Juan Carlos Mastronardi (57 años) ingresó al cajero automático con dos alforjas de lona para reponer el dinero mientras su acompañante, Héctor Montenegro (58), se quedó en una de las puertas para vigilar la operación. En no más de 30 segundos, los custodios de la empresa Juncadella fueron atacados a tiros en una operación de la que participaron cinco delincuentes. Todo ocurrió a la vista de una veintena de personas que estaban en la estación de servicio Don Rodolfo, situada a dos cuadras del Calvario de Tandil.
El hecho que conmocionó a la localidad serrana ocurrió el 25 de julio de 2000, aunque su planificación comenzó semanas antes. Es que la banda estudió paso a paso cómo era la reposición de dinero en ese cajero del Banco Provincia de la estación Repsol-YPF.
Para ello, ese mediodía, tres de los delincuentes se “mezclaron” con vecinos que comían algo en el salón del lugar. Al primero que redujeron fue a Montenegro, con un golpe en la cabeza y varios disparos. Otro de los atacantes hizo lo propio con Mastronardi, que no tuvo casi tiempo a reaccionar.
Fueron sangrientos, brutales, sin compasión. De hecho, uno de ellos no conforme con los primeros disparos, ejecutó a uno de los custodios tras colocar su pistola debajo del chaleco cuando estaba ya tendido en el piso. Los suboficiales retirados de la Fuerza Aérea Argentina murieron horas después en el Hospital Ramón Santamarina.
Con las sacas en su poder, los asaltantes, siempre a cara descubierta, escaparon del lugar en un automóvil Fiat Uno blanco con vidrios polarizados. Pero en el apuro, perdieron uno de los bolsos y por eso sólo se hicieron con un botín de $14.000. Claro está, que en años que todavía existía el 1 a 1 con el dólar.
Infierno grande
Tandil, por esos años, atravesaba por una serie de crímenes que mantenía en vilo a sus 90.000 habitantes. Los casos del remisero Fabián Garmendia, el productor agropecuario Juan Alberto Cano o el jubilado Domingo Pastor, habían colmado la paciencia. De hecho, había habido más de una marcha para pedir justicia y seguridad.
En ese ambiente enrarecido, tres de los integrantes de la banda cayeron al poco tiempo. Mauricio Martín Binasco (el primer detenido), Jorge Miguel Balsas y Jorge Agustín Fente fueron reconocidos por algunos de los testigos. Ninguno de ellos era oriundo de Tandil y sus coartadas fueron desmanteladas por los investigadores.
El vínculo con la ciudad era Ricardo Javier Polich, otro de los integrantes de la banda, pero que recién fue detenido en 2018, catorce años después del hecho. Lo buscaron por La Pampa, Córdoba y el Gran Buenos Aires, pero nunca lograban atraparlo. Con identidades falsas pudo escabullirse hasta ese año, que quedó tras las rejas para esperar el juicio. El otro que cayó más tarde fue Luciano “El Tuerto” Dabos Laffite, uno de los que efectuó los disparos mortales en la estación de servicio.
Las relaciones entre ellos, una huella dactilar en uno de los cartuchos donde se guardaban los billetes como también el ticket de la verdulería que dejó “pegado” a Binasco, fueron algunas de las pistas que le permitió a la Justicia condenarlos a reclusión perpetua, aunque en procesos diferentes. Los primeros tres detenidos en un juicio en 2002, Davos Lafitte cuatro años más tarde y Polich recién en 2018.
Un caso particular fue el de Davos Lafitte, que al momento de producirse el sangriento asalto estaba prófugo: se había escapado de la cárcel de Batán donde cumplía una pena por participar en el asesinato de un policía en Mar del Plata. Lo curioso de la historia de “El Tuerto”, conocido así porque tiene el ojo izquierdo completamente blanco, es que a fines de 2023, y a sus 73 años, se escapó de la cárcel de Batán por segunda vez en siete años. Se aprovechó del régimen de detención abierto, pese a que quedaría en libertad en 2025. (DIB) FD