Cuando la noche del 24 de marzo de 2002 le ganó al día, atrás quedaba el masivo acto en Plaza de Mayo para repudiar el golpe de 1976. Muchos argentinos, para esa altura, estaban reunidos frente al televisor con la ilusión de que “El hijo de la novia”, la película de Ricardo Darín y Norma Aleandro, pudiera ganar un Oscar en Hollywood. Pero a 636 kilómetros de Buenos Aires o a 6.200 km de ese barrio de Los Ángeles, un crimen sacudía a Bahía Blanca, curiosamente en el mismo día en el que fallecía un ícono de esa ciudad bonaerense: el Premio Nobel en Medicina, César Milstein.
Entre la noche del 24 y la madrugada del 25, tres jóvenes (entre ellos un menor de edad) mataron salvajemente al gerente del Banco Francés de Bahía Blanca, Claudio Gustavo Blythman, en el interior de su vivienda ubicada en el residencial barrio Palihue. No solo lo tajearon al menos 26 veces con un arma blanca, sino que lo asfixiaron con una bolsa para encubrir un robo.
Blythman, quien era nacido en Adrogué, se había recibido de contador en la Universidad de Lomas de Zamora y antes de su llegada al sur bonaerense, un año y medio atrás, había pasado por otras entidades crediticias y sucursales del mismo Banco Francés.
Según se conoció en el juicio, dos de los implicados tenían una relación cercana con el gerente, quien dejaba el automóvil en un estacionamiento que ellos cuidaban. Esa noche, tras un llamado, se encontró con ambos, que ya habían planificado el robo. Como eran conocidos, se aseguraban ingresar a la vivienda, en la que Blythman vivía solo, sin forzar la puerta.
Llenos de violencia
En el interior de la casa, ya en horas de la madrugada, los delincuentes sujetaron al bancario de pies y manos con cinta adhesiva, con la que también lo amordazaron. Mientras comían y bebían sin que ningún vecino notara algo raro, torturaban al hombre de 36 años. Las puñaladas fueron repartidas entre la cara, el cuello y la espalda.
Más allá que siempre actuaron con el rostro descubierto, utilizaron guantes para no dejar huellas. Y siempre supieron que antes de abandonar la casa, debían asegurarse que Blythman estuviese muerto. Y para ello le pusieron una bolsa de nylon en la cabeza, que ajustaron al cuello mediante un cordón y que le obstruyó la respiración.
Luego se subieron al Peugeot 206 de la víctima y se llevaron, entre otras cosas, un televisor, una videocasetera, máquinas fotográficas, discos compactos, una radio, un centro musical, un reloj, prendas de vestir, zapatillas y 200 pesos. A la mañana siguiente, una empleada doméstica descubrió en el piso de la cocina el cuerpo.
En medio de la conmoción que generó el caso, la Policía y la Fiscalía avanzaron con rapidez para identificar a los autores del crimen: Daniel Ernesto Miño, de 21 años y Miguel Ángel Ockier, de 22, fueron los apuntados. También cayó un menor que participó del hecho y fue juzgado por un tribunal del fuero juvenil. En la pensión donde vivía Ockier encontraron parte del botín.
La condena
En junio de 2004, el Tribunal en lo Criminal Nº 3 de Bahía Blanca condenó a Miño y Ockier a la pena de prisión perpetua al ser considerados culpables del delito de homicidio doblemente agravado por ensañamiento y criminis causae, en concurso real con robo calificado por el uso de armas. Según los magistrados, a pesar que ya habían saqueado la vivienda y podían escapar, mataron al gerente para asegurarse los resultados del ilícito y procurar la impunidad.
Miño no presenció el fallo beneficiado por una decisión de la Cámara Penal, pero cuando se dictó la sentencia y fueron a detenerlo, ya no estaba en su domicilio. Luego de casi quince meses de haber sido condenado, fue capturado en Sierra Grande, Río Negro. Sin embargo, a los pocos días se escapó de la comisaría de Viedma tras limar los barrotes de la celda y fue nuevamente recapturado en momentos en que se encontraba junto a su familia en una finca de la capital de rionegrina.
Ockier, en tanto, fue trasladado a la Unidad Penal 31 de Florencio Varela y también tuvo un prontuario de fuga. Es que a mediados de diciembre de 2006, cuando era trasladado a La Plata para rendir un examen en la Facultad de Derecho, en pleno centro de la capital provincial, se escapó. Tras rendir y mientras bajaba las escaleras, aprovechó el tumulto de estudiantes, llego al hall y salió corriendo hacia la calle. En agosto de 2007, el peligroso maleante fue capturado por la Policía en la localidad de José C. Paz, después de asaltar un comercio. Tuvo, después de eso, otros intentos de fuga.
Recién a mediados de 2019, y a quince años del salvaje crimen, la Corte Suprema de Justicia dejó firme el fallo a prisión perpetua. En 2022, la defensa de Miño recibió otro revés de la Justicia, que no le autorizó salidas transitorias. Tampoco Ockier logró la libertad.
Más allá de la decisión judicial, como dijo alguna vez el padre de la víctima, el dolor de la pérdida de un hijo no se atenúa con nada, aunque lo que suele pasar es que el tiempo va cicatrizando un poco, solo un poco, la herida. (DIB) FD