Por Gastón M. Luppi, de la redacción de DIB
“Vi de reojo la Torre Eiffel y fue ‘guau’. Recién empezaba la carrera, faltaban más de 30 kilómetros, y me acuerdo de eso: ver de reojo la Torre Eiffel. Fue muy lindo, y después ya no vi más nada”.
La Torre Eiffel, del otro lado del río Sena en el kilómetro 8, es uno de los dos momentos que destaca la atleta marplatense Florencia Borelli de los 42,195 kilómetros de la maratón de los Juegos Olímpicos. Treinta kilómetros después, volvió a pasar por la torre, mucho más cerca ahora -al pie de la mismísima torre-, pero ya llevaba unas 2 horas y cuarto de carrera y la atención -si la había- estaba puesta en otro lado.
El segundo momento, obviamente: “Cuando crucé la meta”, le cuenta Borelli a DIB.
Ya pasaron seis meses de los Juegos Olímpicos, y un año del día en que Borelli logró la clasificación para París. ¿En qué momento está ahora? “Es una buena pregunta”, responde desde la altura de Cachi, en la provincia de Salta.

La primera concentración de este 2025 podría ser también la primera concentración del ciclo olímpico rumbo a los Juegos de Los Ángeles 2028. “Sí, los Juegos Olímpicos están ahí, pero falta todavía. Este año la idea es correr solo distancias cortitas, enfocarnos en seguir mejorando en esas distancias para después trasladar las mejoras a la maratón”. Es que 2024 “fue muy intenso en cuanto a kilómetros y emociones. Me costó un montón llegar a los Juegos, a mis primeros Juegos”, cuenta una de las dos maratonistas argentinas en París 2024.
En el repaso de su carrera, “por una cosa o por otra, no se me daba”. Un año antes de Río de Janeiro 2016, en marzo de 2015 nació Milo, su hijo. Y para Tokio 2020 -en 2021-, “quedé muy cerca de clasificar”. Entonces, “costó mucho llegar a París. Siempre digo que quizá mis Juegos eran los de París y no otros. Trabajé duro, pero también fueron años de mucha incertidumbre, porque el cuerpo te tiene que acompañar. Por suerte acompañó y pudimos llegar a los Juegos, que fueron maravillosos”.
El camino hacia París comenzó apenas se frustró su clasificación a Tokio. Para los Juegos de Japón, Borelli había buscado un lugar en la prueba de los 5.000 metros, en pista. “A mí me gusta correr todo, creo que está demostrado”, admite entre risas la dueña de los récords sudamericanos de 10.000 metros pista, media maratón y maratón. “Me invitan a correr 1.500, voy a 1.500; me invitan a correr 5.000, voy a 5.000”.

Rumbo a París, ella y su equipo tomaron una decisión clave: ir a buscar la plaza olímpica en maratón, y no en 5.000 metros. “En las pruebas de pista el acceso es aún más limitado, con menos cupos. Sabíamos que el maratón era una gran oportunidad: es una distancia muy dura, pero a la vez un poco más accesible que otras marcas”.
Y logró la clasificación. Fue en la maratón de Sevilla, el 18 de febrero de 2024, en la última oportunidad que tenía. “No aprendí nada”, se ríe un año después. En esa carrera española se jugaba todo el trabajo de tres años. Pero además, por si el desafío no fuera los suficientemente exigente, también quería batir el récord sudamericano. “Me arriesgué todo, por eso digo que no aprendí nada”, vuelven las risas.
El trabajo de tres años puesto en juego en una sola carrera. “Sí, es fuerte”, admite hoy. Pero analiza: “Por lo general, soy una atleta supertranquila. No me quedo con resentimiento hacia una distancia o hacia algo que no se pudo lograr, y eso me ha ayudado un montón. De hecho, cuando terminé el ciclo olímpico de Tokio, que no llegué, sí estuve mal una semana, pero a la semana siguiente ya estaba enfocada en el maratón, con muchas expectativas de que podía llegar”. Y rumbo a París, “eso mismo me fue ayudando a decir: ‘No pasa nada si no se logra, voy a seguir”.

La clasificación olímpica fue un objetivo cumplido para Borelli. “Me propuse disfrutar de todo. Me había costado tanto llegar… Por eso desde el primer día que pisé la Villa Olímpica, hasta que me fui, fue disfrute, disfrute y disfrute. Obviamente, vas a competir y en la carrera sos supercompetitiva, pero al habérmelo propuesto desde ese otro lado, lo disfruté muchísimo. En otros momentos, en otras competencias, me costó disfrutar, más allá del resultado o de una marca”.
Y además del disfrute, en la prueba de París le fue bien. “Varias veces me habían preguntado qué quería, a que aspiraba. Sabía que iba a ser una carrera dura, que por el calor, la humedad y el circuito podían pasar un montón de cosas que uno no puede controlar, como calambres, deshidratación, cansancio extremo. Y por suerte no me pasó. Mi objetivo era entrar entre las 20 primeras y entré 21, por eso terminé superfeliz”.
Con un registro de 2 horas 29 minutos y 29 segundos en la capital francesa, Borelli casi que no tiene dudas: “Creo que fue el circuito de maratón más duro que corrí en mi vida. Era como una carrera de trial, parecía que estábamos subiendo un cerro. De hecho, en algunos pasajes muchas corredoras africanas caminaban. Era raro, se veía que era un desafío terrible para todas”.
Y cumplido ese gran objetivo, ¿cómo se sigue? “Sí, me pasó mucho eso”, le responde a DIB acerca de cómo se trabaja la motivación pasado un Juego Olímpico. “Después de París, no me encontraba. Entrenaba pero me faltaba motivación, lo había dado todo: la preparación, las expectativas para los Juegos… Me quedé un poco vacía. Es más, no hace mucho me empezó a agarrar otra vez la adrenalina de querer correr, de seguir mejorando. Me llevó más de cuatro meses y medio. Traté de que sea un proceso, de entenderlo. Mi entrenador me explicaba que a muchos deportistas les había pasado algo parecido, que se desinflaron después de los Juegos”.
A futuro, todavía no se conoce la marca clasificatoria para Los Ángeles 2028. Pero podría servir de referencia la marca mínima para el Mundial que se realizará este año en Japón: 2 horas 23 minutos y 30 segundos. “Podría ser. Y ojalá que no la sigan bajando, porque si no, van a ir solo las africanas”, suplica entre risas.
En Sevilla, Borelli dejó el récord sudamericano en 2 horas 24 minutos y 18 segundos. ¿Es mucho o poco tener bajar un minuto su mejor marca personal? “Estoy cerca, estoy cerca”, opina, sin ocultar ambición: “Si bien considero que mi marca es buena, a nivel mundial están corriendo muy fuerte, y mi idea es dar un gran salto. Para eso tengo que seguir bajando en las distancias cortas, poniéndonos en el horizonte una marca de maratón mucho mejor de la que piden para clasificar. Como hicimos para París: pedían 2 horas 26 y yo clasifiqué con 2 horas 24. Siempre mi idea es ir con la mejor marca posible”.

Cachi: entrenamiento en altura
Por estos días, Borelli se entrena en Cachi, Salta, a más de 2 mil metros de altitud. “Es muy duro entrenar acá. Ya hace doce años que vengo y cada subida es diferente. Es el lugar ideal para los atletas: pocas distracciones, caminos de tierra, mucha piedra, no hay asfalto, subidas y bajadas, polvo; es parecido a Kenia”.
Por ahora, se entrena en distancias cortas. Su primera competencia, el mes que viene, será una carrera de 15 kilómetros en Miami, y a finales de marzo correrá en California, 10.000 metros en pista.
Es que Borelli alterna entre pruebas de pista y pruebas de calle. “Es muy personal lo que elige correr cada atleta”, le explica a DIB. “A mí me gusta variar porque por lo general me aburro un poco. De hecho, con maratón por ahora no quiero saber absolutamente nada, por lo menos hasta que no vea un poco más cerca el ciclo olímpico; es muy desgastante para el cuerpo. Está bueno correrlo, sí, pero para hacer una marca y que quede, no para hacer varios maratones. Entonces trato de mechar entre pista y calle, aprovecho que me gusta correr todo, y no me caso con ninguna prueba”.

La familia, red de contención
El primer contacto de Florencia Borelli con el atletismo fue a los 9 años, influenciada por su padre. “Mi viejo todavía corre”, agrega ella, y destaca que Saúl se dedicó al triatlón pero desde hace unos cuantos años solo corre -viaja todos los años a la maratón de Nueva York-. La madre también inculcó el deporte, tanto a Florencia como a su hermana melliza Mariana y a sus otros tres hermanos más grandes; la mayor fue atleta profesional y uno de los hermanos del medio, dicen, era el mejor de todos, pero no le gustaba el alto rendimiento. “Mis padres siempre fueron superdeportistas, y siempre intentaron que sus hijos hicieran deporte. Hice gimnasia artística y hasta llegué a ir a básquet, nada que ver. Hicimos de todo, hasta que nos encontramos con el atletismo”.
Con 32 años ahora (30/10/1992), Borelli lleva la mitad de su vida dedicándose en serio al atletismo. En 2009, a los 16, se clasificó al mundial de menores de Bressanone, en Italia, donde compitió en la prueba de los 2.000 metros con obstáculos. “Ahí fue donde empecé a dedicarme más profesionalmente”.

Y cinco años después, el embarazo. Milo cumple ahora 10 años y Borelli explica: “No corrí en todo el embarazo: primero porque no tenía ganas, y después porque no subía de peso, siempre fui menudita. Y la verdad, sobre mi carrera deportiva, no era algo que me tenía pensando qué iba a hacer, se fue dando”.
Es que diez años atrás, “eran otros tiempos”. “La mujer también estaba más limitada, después se fue abriendo un poco más todo”, opina Borelli.
Sobre cómo influyó la maternidad, “obviamente que te da fuerza”, explica, pero sin embargo ella destaca: “En lo que más me ayudó fue en acomodarme, mi hijo me ordenó mucho. Obviamente que a nivel hormonal los primeros meses sí se nota un cambio, pero eso después se va. A mí lo que me ayudó fue ordenarme, me hizo mejor en todo sentido”.

De París 2024, las dos maratonistas argentinas, Borelli y Daiana Ocampo, son madres, de Milo y de Amparo, respectivamente. “Siempre lo hablamos con ‘Dai’: no es que estás en desventaja, pero… En nuestro caso, Daiana y yo tenemos a nuestras parejas que nos ayudan un montón, en todo. Pero hay cosas que no se pueden, o que estás un poco más limitada”.
Borelli siempre habla del equipo. Es más, dice que con su hermana melliza Mariana corren “en conjunto”. “Lo vivimos así”, afirma. Y va más allá de su hermana. “Siempre digo que sin una red de contención, yo no podría correr. Y no solo desde lo físico, sino también psicológicamente. Mi familia me va a acompañar siempre y eso como atleta me permite decir: ‘No pasa nada si una carrera no sale, mi familia va a acompañar, y va a acompañar’. Porque lo hace del lado del amor y no del lado de la atleta, de lo que voy a rendir. Obviamente, después uno quiere que salgan bien las carreras, pero esa red de contención, a nivel mental siempre ha sido clave para mí”.
Es que para el alto rendimiento deportivo, “las madres deben soltar un montón”. “Lo ves en las competencias, en las Villas: atletas de primer nivel mundial, con sus hijos chiquitos, ellas concentradas, van las parejas un rato con los hijos y después ellas vuelven a meterse otra vez en lo suyo”. Y va a su experiencia personal: “Yo siempre fui más de ese team: Milo se queda con su papá y yo me concentro en lo mío. Porque si no, al final no terminás haciendo bien ninguna de las dos cosas. Entonces la madre, más allá de que necesita a su hijo, tiene que saber soltar. Y desde que Milo fue chiquito, lo solté un montón, en el sentido de que cuando estaba con él, era madre, estaba al 1.000 por cien. Pero cuando me tenía que ir, me iba y disfrutaba mi momento, mi carrera. Si no, sufría siempre: cuando estaba en mi casa quería estar en las carreras, y cuando estaba en las carreras quería estar con mi hijo. Hay que saber soltar, si no terminás enloqueciendo”.
Mar del Plata, cuna de deportistas
Mar del Plata es cuna de deportistas. No se limita al atletismo, ya que el arquero campeón del mundo de fútbol (Emiliano Martínez) es marplatense, o por ejemplo en París 2024 hubo representación de la ciudad en skate, tiro con arco y natación. Pero en atletismo, Mar del Plata es una plaza muy fuerte. De hecho en estos Juegos Olímpicos, además de Borelli compitió la también marplatense Belén Casetta, en los 3.000 metros con obstáculos.
¿Qué tiene Mar del Plata? Según Borelli, “lo que va forjando al atleta de Mar del Plata es el clima duro que hay en la ciudad”. Y agrega: “Más allá de que no hay altitud, hay muy buenos terrenos para entrenar, y eso nos va formando un montón. Por ejemplo, yo hago una base terriblemente buena en Laguna de los Padres, que quizá en otros lugares de Argentina eso no se encuentra”. Y entonces, como conclusión: “Los terrenos y el clima es un combo que permiten que salgan muchos buenos atletas, o los mejores”. (DIB) GML