Aurora Venturini, la escritora por “fatalidad” que cautivó con su estilo corrosivo e irreverente

Nació en La Plata en 1922. Publicó más de 40 libros, pero recién obtuvo popularidad a los 85 años cuando ganó un concurso literario bajo un pseudónimo. Fue amiga de Evita y eso le costó el exilio. Se codeó con Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus.

Aurora Venturini, la escritora por “fatalidad” que cautivó con su estilo corrosivo e irreverente.

Por Marien Chaluf, redactora de Agencia DIB

Tan genial como desconcertante, Aurora Venturini cautivó al universo literario con la crudeza de su escritura; de estilo único e irreverente, creó escenas familiares monstruosas protagonizadas por mujeres que se debatían entre la deformidad, el infortunio y la locura. Tuvo una vida dedicada a las letras y publicó más de 40 libros entre novelas, cuentos, ensayos y poemas, pero obtuvo popularidad recién a los 85 años, cuando ganó un concurso bajo el pseudónimo de Beatriz Portinari.

Nació en 1922 en La Plata, ciudad que amó y convirtió en escenario de sus historias; y donde vivió gran parte de su vida, excepto cuando tuvo que exiliarse en 1956. Hija de una maestra y un padre ausente, creció entre el desamor filial y la incomprensión. Se fue de su casa a vivir sola a temprana edad, algo que se estilaba muy poco para la época.

Se graduó en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y luego también estudió Psicología. Su formación la llevó a trabajar en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor (Minoridad), donde conoció a Eva Perón, de quien fue amiga íntima y con quien trabajó codo a codo.

“Tuvo una vida tan fugaz y tan intensa que cuando pienso en ella me parece un sueño. Yo conté con el privilegio de su rara amistad y les aseguro que nunca nadie me maltrató tanto ni me quiso tanto como Eva Perón”, escribió Venturini en Eva, Alfa y Omega, una novela de 1969 que fue reeditada en los últimos años, y que oscila entre las memorias y la ficción sobre aquel vínculo.

Es que la vida de Aurora Venturini también se pareció por momentos a una ficción. No solo por la intensidad de los sucesos que la tuvieron como protagonista, sino también porque algunos de sus relatos biográficos sufrieron matices y distorsiones con el correr del tiempo.

“¿Qué es la verdad en una vida? Todos ficcionamos nuestra vida, todos elegimos algún momento que nos parece el más representativo, pero ella lleva esto al extremo”, afirma en una entrevista a Tiempo Argentino Liliana Viola, autora de Esta no soy yo, la biografía de Aurora Venturini, publicada el año pasado. Viola es, a su vez, una de las responsables del renacimiento de Venturini; de la transformación de aquella escritora prolífica, pero casi anónima, en una estrella literaria de reconocimiento internacional, que fue editada hasta en Lituania.

Beatriz Portinari

La musa del poeta Dante, Beatriz Portinari, fue el pseudónimo elegido por Aurora Venturini a sus 85 años para competir en uno de los concursos literarios más prestigiosos del país: el premio Nueva Novela Página/12. Presentó Las Primas, que escribió en solo tres meses. Envió el escrito a máquina, con tachones y correcciones hechas con liquid paper, algo que se contraponía a las bases del concurso que pedía un texto en Word, cuerpo 12, versión en papel anillada y en CD.

Corría el año 2007 y esa escritura tan monstruosa como extraordinaria sorprendió para bien a Viola, quien junto con Mariana Enriquez, Claudio Zeiger y Marisa Avigliano integraban el jurado de preselección.

Entre los jurados definitivos se encontraban nombres como Juan Forn, Juan Boido, Rodrigo Fresán, Guillermo Saccomanno, Alan Pauls, Sandra Russo y Juan Sasturain.

“Una mujer de 85 años cuyo nombre desconocen, a 52 kilómetros de allí, los está obligando a discutir sobre literatura, a definir la diferencia entre el salvajismo y el candor, para qué sirve un premio, dónde reside lo correcto y a quién le importa. Pero, además, en esa mesa de caballeros se está decidiendo si esa mujer va a morirse sin que nadie la haya leído o si vivirá los ocho años que le quedan reconocida como el gran hallazgo de la literatura argentina del siglo que empieza”, describe Viola sobre el momento del veredicto.

“¿La novela era genial? ¿Era acaso el riesgo del texto, era la excentricidad, era la sensación de que no se publicaba nada que se le pareciera, era la voz venida de un lugar desconocido? ¿Quién podía ser el autor o la autora? Creo que nosotras supimos que, si el jurado entendía la radicalidad de esta historia y este texto, podía ganar. Y ganó”, recuerda Viola.

En las sombras de la literatura

¿Por qué una mujer que logró sorprender a las plumas más prestigiosas del país recién lograba un reconocimiento a los 85 años, pese a haber publicado más de 40 libros de forma independiente? Aurora Venturini no dudaba en la respuesta: “Por peronista”, decía. Su cancelación, según aseguraba, tenía motivaciones políticas e ideológicas.

Tras el golpe de Estado de 1955, Venturini se exilió en París, donde se codeó con los existencialistas de la época como Violette Leduc, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus y Eugene Ionesco. Allí, vivió 25 años y realizó traducciones por las que recibió una condecoración otorgada por el Gobierno Francés.

En 1948, cuando tenía 26 años, recibió el Premio Iniciación por su poemario El solitario, reconocimiento que le fue entregado por Jorge Luis Borges.​

Se casó dos veces, matrimonios que describió como “horrorosos”. En una primera oportunidad con el juez Eduardo Varela, cuya pensión le permitió escribir y publicar de manera independiente; y una segunda con el historiador y escritor Fermín Chávez.

Es que a Venturini solo le importaba escribir. Y publicar, claro. Los ocho años de popularidad hasta su muerte también los vivió intensamente. Llegó a terminar hasta dos libros por año. Dio innumerables entrevistas y prestó consentimiento para rodar un documental sobre su vida, que interrumpió enojada a la mitad. De todos modos, el film se estrenó con el nombre Beatriz Portinari en 2014 y cuenta con la narración de Rosario Bléfari.

Cuando ganó el premio en 2007, dijo: “Fue como sacudirse las ruinas”. Y, entre sus tantos proyectos, realizó una serie de columnas en el diario Página 12, bajo la sección titulada Rescates, en la que recuperaba la historia de mujeres que no habían tenido el reconocimiento merecido.

Planificó la gestión de su muerte, que llegó el 24 de noviembre de 2015, a los 95 años. No le temía. Sí al olvido. En una entrevista a Página 12, contó: “Se va lo que se pudre, por eso ya hice el trámite: me anoté en el crematorio, con cajón y todo. No quiero que me muerdan los gusanos, que ya en vida me han mordido bastante. El señor que me atendió me preguntó: ‘¿Trae el cuerpo para cremar?’ ‘Sí, el mío, pero vas a tener que esperar’. Llené la planilla, entonces escribí mi necrológica, lo único que no puse es la fecha porque no sé cuándo me voy a morir. Pero escribí: ‘Sus restos fueron cremados y sus cenizas, esparcidas en el bosque de La Plata, ciudad a la que amó tanto’”. (DIB) MCH

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