Cómo adaptar la rutina al tratamiento de cáncer 

Cuando es posible, continuar con las actividades laborales puede ser positivo para la salud mental.

Mucho se ha hablado acerca de qué actividades pueden o no realizar las personas que tienen cáncer. Por querer cuidarlas y protegerlas, a veces se tiende a separarlas de las tareas que desarrollan habitualmente, entre ellas las laborales. Esta situación, en algunas ocasiones, puede causar el efecto de depresión o angustia. 

En ciertos casos, con un diagnóstico de cáncer, se puede seguir trabajando pero “se debe adaptar la rutina laboral para que sea posible seguir la actividad, si la persona lo desea y dependiendo de los síntomas y el tratamiento que se le instruya”, indicó Carlos Silva, coordinador médico y del Área Psicosocial de LALCEC. 

En el caso de que se desarrolle una cirugía, suele esperarse el alta quirúrgica, siguiendo una serie de precauciones como puede ser no levantar peso. En otros tratamientos, hay que adaptar la actividad teniendo en cuenta los efectos secundarios. 

Por ejemplo, si se trata de un procedimiento que causa inmunosupresión (en el que cuerpo queda con menos defensas) y el paciente se desempeña en un ámbito en el que está expuesto a muchas personas (como un maestro de escuela) se tendrían que asignar tareas más pasivas, que no impliquen el contacto físico. 

Está comprobada la importancia de establecer una relación equitativa y sana entre la parte afectiva y el trabajo de cualquier persona, pero aún más en los casos de pacientes con cáncer. Por eso, Silva expresó que “es esencial detenerse a analizar la situación y establecer si se está dedicando demasiado tiempo al trabajo y descuidando los vínculos. De ser así, se debería revertir dicho estado, planificando más contacto con el entorno afectivo.” 

Del mismo modo, sucede que, si el paciente oncológico está en condiciones, resulta positivo para la salud mental mantener la rutina laboral, ya que “le permite sentirse más sano, por reconocerse productivo y estar en contacto con los compañeros, siempre bajo los ajustes indicados”, aclaró el especialista.  

El cultivo del bienestar emocional no solo depende de los profesionales de la salud, sino que también de las actividades que el paciente desarrolle. Además, es esencial entender que aunque haya terminado el tratamiento, los controles médicos continuarán.  

María Fernanda Montaña, coordinadora del Área Psicosocial de LALCEC afirmó: “Es importante que se considere que el proceso continúa, solo que en otra etapa”, y agrega que “puede ser que se tenga malestar emocional asociado con el proceso aunque el tratamiento haya terminado, con lo cual el cuidado emocional debe seguir activo”. 

El cuidado emocional 

Una de las técnicas que se recomiendan para desarrollar el bienestar emocional es el mindfulness. Esta práctica contribuye, a través de la atención plena, al manejo del estrés y la ansiedad. Proporciona un mejor descanso y ayuda al registro y gestión de los distresores presentes que impactan en la calidad de vida, las relaciones y el afrontamiento del espacio laboral. 

Otra recomendación para gestionar las emociones, en el caso de los pacientes oncológicos, es la adaptación paulatina al trabajo a través de pequeños recesos. Estas pausas se pueden utilizar para hacer una respiración consciente, registrar necesidades y realizar una acción al respecto, como un descanso, alimentación, etc. 

Además es beneficioso desarrollar un entorno en el que la persona sepa que no está obligada a compartir el proceso de la enfermedad con todos, respetando su derecho a elegir con quien expresar esta experiencia personal. 

Permitir al paciente oncológico continuar con la rutina laboral, cuando es posible, implica el compromiso de todos. Tanto en la colaboración para la adaptación de las actividades como para generar conciencia acerca de sus necesidades, contribuyendo al bienestar general. 

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