El gurú del yoga y sus secuaces: la secta del horror que estremeció a Mar del Plata

Eduardo de Dios Nicosia lideró por años una banda que explotaba laboral y sexualmente a sus miembros. Todo bajo la fachada del yoga y la vida espiritual. Murió en 2021 pero su esposa y dos cómplices fueron condenados.

La historia de Nicosia y la secta yogui. (Agencia DIB)
La historia de Nicosia y la secta yogui. (Agencia DIB)

Por Fernando Delaiti, de la agencia DIB

Cuando en julio de 2018 la Justicia abrió la puerta del City Hotel de Mar del Plata, un dos estrellas sobre la Diagonal Alberdi al 2500, en el centro y a tres cuadras del balneario Punta Iglesia, se encontró con el peor de los mundos. Detrás de la fachada de una cooperativa de trabajadores operaba una secta, y los detalles de la escabrosa historia empezaban a llegar a la opinión pública. Trata de personas con fines de explotación laboral, reducción a la servidumbre, violaciones y hasta la alteración de la identidad de personas menores fueron algunos de los delitos que se cometían en ese edificio.  

Bajo la pantalla de un instituto de yoga funcionaba allí una organización criminal que decía pregonar la filosofía del hinduismo pero que captaba fieles con la finalidad de explotarlos laboralmente y reducirlos a la servidumbre. Además, hacia el interior de la banda que luego se la conoció como la “secta yogui”, las víctimas sufrieron durante años abusos, violaciones y todo tipo de tormentos.

Para entender cómo se llegó a tan atroz situación hay que remontarse al 25 de diciembre de 1946, fecha en la que nacía en Buenos Aires Eduardo Augusto de Dios Nicosia. El hombre que se terminaría convirtiendo con el paso de los años en el primer gurú del yoga de la historia argentina, y tiempo después en el líder de la banda del “City”.

Creador del Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar, este pionero generaba mística y devoción a cada paso. Generalmente vestido con túnica, solía autoproclamarse “ser superior”, más allá de vanagloriarse por sus “poderes especiales”. Lo cierto es que tenía trece discípulos autorizados a enseñar en su nombre y cientos de adeptos que lo consideraban una vía para llegar a la excelencia espiritual. Bajo el aura de hombre supremo que edificó, se ocultaba su verdadero poder, el de la perversión.

Su perverso entorno 

Nicosia tenía por pareja y socia a Silvia Cristina Capossiello. También tenía un harén, ya que como líder podía tener muchas mujeres e hijos con todas. De hecho, con el tiempo se conoció que tuvo 15 hijos, 13 con seis mujeres, todas “discípulas”, y dos hijas con su última pareja, Capossiello. A esas dos hijas también las abusó y las dejó embarazadas y ambas tuvieron hijos de su padre. Junto al líder, se movían Luis Antonio Fanesi y “el gurú”, como se hacía llamar Sinecio de Jesús Coronado Acurero, de origen venezolano y proveniente de Brasil. 

De acuerdo a la investigación que trazó la Justicia, la secta se movió por Mar del Plata hasta 1978, cuando el país vibraba por el Mundial de Fútbol. Para ese entonces, se había apropiado del hotel Litoria, donado por una discípula. En sus habitaciones varias mujeres habían dado a luz hijos de Nicosia, aunque eran obligadas a formar pareja con otros integrantes de la banda para que estos sean los padres legales.

La siguiente parada fue Caracas, en Venezuela, donde fueron a “cazar” adeptos. Allí, en 1980, Nicosia quedó detenido, acusado de haber participado del crimen de una “discípula externa”. A fines de 1984, tras recuperar su libertad, volvió a la Argentina y se instaló en una quinta de Moreno con sus máximos colaboradores. Tuvo otro paso más extenso por el exterior, por Mendoza y desembarcó en 2000 en el City Hotel y cinco años más tarde constituyeron una cooperativa para su explotación.

El final

“Hola, llamo para denunciar que en el City Hotel están siendo explotadas 32 personas, una de las cuales nació fruto de una relación incestuosa”. La frase resonó desde el otro lado del teléfono, en la línea 145. Esta testigo dio el puntapié para que la Justicia comience a investigar a mediados de 2017. 

A partir de allí se conocieron detalles escalofriantes, muchos de los cuales ganaron la opinión pública en el juicio. Una de las víctimas relató que vivió “siempre encerrada” allí y que sufrió “castigos y palizas” durante años, hasta que logró escapar. Ese fue simplemente uno de los tantos testimonios que describieron el horror: violaciones, ahogamientos en el inodoro, picana en los genitales, golpes, quemaduras, abusos de todo tipo y hasta alimento balanceado para conejos como menú. 

Según relataron, el poder de convencimiento de Nicosia, que solía dormir con dos pistolas bajo la almohada, era colosal. Para ingresar a la comunidad, sus seguidores debían “despojarse” de todos sus bienes materiales, por eso en el fallo los jueces ordenaron el decomiso de todos los bienes de la secta, entre ellos la sede del hotel, dos departamentos en Buenos Aires, tres vehículos y dinero en efectivo y depositado en cuentas bancarias en Estados Unidos y Andorra.

Nicosia falleció en enero de 2021 en el penal de Ezeiza, antes de poder sentarse en el banquillo de los acusados. Fue recién este año que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de Mar del Plata condenó a los secuaces que seguían con vida. Capossiello (hoy de 70 años) recibió la pena de 25 años de cárcel por ser coautora del delito de “trata de personas con fines de explotación y reducción a la servidumbre y alteración de identidad de menores”. Además, por ser partícipe necesaria de “violación reiterada agravada y abuso deshonesto” sufrida por cuatro mujeres, entre ellas hijas del líder religioso, entre otros cargos.

Mientras que Coronado Acurero (75) recibió una pena de 14 años como partícipe necesario, y Fanesi (65), a 6 años también como partícipe secundario. En el inicio de este proceso también figuraba como acusado el psicólogo Fernando Ezequiel Velázquez, que falleció semanas atrás, mientras cumplía prisión preventiva. Además, el fallo dispuso reparaciones económicas por 30 millones de pesos para dos de las víctimas y de 15 y 10 millones para otras dos, por el “daño moral” sufrido. Fondos que nunca subsanarán el dolor. (DIB) FD

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