Las señales que advierten que un paciente oncológico necesita ayuda psicológica

La experiencia del cáncer implica un antes y un después en la vida de cada paciente y en la de su familia.

En la mayoría de los pacientes y sus familiares, el diagnóstico de cáncer produce un gran impacto emocional. La idea cultural previa de que el cáncer es sinónimo de muerte provoca mucho miedo, ansiedad, incertidumbre y desesperación. Este es un momento en el que se ponen a prueba todos los recursos de afrontamiento disponibles para sobrellevar la enfermedad y el tratamiento lo mejor posible. Estos recursos pueden ser negativos o positivos, y cada persona utilizará los mismos que en situaciones adversas anteriores.

La psicooncóloga de la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA), Mariana Godoy, señaló que ante “el diagnóstico, se ingresa en la primera fase que se conoce como negación o shock, donde el paciente no sabe bien qué está sucediendo y recibe mucha información, lo cual puede provocar confusión. Ya un poco más adelante, al comenzar el tratamiento, la segunda fase es la que puede traer mayor ansiedad, depresión, pérdida de apetito e insomnio. Vale aclarar que si la persona ya contaba anteriormente con estos cuadros es muy probable que, ante esta nueva situación, se agraven”.

En este último caso, desde el vamos es necesario contar con atención psicológica (se sugiere que esté especializada en el área), para que los cuadros no empeoren. En cambio, en el caso de que estos síntomas impliquen una novedad, lo recomendable es notar cuándo comenzaron y tener en cuenta que, si pasan más de 6 semanas y no mejoran, lo más aconsejable es consultar con un especialista en salud mental, mucho mejor si el profesional ya trabaja con pacientes con cáncer. La tercera fase es la de adaptación, en la cual el paciente ya se encuentra asimilando la nueva situación. Sin embargo, puede ocurrir que, por momentos, haya retrocesos y se vuelva a la fase anterior. Es necesario también aquí prestar atención y notar cuánto duran estas regresiones.

La especialista explicó que “tda la enfermedad implica una reestructuración a nivel cognitivo, no sólo para el paciente sino también para sus familiares. Se atraviesa una serie de duelos y pérdidas que, quizás, el paciente no tiene demasiados “conscientes”, ya que está más preocupado por su salud física: la sensación de pérdida de control, la pérdida de su salud, la de proyectos de vida, la potencial pérdida de autonomía, del estilo de vida y, muy especialmente, de la imagen de sí mismo. No solo a la imagen física sino también a que ya no se siente del todo la persona que era antes del diagnóstico de la enfermedad”. Que estos duelos y pérdidas no estén del todo “conscientes” no implica que no se vean sus efectos: el paciente puede mostrarse deprimido, triste, desmoralizado y sin poder proyectar absolutamente nada, añadió.

Conspiración del silencio

Sumado a esto, muchos pacientes atraviesan una llamada “conspiración de silencio”, donde sienten que no pueden hablar con sus familias del tema y viceversa. La falta de respuestas efectivas obstaculiza la comunicación y muchas veces para quienes acompañan también es muy difícil acercarse o saber realmente cómo se siente el paciente.

“Las experiencias previas de familiares y amigos resultan también imprescindibles para la buena o mala predisposición al tratamiento y, además, es importante saber que más allá de las estadísticas médicas, cada caso es el 100%. Es importante saber que cada vez es más posible la convivencia con la enfermedad, que ya no es un sinónimo de muerte como hasta hace unos años. Para esto, es imprescindible controles médicos de rutina y consultar cada vez que se sienta malestar. El diagnóstico precoz resulta clave para un buen pronóstico”, añadió la psicooncóloga.

No sólo durante el diagnóstico y tratamiento puede ser necesaria la ayuda psicológica. Muchas veces, el paciente atravesó estas fases sin acompañamiento profesional y advierte que luego, en la remisión (¡paradójicamente!) necesita este tipo de ayuda. Se cree que “muerto el perro, muerta la rabia”, pero a veces una vez lograda la remisión de la enfermedad, el paciente empieza a procesar todo lo vivido y siente miedo e incertidumbre por el futuro. Aquí también es recomendable consultar con un profesional de salud mental. (DIB)

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