Un debate aún no saldado: ¿Cómo se financia la política?

La Plata, ago 5 (Por José Giménez, de Agencia DIB).- Los
escándalos por los aportantes truchos y los denominados “cuadernos de la
corrupción”, volvieron a darle centralidad a un debate siempre postergado: el
financiamiento de la política. O dicho de otro modo, de dónde salen los
millones de pesos necesarios para desplegar, cada dos años, la impresionante maquinaria
electoral de los partidos.

Consultados por DIB, especialistas de Poder Ciudadano,
Cippec y responsables de partidos políticos coincidieron, cada uno a su manera,
en trazar un panorama crítico de la actual legislación, haciendo hincapié principalmente
en cuatro aspectos: la falta correlación entre la ley nacional y la provincial;
la habilitación de donaciones en efectivo; la realización de controles tardíos;
y la ineficacia de las sanciones.

De acuerdo a la ley nacional, existen dos regímenes de
financiamiento partidario: uno corresponde al período ordinario, y el otro
regula exclusivamente la campaña.

En el primer caso, se permite el aporte de personas físicas y
jurídicas por igual, destinados al “desenvolvimiento institucional”. El Estado,
en tanto, entrega un fondo que varía según la performance de cada partido en la
elección previa.

Durante la etapa proselitista (35 días antes de los
comicios), las alianzas y partidos políticos tienen prohibido recibir fondos de
empresas, y solo pueden financiarse a través de aportes de personas físicas o
del dinero que le brinda el Estado, a través de dos vías: un monto para la
impresión de boletas (igual para todos) y espacios publicitarios gratuitos en
radio y televisión, que se distribuyen primero por un piso igualitario y luego según
el resultado de la última elección.

Aquí aparece el primer punto gris: ¿se controla que los
partidos utilicen sus fondos “ordinarios”, muchas veces aportados por empresas,
durante la campaña? El Director Ejecutivo de Poder Ciudadano, Pablo Secchi, lo
pone en dudas: “La dicotomía planteada por la ley hace muy difícil el trabajo
de la justicia electoral, que tiene que diferenciar qué dinero ingresó para la
vida ordinaria de los partidos y cuál para la campaña electoral”, señaló.

 

En las sombras

Este mecanismo, sin embargo, está lejos de ser la principal
vía por donde se canalizan los aportes empresariales para las campañas. María
Page, investigadora asociada del área de Instituciones Políticas de Cippec (Centro
de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), menciona
dos prácticas que utilizan los partidos para moverse en los márgenes (y más
allá) de la ley: la declaración de una gran masa de dinero en efectivo, que
impide hacer una trazabilidad de esas donaciones, y la aparición de nóminas
enteras de personal de empresas en las listas de aportantes.

Secchi coincide: “En la práctica, las empresas de forma
ilegal o a través de personas físicas siguen siendo los principales aportantes
de las campañas electorales”, sostiene. Y agrega que “el mayor desafío para los
partidos no es obtener donaciones, sino conseguir nombres de ciudadanos que
puedan “blanquear” los fondos de las empresas”.

Para Page, “la lógica con la que operan los partidos es
gastar todo lo que pueden y después ven cómo rinden. Por eso es que aparecen
cosas como muchos aportes por el mismo monto hechos el mismo día: eso está
dibujado”. Por este mecanismo quedó en la mira la campaña de Cambiemos en 2017,
a raíz de una investigación periodística.

 

Zona gris

Los especialistas calculan que los montos declarados por los
principales partidos durante la campaña son apenas el 10 o el 15% de lo que
realmente gastan. Durante la última campaña bonaerense para la elección general
de diputados y senadores nacionales, las cinco alianzas participantes
(Cambiemos, Unidad Ciudadana, 1País, Cumplir y el FIT) aseguraron haber gastado
$ 180,2 millones.

El 71,7% del total de aportes, según las rendiciones que
analiza la Justicia, fue realizada en efectivo. 1País y el FIT recibieron todo
por esa vía, mientras que Cambiemos lo hizo con el 81% de sus fondos. En el
otro extremo, UC aseguró haber recibido casi la totalidad de sus ingresos a
través de sistemas trazables.

Sin embargo, esto explica apenas las operaciones en blanco,
la punta de un inmenso iceberg que navega por debajo de cualquier regulación.
El canal predilecto para derivar estos fondos en negro es el aporte “en
especie”: empresas o privados que contratan servicios, brindan infraestructura
o logística para el transporte de los candidatos y luego los incorporan,
“dibujados”, a sus balances, como actividades propias de su negocio.

Pero ¿cómo es posible que la Justicia no pueda advertir
estas maniobras? La clave está, para María Page, en los controles a destiempo.
En efecto, los partidos están obligados a presentar sus balances 90 días
después de las elecciones. Recién ahí los auditores comienzan a analizar los
números. ¿Cómo podrían, por caso, determinar qué gastos demandó la organización
de un acto realizado en un rincón de la provincia en el inicio de la campaña,
cuatro meses antes?

Otro punto clave es la disparidad entre la legislación
bonaerense y el régimen nacional, pese a que las elecciones en ambos distritos
son simultáneas desde 1983. La provincia propone controles más laxos, lo que
produce una inmensa zona gris por la que se mueven los partidos para justificar
gastos o acciones de campaña. Así, por caso, algo que está vedado para el
régimen nacional (aportar por encima de determinado monto) es anotado como una
acción provincial.

Frente a esto, Cippec concluye que “los vacíos del régimen
provincial son a la vez una de las principales debilidades del régimen nacional
y condicionan cualquier intento por gobernar la relación entre las actividades
ordinarias y de campañas de los partidos”.

Page, por su parte, advierte sobre la ineficacia de las
sanciones como modo de persuasión. “Todos los partidos están sancionados, pero
eso no desalienta este tipo de prácticas”, indicó la especialista, al tiempo
que remarcó que las multas pasan por la deducción de aportes futuros a alianzas
que una vez terminada la elección se disuelven. “La ley está hecha para que los
líderes de los partidos no tengan que preocuparse”, cerró. (DIB) JG