiones o períodos de comportamiento y sensaciones inusuales, y a veces, pérdida de la consciencia. Los síntomas de las convulsiones pueden variar mucho. Tener una sola convulsión no significa que tengas epilepsia. Normalmente, es necesario que ocurran al menos dos convulsiones sin un desencadenante conocido (convulsiones no provocadas) con una diferencia de al menos 24 horas para tener un diagnóstico de epilepsia”, explicó la neuróloga Daniela Sosa.
Las convulsiones que se observan en la epilepsia son causadas por alteraciones en la actividad eléctrica del cerebro y pueden estar relacionadas con una lesión cerebral, genética, sistema inmunológico, estructura cerebral o causa metabólica, pero la mayoría de las veces se desconoce la causa.
“Las causas varían según el tipo de epilepsia pudiendo ser sintomáticas a una lesión estructural como por ejemplo anomalías congénitas, enfermedades vasculares como el infarto cerebral, cavernomas, infecciones del cerebro, tumores, enfermedades degenerativas, malformaciones corticales etc. En muchas ocasiones no se descubre una causa concreta y se denominan epilepsias genéticamente determinada”, la especialista de los centros de salud DIM.
Asimismo, indicó que el correcto diagnostico se realiza en la consulta con el médico especialista en la que se investiga los antecedentes familiares y personales, historia de sufrimiento fetal o trastornos en el parto, antecedentes de traumatismos sobre la cabeza (meningitis o encefalitis), si presento crisis febriles en la infancia. Luego, se estudia la crisis como tal cómo ocurrió, comportamiento, testigos presenciales, factores desencadenantes, cuántas veces ocurrió en el tiempo.
En caso de que una persona sufra una crisis epiléptica se recomienda lo siguiente:
-Mantenga la calma.
-No trate de contener a la persona o sus movimientos.
-De ser posible tome el tiempo de la convulsión.
-Despeje el área de objetos duros o peligrosos para evitar que la persona se golpee o dañe.
-Si la persona que sufre la crisis usa anteojos, quíteselos.
-Ponga a la persona de costado para facilitar la respiración y mantener las vías aéreas libres y que la saliva caiga de su boca.
-Ponga algo plano y suave bajo su cabeza.
-No trate de forzarle para abrir la boca, ni ponga ningún objeto duro, ya que podría ahogarse o hacerse daño.
-Permanezca con la persona hasta que la crisis haya terminado naturalmente, asegurándose de que vuelva la conciencia.
-Cuando la persona recupere la conciencia y la crisis haya terminado, ayúdele a encontrar un lugar para descansar y recuperar su orientación.
“El primer paso siempre es el tratamiento farmacológico, una vez el diagnóstico esté confirmado. Esto debe ir asociado a unas pautas de estilo de vida adecuadas, fundamentalmente mantener una higiene de sueño correcta y evitar sustancias tóxicas. El tratamiento antiepiléptico debe administrarse durante un tiempo más o menos prolongado y no está exento de efectos adversos. Existen numerosos fármacos antiepilépticos eficaces. La elección depende del tipo de epilepsia y del balance entre la máxima eficacia y los mínimos efectos adversos”, puntualizó la doctora.
Sosa explicó que es importante saber que la mayoría de las personas con epilepsia, cuando sufren una crisis, por lo general, se recuperan de manera espontánea, por lo que no es necesario llamar a un médico a menos que:
-La crisis dure más de 5 minutos.
-No existe certeza de que la persona ya era epiléptica.
-Si hay una recuperación lenta y se presenta una segunda crisis o se dificulta la respiración después de la convulsión.
-Si hay signos de daño en cualquier parte del cuerpo o en la cabeza.
-Si la persona tiene diabetes.
-Si la persona tiene fiebre alta. (DIB)