Xul Solar, el artista infinito que creó mundos propios, mágicos y misteriosos

Nació y murió en el Delta del Río Paraná, en la provincia de Buenos Aires, pero fue un ciudadano universal. Habitó distintos suelos y en todos dejó huella; fue artista plástico y un precursor e inventor sin precedentes.

Xul Solar, el artista infinito que creó mundos propios, mágicos y misteriosos.

A Xul Solar no le alcanzaba el mundo, por eso creó un universo mágico y misterioso que lo convirtió en un artista inigualable. Fue acuarelista, dibujante, diseñador, arquitecto, escritor, astrólogo, numerólogo y hasta inventó su propio lenguaje. Reconocido entre los grandes vanguardistas de su época, forjó una gran amistad con Jorge Luis Borges, quien lo recordó como el hombre infinito.

Xul Solar nació en el Delta del Río Paraná, más precisamente en San Fernando, el 14 de diciembre de 1887. Sus padres lo bautizaron como Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari. Comenzó sus estudios primarios en la escuela N° 1 de Tigre y los terminó en el Colegio Franco Ítalo Argentino. Luego, inició la secundaria en el Colegio Inglés, pero al año siguiente su familia se mudó a la Capital Federal y siguió estudiando en la Sección Norte del Colegio Nacional de Buenos Aires.

Alejandro, como lo llamaban en su casa, tuvo desde muy chico un espíritu curioso e inquieto: estudió violín, pero tuvo que dejar de tocar porque se dislocó un hombro al caerse de un caballo; cuando terminó el colegio se anotó en la carrera de arquitectura, pero la dejó dos años después; tras ello, fue empleado municipal en la ciudad de Buenos Aires pero duró poco en ese trabajo.

Mientras tanto, Alejandro pintaba, escribía, leía y disfrutaba con gran sensibilidad de diferentes expresiones artísticas, sobre todo de la música, una pasión que había heredado de su abuelo compositor. Sabía que había algo más allá, que la vida tenía otros planes para ofrecerle y que él podía darle al mundo aún mucho más, pero esa búsqueda lo impacientaba; tanto que en 1910, cuando tenía 23 años, escribió: “¡Hasta cuándo! Hoy otro rechazo; reveo mis fracasos y tristes abortos de ilusiones. Cada vez es más vivo el deseo de mi primer drama, largo grito, aullido de odio, ferocidad, misticismo inquieto y punzante despecho”.

En 1912, aún entre idas y vueltas, decidió emprender un viaje a Europa. Se embarcó el 5 de abril de ese año con más dudas que certezas, pero con una curiosidad voraz, y volvió a la Argentina 12 años después, en 1924, ya transformado en Xul Solar.

En su diario de juventud, también escribió: “Embriagado de algo de música y de pasión orgullosa, anoche proyecté seguir mi música propia; esta mañana quise fundar una nueva religión sobre mi arte y crear un mundo para mis seguidores”.

Ya en Europa, el primer destino fue Londres, pero enseguida viajó a París y de allí a Turín, ciudad en la que permaneció durante varios meses. En ese período europeo antes de la Primera Guerra, Xul conoció a otros artistas, visitó museos y galerías, librerías y bibliotecas; participó de reuniones religiosas y filosóficas, se volcó al estudio, a la investigación y a la astrología.

Para sobrevivir, vendió retratos callejeros, ilustró libros y revistas, diseñó mosaicos, muebles, creó títeres, escenografías para teatros y decoró vidrieras. Mientras tanto, asistía a las academias en las que podía tomar clases pagando un precio muy bajo.

Durante la guerra, cosió bolsas en París con mercadería para el frente de guerra, pero también aceptó las invitaciones de familias acaudaladas y la ayuda de funcionarios. Trabajó durante un tiempo en el consulado de Argentina en Milán y en el de Munich.

De esta época son sus primeras obras influenciadas por el expresionismo, realizadas al óleo y en témpera, como Nido de fenices, un óleo sobre cartón en el que pintó la imagen de un ave, en el que predominan los colores ocre y naranja. Ya entre 1914 y 1915, hizo varios trabajos en acuarela. Y es justamente en uno de ellos en el que aparece la firma “Shol Solari”, un primer acercamiento al que sería su nombre artístico definitivo.

Si bien viajó por varias ciudades de Europa, Xul tenía base en una casa de Zoaglia, en el norte de Italia, donde una parte de la familia de su madre lo recibía en los veranos y en las fiestas de fin de año.

En París, conoció a Aleister Crowley, uno de los ocultistas más importantes del siglo XX, con quien buscó ampliar sus conocimientos esotéricos, un universo de ideas que había ganado terreno en la Europa en guerra y que convivía en tensión con el pujante progreso científico. Xul quería aprender a sistematizar la manera de tener visiones a través de los 64 hexagramas del I Ching, saberes que con el tiempo volcó en un libro que llamó Los San Signos.

En 1916, viajó a Florencia y conoció a Emilio Pettoruti, célebre pintor argentino con quien tuvo una fuerte amistad, un vínculo de aprendizaje y admiración mutuo que duró hasta su muerte. Fue en aquel tiempo en el que Alejandro comenzó a llamarse Xul Solar. En 1924, decidieron volver juntos a la Argentina.

Su regreso a la Argentina

Cuentan que viajó con unos 300 libros sobre todas sus áreas de interés, que eran muchas y muy diversas, lecturas que había logrado sistematizar de una manera muy particular. En la Argentina, fue a fondo con todos esos conocimientos y tuvo una prolífica etapa artística: pintó oleos sobre cartón, acuarelas, ilustró y creó cartas de tarot, fabricó títeres para adultos, realizó una recreación del juego de ajedrez a la que denominó Pan-ajedrez (porque podría ser jugado en cualquier parte del mundo), participó de proyectos arquitectónicos y diseñó nuevas versiones de instrumentos musicales.

Y como si eso fuera poco, a esa inmensa producción de objetos artísticos, le sumó también indagaciones sobre nuevos modelos lingüísticos. Creó dos lenguas propias: el neocriollo y la panlengua, una especie de síntesis de culturas, destinadas a ser utilizadas por toda la humanidad.

Xul Solar estudió el Tarot, las leyendas celtas y la Edda Mayor, la Cábala y el Corán, las fuentes del hinduismo, el budismo y los cultos de la América precolombina. Esos mundos están presentes en acuarelas como Tlaloc, en sus lecturas pictóricas del Tarot y en sus versiones luminosas del Zodíaco.

Entre las invenciones de Xul Solar se incluyen además un sistema duodecimal, los planos para una ciudad ideal, el fútbol múltiple, el receptor radial o el telefónico adosado al cráneo. Sus grafías, el uso de signos, letras, números, formas, banderas y símbolos hoy son habituales en el diseño gráfico y el diseño periodístico e industrial. “Todos somos discípulos de Xul, incluso aquellos que no saben quién fue”, afirma Álvaro Abós en su biografía sobre el artista, titulada Xul Solar. Pintor del misterio.

Su vida personal

El 13 de agosto de 1946, a las 12:20, Xul se casó con Lita, una seguidora con la que compartía la curiosidad y el amor por el arte. Eligió cuidadosamente la fecha de la boda para lo que hizo el cuadro zodiacal de ambos. Xul tenía 59 años y ella, 44.

Si bien pintó más de 2000 cuadros con un estilo único y vanguardista, su biógrafo asegura que Xul Solar no vivía de sus obras, sino de hacer cartas astrales y horóscopos.

A Xul lo apreciaban muchísimo los escritores de su época, en particular Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal, de manera tal que lo incluyeron en sus libros. Borges lo hizo en innumerables escritos y hasta lo nombró coautor de algunos de sus cuentos; y Marechal, lo incluyó como personaje en su gran novela Adán Buenosayres, como el astrólogo Shulze, amante del cielo y de los enigmas.

El biógrafo Álvaro Abós cuenta que la relación entre Borges y Xul comenzó en 1924, cuando se encontraron en un café en Buenos Aires. Xul le contó sobre los 300 libros que había traído de Europa y cuando Borges conoció su biblioteca sellaron un vínculo para siempre. De hecho, como Borges sobrevivió largamente a su amigo, se convirtió en un divulgador constante de su obra y también en un contador de anécdotas.

En 1954, Xul Solar compró una casa en el delta del Tigre, una cabaña rústica sin luz eléctrica ni gas. Con el tiempo fue creando un bosque donde plantó robles de pantano, ciruelos y casuarinas. También fabricó con sus propias manos la mayoría de los muebles.

Se mudó junto a Lita en 1957, lugar que se convirtió en su último refugio. Murió allí el 9 de abril de 1963 tras sufrir un infarto. Inventor, vanguardista y revolucionario, en su obra convivieron la magia, el arte y el esoterismo; el misticismo y la inquietud intelectual. Sus creaciones despiertan admiración y curiosidad, y aún persiste el enigma sobre aquel hombre infinito, que se convirtió en ciudadano universal. (DIB)

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