Por Andrés Lavaselli
Las inversiones extranjeras se transformaron en el tema central de la política bonaerense esta semana. Es lógico, en un contexto de dura recesión económica que todavía no muestra signos de reversión, asegurar los dólares que puede ayudar a cambiar de pantalla es un tema de primer orden. Lo interesante es que el escenario es más diverso y complejo de lo que parece: mientras la pulseada por la planta de GNL involucra de lleno a la oposición y acapara la atención, Axel Kicillof abre un frente inesperado, con China y los BRICS como socios que podrían aportar recursos y, además, diferenciación respecto del gobierno de Javier Milei.
El anuncio público de esa estrategia lo hizo el propio gobernador hace diez días: “fue un error no habernos incorporado a los BRICS”, dijo. El marco es importante: fue en un congreso de sinología, la disciplina que estudia el mundo chino, país clave en el funcionario de ese bloque. Estaba presente su embajador, Wang Wei. Carlos Bianco, ministro de Gobierno y encargado de las relaciones exteriores de la provincia, abrió en paralelo una “mesa china”, para ordenar las cada vez más frecuentes visitas empresariales y de funcionarios de ese origen. Sentó allí al exembajador Sabino Vaca Narvaja, de fuertes contactos en Beijing.
Después de que la canciller Diana Mondino retirara a Argentina de los BRICS justo cuando estaba a punto de convertirse el país miembro, la consolidación de una alianza con ese bloque tiene para Kicillof un costado político: llevar el juego de convertirse en el opuesto perfecto de Milei a un plano “presidencial”, las relaciones exteriores. Ser, en esto, también el Ying y el Yang. La lógica se extiende a la preferencia que Milei le da a los países occidentales, especialmente a EE.UU. “Los chinos no solo cumplen con lo que anuncian, son una potencia en expansión”, definió cómo entienden la diferencia un alto funcionario provincial consultado por DIB.
Brasil tiene también un rol central: Dilma Rousseff, la expresidenta de ese país, encabeza el banco de inversiones de los BRICS. Hace unos días, en un zoom, Bianco le presentó varios proyectos de inversión y hubo una primera respuesta favorable. Rousseff es una aliada política estrecha de Luiz Inacio “Lula” Da Silva, el presidente brasileño que se niega a un acercamiento con su par argentino después de que lo tratara de “corrupto” y de “comunista”. Las inversiones no se definen por criterios de cercanía política, pero las afinidades, incluso las personales, existen, dicen en La Plata. Dato clave: son iniciativas de concreción rápida.
Hay un dato que cruza escenarios: el gigante de la industria química china CPCG pondrá US$ 1.250 millones para construir una planta de urea y otra de fertilizantes en Argentina. ¿Dónde? En el puerto de Bahía Blanca, terminal que está en el centro de la disputa de Kicillof con Milei por la construcción de la planta que permita exportar por mar el gas que se extrae de Vaca Muerta. La disputa es con una terminal de Río Negro, provincia gobernada Alberto Weretilnek, un aliado del presidente que entró en la discusión luego de aportar votos para la sanción de la Ley Bases, el principal logro político del gobierno libertario hasta ahora.
La definición de lugar en el que YPF asociada con la malaya Petronas harán la planta se conocerá a fines de agosto. Antes, Kicillof enviará a la Legislatura un proyecto de régimen de inversiones propio cuyos detalles son objeto de un sinfín de especulaciones. La oposición rechazó una convocatoria para discutir cómo debería ser con actores bahienses (políticos, representantes del puerto) en la ciudad. En PRO, UCR y CC afirman que no impulsarán un proyecto de adhesión al RIGI nacional porque eso sería “casi promover un golpe institucional” contra el Gobernador, pero tampoco quieren darle una foto de unidad en defensa de su estrategia en esta pulseada.
Kicillof está en una coyuntura incómoda: si adhiere al RIGI nacional para no dar excusas a que la inversión termine en Rio Negro, se expone a darle un triunfo a Milei sin garantías de que la planta se haga en Bahía Blanca. Si no lo hace, podría dar argumentos a una decisión desfavorable al destino bonaerense que en realidad se tome por motivos políticos y no técnicos. Por eso es importante el proyecto que enviará a la Legislatura: allí podría cifrase la respuesta del gobernador a ese intríngulis, más allá de que él rechace que adherir al régimen nacional sea determinante. “No cambia nada”, dijo hace unas horas Bianco.
Un detalle final, de las últimas horas, agrega condimentos. Se trata de la contratación de la consultora norteamericana Arthur D. Little, para auditar el proceso final de elección de la sede de la planta. En Nación dicen que es para asegurar la transparencia, en Provincia lo describen como una instancia hasta ahora no contemplada, sobre la que plantean un interrogante de fondo: “¿existirá una necesidad de dotar de credibilidad a una decisión que se tome más allá de las evidencias técnicas’”, se preguntan. (DIB)