Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB
“El aguacero de ayer ha inundado por completo la ciudad, llenado las calles, aun aquellas que tienen ya construidos los desagües pluviales, amenazado los edificios, sin excepción, puesto que la excepcional caída de agua hizo que fueran insuficientes las mejores defensas. En barrios enteros se han encontrado en grave peligro por el agua. La inundación ha dado lugar a verdaderas escenas de desesperación”. Este párrafo, tomado de una crónica de El Día, de La Plata, parece describir la terrible inundación del 2 de abril de 2013 que afectó al 70 por ciento del territorio de la capital bonaerense y dejó, según las cifras oficiales, 89 muertos. Pero no: se trata del comienzo de un extenso texto que relata las consecuencias de la inundación del domingo 23 de abril de 1911. No era la primera vez que el agua arrasaba con la ciudad y hubo muchas más ocasiones a lo largo de su historia. La de 2013 fue la peor… hasta ahora. ¿Qué ocurrió para que una ciudad moderna, diseñada desde cero, sufriera tanto con las inundaciones? ¿En qué fallaron los fundadores? ¿Por qué quienes los sucedieron tampoco pudieron encontrar la solución?
Uno de los que intentó encontrar las respuestas a esas preguntas fue el periodista y escritor platense Pablo Morosi. “¿Cómo fue que nos pasó esto? ¿Cómo puede ser que estábamos adentro de una bañadera y no nos habíamos dado cuenta, y nunca nadie la había llenado?”, se planteó un par de años después del desastre del 2 de abril. De allí nació la inspiración para “Genealogía de una tragedia” (Marea Editorial, 2018), escrito a cuatro manos con el ingeniero Pablo Romanazzi, en el que bucean en los desastres que dejaron las inundaciones en La Plata.
Romanazzi, según cuenta Morosi a DIB, “es la persona que más sabe de la situación hidráulica de la ciudad de La Plata. Estuvo con ese tema desde fines de los ’80 y es uno de los que en su momento había advertido a las autoridades de que una lluvia así podía generar una tragedia”.
Desde 1911
La cuestión es que la tragedia de 2013, como se ha mencionado, no fue la primera. Morosi y Romanazzi empezaron a investigar a partir de 1911, cuando el Observatorio Astronómico de la ciudad comenzó a medir la cantidad de lluvia caída. El ingeniero tenía todos esos registros digitalizados y empezaron a trabajar separando los eventos en los que las precipitaciones habían superado los 100 milímetros, “que eran unos 30”. “Tomamos esa cifra porque según Romanazzi, con la condición de vulnerabilidad que tiene La Plata, más de 100 milímetros en una lluvia ya perjudican algunas zonas”, agrega.
Con las fechas en la mano fueron a revolver hemerotecas. “Me sorprendí muchísimo porque nos encontramos con crónicas de situaciones muy parecidas a las vividas en 2013, con gente arriba de los techos, sin ninguna asistencia, sin socorro de parte de las autoridades, sin equipamiento alguno”, admite Morosi. Y recuerda una anécdota que hallaron que oscila entre la comedia y el drama, como un filme de Luis Sandrini: “En una de las inundaciones se había anegado todo un barrio en la zona de Tolosa y las autoridades salen desesperadas a buscar al concesionario de los botes del Lago del Bosque para que se los prestaran y pudieran sacar a la gente”.

Una y otra vez
La repetición de la falta de previsión estatal era la constante a lo largo de los años. “A los dos o tres días de cada inundación, los editoriales de los diarios reclamaban las obras de desagüe, una y otra vez. Y esas obras al principio no se hicieron porque el planteo original era que hasta tanto no se avanzara en la construcción y en el asentamiento poblacional de los primeros habitantes no tenía sentido desarrollarlo porque no sabían la dimensión que tenían que tener las tuberías. Tuvieron que pasar muchos años, casi hasta la década del ‘40, para que se hiciera el verdadero sistema de drenaje”, cuenta el periodista.
Continúa: “Fuimos a ver mucha documentación en Geodesia, en distintos lugares en el municipio, en donde estaba la información de quiénes eran los responsables, quiénes tomaron medidas, qué medidas se tomaron, si hubo obras, qué tipo de obras se hicieron, cuándo se hicieron. Te das cuenta de que permanentemente se van haciendo parches. Nunca se hace un sistema integral”.
Presagios
Más allá de la desidia de los políticos, la ciudad de La Plata ya nació en condiciones complicadas. Se sabía que la zona era un bañado y que las sudestadas llegaban muy cerca por el escaso desnivel de la costa del Río de La Plata. “Carlos Spegazzini y Florentino Ameghino ya habían estudiado esto y lo sabían. Ameghino decía que las inundaciones en la provincia eran cíclicas, llovía mucho cada tres, cuatro años, y se inundaban varios lugares de la provincia”, afirma el investigador e historiador platense Nicolás Colombo.
De hecho, la misma fundación de la capital bonaerense trajo algo así como un oscuro presagio. En “Misterios de la Ciudad de La Plata I” (2016), Colombo cuenta que “hacia fines de agosto de 1882 se estaban ultimando los preparativos para la fiesta de colocación de la piedra fundamental de La Plata y la fecha que se había elegido para ese acto era el 23 de octubre. El agrimensor Carlos Glade concurrió con Dardo Rocha al sitio donde se emplazaría la plaza principal y donde iba a colocarse la piedra fundamental de la nueva ciudad (actualmente la esquina de 11 y 42), y al señalar ese lugar con la mano, levantó vuelo desde allí una bandada de gallaretas. ¡La ciudad iba a emplazarse en medio de un bañado! Fue necesario rehacer los trabajos de demarcación por orden expresa de Dardo Rocha, quien temía las burlas de sus adversarios políticos si el corazón de su ciudad se hacía en terrenos anegadizos. Allí se cambió la fecha al 19 de noviembre”.
Así, una de las primeras decisiones que tomó Dardo Rocha, el “padre” de La Plata, fue la de crear una oficina meteorológica, en 1883. Y ya al año siguiente se registró la primera gran inundación. “Fue en septiembre de 1884”, afirma Colombo a esta agencia, y sigue: “La Plata estaba en obra, así que no hubo muchos daños materiales. Como la construcción en ese entonces era bastante precaria, más que nada se derrumbaron algunas casas”.
Pendientes, arroyos y lomadas
¿Cuál era el origen de esas inundaciones, que sacudieron a la ciudad en 1884, 1911, 1930 -una de las peores-, 1939, 1940, 1962, 1963, 1985, 2002, 2006, 2008? ¿Qué factores contribuyeron a que La Plata sea “vulnerable”?
En principio está la cuestión de que “entre el lado más alejado del río y la orilla hay muy poca diferencia en altura. Debe haber 5 metros en muchos kilómetros. Entonces, no es una pendiente en donde el agua circula”, comenta Morosi. Además la ciudad “está atravesada por lomadas, que son perpendiculares, que interrumpen el normal movimiento del agua en busca del río”. Los arroyos naturales, que hoy en día están casi todos entubados bajo la ciudad, siguen caprichosas curvas -meandros- hasta encontrar su fin en el “mar dulce” de Solís.
En tanto, “el límite del continente está en la calle 128”. Es decir, a apenas seis cuadras del final del Bosque platense. “Cuando Rocha hizo la ciudad de La Plata, una ciudad portuaria, puso la ciudad a 12 kilómetros del puerto” porque quiso que estuviera a resguardo “de lo que para ellos era lo más peligroso, las sudestadas”.
Todo eso influye en la “condición de vulnerabilidad de la ciudad”. “La Plata tiene muchos problemas para drenar y al mismo tiempo tiene poquísima pendiente, es como si estuviera en una olla. (El exintendente Pablo) Bruera dijo en su momento que Dardo Rocha nos había dejado la ciudad en un plato hondo”, reconoce Morosi.
Desde los primeros años rige la idea de “conducir el agua, ya sea por entubamiento o por canalización”. En La Plata no funcionó del todo bien por las condiciones del territorio. El autor de “Genealogía de una tragedia” afirma que “el agua no se va, no hay una pendiente que la saque fácilmente, sino que va buscando y va haciendo recovecos. Ese es el cauce original de los arroyos. Van haciendo todo un circuito medio extraño que no se arregla poniendo un entubamiento recto y por eso la naturaleza, cuando se produce el exceso de agua, llena ese entubamiento, sale a la superficie y vuelve a tomar su camino original”.
Parche sobre parche
Esa historia de entubamientos es la crónica de los “parches sobre parches” que se realizaron con los años, incluyendo las obras realizadas post 2013. Teniendo en cuenta estas circunstancias, la pregunta obligada es: ¿qué pasa si vuelven a llover los 400 milímetros que cayeron sobre la ciudad aquel 2 de abril? ¿La Plata volverá a inundarse? “Sí, totalmente, se va a inundar”, concede Pablo Morosi. “No se puede ‘levantar’ la ciudad o hacerle una pendiente”, continúa.
En tanto, la cantidad de agua caída aquella fecha fue algo excepcional: “La celda que se desplazaba ese día quedó estacionada, quieta, sobre La Plata. Ese chaparrón se descargó e hizo que se registrara esta lluvia tan intensa. Esas tormentas son comunes, pero al moverse solo están sobre nuestras cabezas dos, tres minutos, mientras que la de ese día quedó estancada”, aclara a DIB Cindy Fernández, vocera del Servicio Meteorológico Nacional.
“En el estudio de progresión de tormentas que tiene la Universidad se habla de una tormenta máxima posible de hasta 500 milímetros. Pero no hace falta que sea tan grande, con que lluevan 150 milímetros en La Plata hay varios barrios que tienen problemas”, continúa Morosi.
Las obras, entonces, no evitarán una nueva inundación, pero sirven para acelerar el drenaje. “Una de las grandes trampas mortales de La Plata en aquella tormenta (del 2 de abril de 2013) fue que el agua permaneció muchas horas sin bajar, de allí que casi el 70% de las víctimas fatales fueron personas de más de 65 años que por ahí tienen problemas de motricidad y no podían salir a nadar o enfrentar una correntada. Estas obras aceleran la salida del agua casi a la mitad del tiempo. No evitan que si en tu casa entraron dos metros de agua vuelva a suceder, pero en vez de quedarse 12 o 14 horas se va a ir en 4, 5 o 6 horas”, de acuerdo con el periodista.
“Eso por un lado salva vidas, pero el otro aspecto es que en 2013 la gente no sólo no esperaba una inundación así, sino que no sabía qué hacer, y no había ningún dispositivo estatal previsto. Hoy existe un dispositivo, existe una investigación sobre qué es lo que la gente tiene que hacer, sin embargo la gente sigue sin saber qué hacer porque no se lo ha comunicado”, lamenta Morosi.
“La gente tiene que saber si tiene que salir o si se tiene que quedar, si tiene que ayudar al vecino o si no, si en la casa de altos del barrio se puede alojar o hay que ir a otro lado”, comenta Morosi y se hace otra pregunta más: “¿Qué hubiera ocurrido si la inundación no hubiera sucedido durante un feriado, si hubiera sido un día laborable, con chicos en la escuela y gente en los ministerios?”. De ahí que sea “urgente que se bajen las medidas y protocolos para la población”.
La cuestión es que “en cada casa saben por dónde entró el agua, por dónde circuló, qué le pasó al vecino. Hay un conocimiento pero es necesario que ese conocimiento dialogue con los estudios hechos por expertos y que todo eso se ponga en comunión y que en todo caso, la experiencia de la propia gente enriquezca esos estudios y los perfeccione”.
Recordar
El 12 de marzo de 1930, en pleno festejo de Carnaval, los diarios platenses titulaban: “Más de mil familias debieron abandonar sus hogares ante el avance de las aguas”. “Carros, camiones, lanchas de pescadores fueron usados para evacuar a la población”, agregaban. Además de los botes del Bosque.
“La gente tiene que recordar que la ciudad es inundable y que hay lugares por donde pasan arroyos por más que no se los vea, así que lo de 2013 puede volver a pasar. Está bueno que esto se sepa y que no se le echen todas las culpas al Gobierno. El clima está cambiando y las lluvias van a ser cada vez más fuertes, o como pasó en los últimos años, no va a haber lluvias por un largo tiempo. Lamentablemente, hay que hay que adaptarse al cambio climático”, reconoce Nicolás Colombo. (DIB) MM
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