Por Gastón M. Luppi, de la redacción de DIB
“Llevar la bandera significa un mimo al corazón, un mimo a la carrera que uno hizo como deportista, a todo el esfuerzo. Pero por sobre todas las cosas, es un mimo a lo que soy como persona y a todo lo que transmito dentro y fuera de la pista. Para mí es un logro ser el abanderado en París, ya casi llegando al final de mi carrera. Porque también es representar a los que lucharon para llegar a los Juegos y no lo pudieron lograr. Y representa el esfuerzo, mi constancia para llegar a este Juego”.
Hernán Barreto, junto a Constanza Garrone (tenis de mesa adaptado), serán los abanderados de la delegación argentina en los Juegos Paralímpicos París 2024, en agosto. Para el velocista nacido en Zárate, estos serán sus cuartos Juegos, después de Londres 2012, Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020. “Ahora la gente me reconoce como deportista, no como un chico con discapacidad”
“Tengo 32 años y son casi dos décadas en el deporte”, le cuenta Barreto a la agencia DIB desde Lobería, su lugar de entrenamiento. “Uno nunca termina de dimensionar lo que significa llegar a un Juego Olímpico o Paralímpico. Los deportistas entrenamos cuatro años para esto y a veces las cosas se dan por alguna milésima de segundo, o no se dan. Y muchas veces te entrenás sabiendo que no vas a ganar, pero seguís entrenando como si fueras a hacerlo”.
Barreto le dio al atletismo argentino medallas en Londres 2012 y en Río de Janeiro 2016. También estuvo en Tokio, donde no se subió al podio. Y llega a París, en lo que él dice es el tramo final de su laureada carrera. “¿Qué me motiva? Nunca fui medallista de oro. Ahí pongo todos los pergaminos”.
“El deporte me salvó dos veces”
Hernán Barreto va por los veinte años de carrera deportiva. Y dice: “A mí el deporte me salvó dos veces. La primera, cuando era chico, que me sacó de la violencia de parte de mi papá. Y si bien ahora estoy muy bien con él, es una parte de mi vida que no borro. Es para contar, para que personas que hayan pasado por violencia intrafamiliar puedan salir, contar su vida, reinsertarse en la sociedad”.
Y hace unos pocos años, el deporte volvió a ser salvavidas. “Falleció mi hermana más chica y mi mamá, que estaba enferma, no lo pudo superar y murió dos meses después. Obviamente, me golpeó muchísimo, pero también me empoderó: quizá si me hubiese quedado con el Hernán chico, psicológicamente me hubiese tirado abajo. Ahí estuvo también el acompañamiento de mi entrenador, que no ve en mí solamente a un deportista, sino también a una persona”.
El deporte se cruzó con Barreto cuando él estaba en la escuela. “A mí siempre me gustó el fútbol, era muy bueno corriendo. Cuando íbamos a jugar con mis hermanos, me ponían de lateral: bajaba y subía, bajaba y subía, corría como loco. Por ahí me pegaba un golpe, pero amaba jugar el fútbol”. Y fue una profesora de la escuela, Norma Mayol, la que le vio condiciones para el atletismo de velocidad: “Le debo mucho a ella, porque sin ella ni siquiera hubiese conocido el mar. No hubiese llegado nunca a nada, hubiese terminado como muchos chicos con discapacidad, dependiendo de una pensión, no hubiese podido insertarme en la sociedad”.
Con el deporte, “encontré la manera de poder salir adelante”, opina Barreto. “Después vinieron un montón de cosas que uno se las fue ganando. Quizá, si no hubiese sido medallista, no hubiese tenido nunca mi trabajo, soy consciente de eso”.
En un primer momento, Barreto dejó el estudio, pero luego retomó y lo concluyó. Y en cuanto al trabajo, desde hace ya unos años se desempeña en el área de discapacidad del municipio de Zárate.
El trabajo por sobre las medallas
Hay un nombre propio que es central en la carrera deportiva -y en la vida- de Hernán Barreto: Ariel González, su entrenador en Lobería. De París, la motivación pasa por aquella medalla de oro aún pendiente. “Hasta donde me dé el cuerpo, lo voy a intentar. Empujado por mi entrenador, que es parte de mi vida, mi sostén en la pista y en los entrenamientos”. Y explica: “Yo pensaba retirarme en Tokio 2020 y hoy estoy en mi cuarto Juego, y esto también se lo debo a él, porque es el que sigue confiando en mí. Y porque ve en mí lo mismo que vio en 2008, cuando me encontró por primera vez”.
En 100 y 200 metros, Barreto ganó medallas paralímpicas en Londres 2012 y en Río 2016. Pero en Tokio 2020 -en 2021- se quedó fuera del podio. Sumó quinto y sexto puestos, dos diplomas paralímpicos. “En esos Juegos tenía una ilusión muy grande, venía de momentos complicados. Después pasó lo de mi hermana, lo de mi mamá, estuve al borde de la depresión. Y hoy estar otra vez en un Juego…”.
Mira para atrás y analiza: “Creo que en la derrota también se aprende. Lo de Tokio me va a ayudar mucho, porque soy una persona que estaba acostumbrada a ganar y en el deporte no siempre se gana. Yo de Japón me volví con una frase que la tengo grabada: no perdí la medalla, me la ganaron, fueron mejores que yo. El trabajo estuvo hecho, se vio reflejado, bajamos la marca. Se pierde cuando no se logran esos objetivos, las metas personales”.
Y vuelve a la figura de su entrenador. “Quise darle valor al trabajo de mi profesor, porque muchas veces no ganar una medalla opaca todo. Quizá hiciste la mejor carrera de toda tu vida, pero no se te dio la medalla y eso no significa que haya estado mal el trabajo de cuatro años. Uno no toma dimensión de lo que es prepararse durante cuatro años sin lesiones, o con lesiones; con lo que le pasa a la familia; con todo lo externo, porque detrás de la vida de un deportista hay una persona. Son muchos los factores que uno va sorteando para llegar a un Juego y no siempre se corona con una medalla”.
Por eso, Barreto le da mayor valor a todo el trabajo de estos años que a las medallas en sí. “Todo lo que hemos recorrido, los cuatro períodos de cuatro años, no es poca cosa. Todo el trabajo con las mismas personas, desde que salí de la nada, de estar en una casa casi de cartón a hoy tener mi casa gracias al deporte. Todo eso lo pongo en valor. Las medallas son una circunstancia que quedan para el rédito personal, para el día de mañana poder contárselo a mis hijas, a mi familia. Pero, ¿qué hago con esas medallas? Yo las aprovecho para empoderar a las personas con discapacidad. Hay gente que me ve como reflejo y cada momento que tengo la oportunidad, aprovecho para empoderar a las personas con discapacidad”.
Y a propósito de medallas, “ser medallista en un Juego es lo más grandioso que puede pasarle a un deportista”. Sin embargo, Barreto no tiene dudas: “Lo más importante de mi carrera, de mi vida, son mis hijas, las medallas más importantes que tengo”.
El entrenamiento en Lobería
“Lobería es parte de mi vida”, le explica Barreto a DIB. Yo vine acá siendo muy chico, tenía 14 años, 15 años, es mi segunda casa”. Allí alquila un pequeño dúplex, en el que vive durante los períodos más intensos de entrenamiento. “Vengo a Lobería porque mi entrenador es de acá y mientras los resultados nos acompañen, voy a seguir con él”.
Estar en Lobería implica estar lejos de sus hijas, que viven en Zárate. Y hace unos días no pudo viajar para el cumpleaños de una de ellas, por costos y tiempos.
“A veces uno cree que si no se entrena dos días, no pasa nada. Pero esos dos días mis rivales están entrenando y te están queriendo ganar; te están sacando media medalla. Si uno no se toma las cosas en serio, es muy difícil mantenerse ahí. Por eso siempre digo: vengo a Lobería y vengo a entrenar, a entrenar en serio, hasta que me duela todo”
Barreto deja de lado muchas cosas por estar en Lobería. “Hay días que no tengo ganas de entrenar, pero piso la pista, me olvido y trato de dar lo mejor. Detrás de lo que soy como deportista están mis hijas, y todo el tiempo que les robo a ellas tiene que tener un sentido. Mucha gente no toma dimensión de lo que es ser un deportista de alto rendimiento. Creo que he llegado en buenas condiciones a mi cuarto Juego por lo que soy en la pista y por lo que me he cuidado fuera de ella”. Y concluye: “A los 16 años un deportista puede ganar medallas, sí. El tema es llegar a los 32 años, ahí se ve el verdadero ‘cómo te cuidaste, cómo fue tu vida deportiva’”.
Concientización
Según Barreto, tiempo atrás “a las personas con discapacidad se las veía diferentes. Hoy por hoy hemos cambiado el paradigma y la difusión del deporte paralímpico ha contribuido mucho a eso. La sociedad fue comprendiendo que no todos somos iguales”. Y reflexiona: “Discapacidad, incapacidad… ¿Quién es quién para decirle a alguien que no es capaz de lograr algo? Además, a veces pareciera que la palabra ‘discapacidad’ es como un cartelito que te ponen. Antes que discapacitados, somos personas, y primero está el nombre. Pero creo que vamos camino a terminar con esas cosas, que vamos mejorando. Muchas veces la gente cree que está ajena a tener una discapacidad, y la realidad es que nadie está exento. Muchos se dan cuenta cuando les toca, ven una realidad diferente a la que creían”, y sintetiza: “Todavía falta mayor concientización, que la sociedad se ponga en el lugar del otro”.
Cien metros en 12 segundos
La semana pasada, Hernán Barreto participó de un foro. Y a modo de desafío, preguntó a los presentes quién era capaz de correr cien metros en 12 segundos. Ahora va por más: “Mi anhelo para poder lograr una medalla es correr en 11,90 segundos. Es difícil, pero los sueños son sueños hasta que uno los concreta”.
Barreto compite en atletismo de velocidad, categoría T35. Nació con una parálisis cerebral espástica, clasificada como diparesia. “Pero podés poner: cinco medallas de oro y dos de plata en Juegos Parapanamericanos, dos medallas de plata y tres de bronce en mundiales, tres de bronce en Juegos Paralímpicos”. (DIB) GML