La noche de 1965 en la que un ovni dibujó una “parrilla” en el cielo de Bahía Blanca

El año 1965 marcó otro punto de inflexión en la historia ufológica de la ciudad del sur bonaerense, con ovnis que dejaron extrañas marcas y provocaron efectos físicos en los testigos.

Bahía Blanca tiene más misterios que contar. (Foto: estkm29.blogspot.com / edición del autor de la nota)
Bahía Blanca tiene más misterios que contar. (Foto: estkm29.blogspot.com / edición del autor de la nota)

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

La ciudad de Bahía Blanca ha aparecido repetidas veces en estas crónicas de lo extraño. Las luces en el cielo, los relatos de testigos y hasta las denuncias de abducciones captaron y captan la atención de los habitantes de la localidad del sur bonaerense desde hace muchos años. En esta ocasión, el relato se centrará en un invierno muy particular, el de 1965. En julio de ese año se vieron varios platos voladores en Bahía que fueron registrados por las cámaras, provocaron extrañas sensaciones en quienes los vieron y hasta dejaron marcas muy particulares en las placas fotográficas.

Según cuenta el especialista Héctor Anganuzzi en su obra fundamental “Historia de los platos voladores en la Argentina”, el científico Enrique Ferraz dijo que en Bahía Blanca “es muy común que los radioaficionados, operando en onda corta, digamos que ‘no hay propagación’ y carguemos las culpas a interferencias producidas por manchas solares; pero yo he ido a tomar un telescopio, he mirado el Sol y no he visto ninguna mancha. Hay factores extraños, aparentemente inexplicables, que están incidiendo“.

Estos “factores inexplicables” se manifestaron el 4 de julio de 1965, y de qué forma. Esa noche el fotógrafo Hugo Eleazar Taboada persiguió en su motoneta un objeto que brillaba en el cielo y que semejaba “una bola de fuego”. En el vehículo intentaba ubicar un buen lugar para tomar fotografías. Llegó a la esquina de Avenida La Plata y Vieytes, un lugar que hoy en día todavía ofrece un cielo despejado, así que es posible imaginar la visión de esa noche de hace seis décadas.

Taboada miró al platillo, que despedía luces verdosas. El objeto permaneció quieto por unos instantes y luego tomó velocidad con rumbo noreste, como yendo hacia Coronel Pringles o Sierra de la Ventana. Resignado a no conseguir una buena imagen, el profesional enfocó al infinito con su cámara Agfa Silette de 35 mm. Puso el diafragma en 2.8 y abrió el obturador durante tres segundos.

Ese tiempo hubiera sido suficiente para registrar al objeto anómalo como una tenue línea en el negativo, pero cuando Taboada reveló el rollo vio algo insólito. El ovni, una masa lenticular, había dejado un rastro, sí, como una estrella fugaz; pero en primer plano se destacaba la forma de una pantalla de televisión recorrida por líneas verticales. Como si una sucesión de destellos, invisibles al ojo del observador pero no a los cristales de plata del film, se hubieran producido en el espacio de esos segundos en los que fue tomada la foto. Taboada, con humor, bautizó la imagen como una “parrilla”.

La extraña “parrilla” que dejó el ovni en la foto de Hugo Taboada. (En “Historia de los platos voladores en Argentina”)
La extraña “parrilla” que dejó el ovni en la foto de Hugo Taboada. (En “Historia de los platos voladores en Argentina”)

Anganuzzi especula con que esas líneas podrían dibujar “tal vez un mensaje, enviado a otra aeronave que los testigos no alcanzaron a ver, mediante un sistema ajeno a toda explicación por parte de nuestra ciencia actual”.

“Grande como un lucero”

Diez días después, el 14 de julio, tres estudiantes secundarios vieron “un objeto luminoso, de colores variables amarillo, azul y rojizo, de un tamaño excepcional”. “Era grande como un lucero”, declaró a La Nueva Provincia uno de los chicos, de 15 años. Era Juan Pablo Baylac, de 15 años, que más tarde llegó a ser un reconocido dirigente de la Unión Cívica Radical, diputado nacional y vocero del expresidente Fernando De la Rúa.

Muchos años después Baylac contó que “saliendo de una reunión de amigos vimos una luz extraña que se movía y llamamos a La Nueva Provincia, que vino con una máquina fotográfica muy moderna y luego mandó la imagen a la NASA”.

El aterrizaje

Mientras tanto, el 19 de julio de 1965 a las siete y media de la noche, en Villa Rosa, en ese entonces un “caserío” a tres kilómetros de la ciudad, Eleuterio Gómez estaba “en el patio entrando los canarios”.  Y de pronto vio en el cielo “en dirección al canal Maldonado, una luz rojiza que avanzaba hacia mí. Después de unos minutos se hizo tan intensa que me cegaba. Llamé a mi mujer. Con un poco de miedo nos metimos en la cocina y seguimos mirando desde la ventana. Entonces notamos que del objeto grande salía otro más chico y se dirigía a tierra. Estuvo parado unos cinco minutos, al cabo de los cuales volvió al grande, que desapareció en la lejanía”.

Otro testigo cercano, llamado Jacobo Lacher, también tuvo miedo pero de todos modos se le ocurrió una buena idea. Relató: “Salí de mi casa, en la calle calle Paunero al 2000, para esperar a mi hija Telma que debía regresar del trabajo. De pronto, una ‘cosa grande’ que se me venía encima me impidió ver, pues tenía una luz violenta, increíble. Traté de mirar hacia la izquierda, a un potrero que hay a unos 500 metros y vi un objeto luminoso que se posaba en el pasto”.

Lacher aseguró que sintió “una especie de amnesia y mucho miedo”, pero pensó en que su vecino José Palma, fotógrafo profesional, podía estar en su casa y fue a buscarlo. “Le conté como pude, nerviosamente; los dos volvimos al lugar y él lo fotografió” al objeto, continuó el testigo.

Palma obtuvo un par de fotografías. Una de ellas captó el momento en el que ovni estuvo posado en el suelo, y parece un “sol naciente” que ilumina el terreno. “En la otra, ya en el espacio, aparece un óvalo acostado y, más allá, se ven dos espectros luminosos paralelos —como cortos zig-zag— que nadie había advertido”.

Palma comentó luego que “no podía creerlo, gatillé por instinto, tenía un susto bárbaro”. Más tarde, el fotógrafo dijo que esa noche no era sólo miedo lo que pasó por su mente, sino que hubo algo más. “Las luces eran muy fuertes y causaban en mí una sensación de mareo que me imposibilitaba actuar normalmente. Era como si ejercieran una influencia hipnótica en mi ser, al extremo de anular mis impulsos. Tuve que hacer un gran esfuerzo para salir de ese trance”.

Pasó el tiempo y en el medio continuaron los hechos anómalos en la localidad. Y la pregunta es la misma de siempre: ¿Qué pasa en Bahía Blanca? (DIB) MM

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