LAPA: el sueño de un conde que unió los cielos bonaerenses y terminó en tragedia

La empresa fundada en 1976 viajó a pequeñas localidades del interior. Pero el 31 de agosto de 1999 un avión se estrelló en aeroparque y todo se terminó.

Un avión de la empresa LAPA.

Por Fernando Delaiti, de agencia DIB

“El avión impacta sucesivamente la antena del ILS, la reja perimetral, un refugio para espera de ómnibus, dos automóviles, una construcción pequeña correspondiente a un reductor de presión de gas, dos máquinas excavadoras y un terraplén donde se detiene”, dice el punto 16 de la sentencia dictada por el Tribunal Oral Federal Nº 4 en el juicio oral por el accidente de un avión de LAPA, ocurrido el 31 de agosto 1999 en la costanera norte de la Ciudad de Buenos Aires, frente al aeropuerto Jorge Newbery.

“Comienza un incendio al arrollar uno de los automóviles que es arrastrado bajo el fuselaje. El incendio se expande rápidamente al romperse las alas del avión y volcarse el combustible y al encenderse dos escapes de gas provenientes de cañerías rotas en un regulador de presión”, agrega el punto 17 sobre la tragedia que dejó el saldo de 65 muertos y 34 heridos.

En un veredicto que desató la ira de los familiares de las víctimas, el tribunal absolvió por mayoría al ex presidente de Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA), Gustavo Deutsch, al ex vicepresidente de la compañía Ronaldo Boyd, y a otros directivos, al considerar prescripto el delito de “estrago culposo”. Por eso no indagó en sus presuntas responsabilidades.

Los jueces, aunque en disidencia, aseguraron que “el avión ese día no registró desperfecto alguno” y que “el accidente estuvo centrado en el pilotaje”. Es decir, en la mira quedaron quien estaba al mando del Boeing 737-200, Gustavo Weigel (45), y el copiloto Luis Etcheverry (31). Ambos con muchas horas de vuelo. Sin embargo, ese día de invierno en la pista 13 de Aeroparque pasó algo, que terminó con el sueño de muchos argentinos y de una empresa que había nacido en 1976. 

A las 20.54, en pleno despegue del avión, la alarma de los flaps retumbó en la cabina durante 52 segundos. No obstante, fue ignorado por Weigel y Etcheverry, quienes de acuerdo al registro de la caja negra estaban más interesados en hablar de cuestiones y problemas personales. “No sé qué es lo que pasa, viejo, pero está todo bien”. Es lo último que se escucha antes de la tragedia, y la voz es de Weigel.

Si bien el desastre no fue solamente ocasionado por la desidia del piloto, la Justicia no lo entendió así y en 2014, la Corte Suprema decretó el fin de la causa. Pero la cadena de responsabilidades atravesó a civiles, militares y alcanzó a la cúpula de la empresa, que operaba con aeronaves averiadas o en condiciones irregulares, que fueron denunciadas por el ex piloto y director de cine Enrique Piñeyro. De hecho, en 2005 lanzó “Whisky, Romeo, Zulu”, la película que recrea en clave de ficción y documental el camino de errores humanos y alertas desatendidas que condujo hasta la tragedia.

Una imágen de lo que dejó la tragedia en 1999. (Télam/archivo)

Los primeros pasos

LAPA, que nació en 1976, tuvo un antecedente unos años antes: se trató de Transportes Aéreos Buenos Aires (TABA), una empresa privada que intentó, sin mucha suerte, unir los cielos de Aeroparque con localidades de la provincia de Buenos Aires. Desde 1958 y hasta fines de la década del ‘60, voló principalmente en aviones Beech 18 de cinco pasajeros a Pehuajó, Trenque Lauquen, Olavarría, Tres Arroyos y Necochea. Pese a los subsidios del Estado, quebró.

Recién en 1976 vio la luz LAPA, aunque comenzó a volar un año más tarde. Con el objetico de competirle a las estatales Aerolíneas Argentinas y Austral, la compañía del conde Claudio Zichy Thyssen ofrecía tarifas más baratas y tecnología de punta.

Con epicentro en el aeropuerto de La Plata, en un primer momento tuvo como destinos Mar del Plata y Pehuajó, ciudad ubicada en la ruta 5 y a 250 kilómetros de Santa Rosa. De hecho, con la presencia del entonces ministro de Gobierno militar bonaerense, Jaime Smart, el 21 de enero de 1978, se anunciaron los vuelos entre Pehuajó y el aeródromo de Don Torcuato. 

Ya hacia 1979 amplió su flota y los lugares hacia donde viajaba, por lo que en el inicio de la nueva década llegaba también a General Pico, General Roca, Necochea. Y años más tarde, antes de su venta en 1984, aterrizaba en Tandil, Tres Arroyos, Bahía Blanca, Junín, Villa Gesell, Santa Teresita, Concordia y hasta la uruguaya Colonia, según recuerda Pablo Potenze en Aviación Comercial Argentina 1945-1980.

En 1984 quien se hizo cargo de LAPA fue Gustavo Deutsch, un empresario vinculado al área textil y de supermercados, y que estuvo al frente de la empresa hasta el trágico accidente. El hombre nacido en Praga en 1936, murió, vaya la paradoja del destino, en septiembre de 2014 cuando la avioneta que él piloteaba se precipitó a tierra en el barrio La Isla del complejo Nordelta.

Tras un cambio de imagen, los primeros años fueron relativamente buenos para la compañía, con aviones más modernos (descartando los Shorts), aunque los reclamos por mayores subsidios estatales siempre estaban presentes. Más allá de eso, las rutas aéreas se habían ampliado hasta que a finales de la década del ’80, en plena crisis del Gobierno alfonsinista, LAPA se quedó con cinco escalas: Buenos Aires, Colonia, General Pico, Necochea y Tandil.

La llegada de Carlos Menem al poder cambió las reglas de juego del sistema aeronáutico. La privatización de Aerolíneas Argentinas y Austral junto a la desregulación del mercado llevó a Deutsch a pensar que podía dar una fuerte pelea en el sector y por eso hasta alquiló dos Boeing 737/200 con veinte años de antigüedad. A eso sumó vuelos charters, muy de moda en la época del 1 a 1. En 1995, volar de Buenos Aires a Mar del Plata o Tandil costaba $49 (o 49 dólares), mientras que a Salta $129.

Una publicidad de la compañía LAPA.

Viaje hacia el final

Hacia 1995, la compañía seguía su proceso de crecimiento, aunque ya no volaba a tantas ciudades del interior bonaerense. Contaba con más de diez aviones, pero tenía carencias en la atención al cliente y había demoras muchas veces en sus vuelos. Todo eso mientras hacia finales de la década controlaba un tercio de los vuelos de cabotaje y tenía más de mil empleados.

Sin embargo, y más allá de la visión expansiva de Deutsch, que quería convertir a la empresa en líder dentro de Sudamérica y ya viajaba hasta Estados Unidos, todo se derrumbó en el final de esa tarde del 31 de agosto, cuando el avión hacia Córdoba no levantó vuelo.

Aunque siguió volando un tiempo más con una flota reducida, ya nada fue igual, y en junio de 2001 fue adquirida por parte del dueño de la actual Corporación América, Eduardo Eurnekian. Ya en un país en crisis, en 2002, el empresario cedió las acciones de LAPA (rebautizada ARG) a la desconocida aerolínea boliviana, AeroSur. Mientras que en 2003, bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, se creó una aerolínea estatal para absorber al personal de LAPA y contrarrestar el poder de Aerolíneas Argentinas, en ese momento en manos del grupo español Marsans.

Esa empresa, terminaría siendo Líneas Aéreas Federales (LAFSA), la aerolínea estatal que nunca voló y que absorbió al personal de Dinar ya los 800 de LAPA.

El sueño del conde, y después del millonario Deutsch había llegado a su fin. Ya ni los habitantes de Tandil, ni Necochea, ni mucho menos los de Pehuajó, veían pasar esos aviones que alguna vez le habían puesto algo de ruido a los cielos bonaerenses. (DIB) FD

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