El diagnóstico de depresión debe hacerlo siempre un profesional de la salud mental, que es quien se encuentra habilitado y con los conocimientos y experiencia suficiente para realizar una evaluación de los signos que se presentan en la persona. Para arribar a la detección puede ser necesario incluir entrevistas clínicas, observación, cuestionarios y la propia expresión subjetiva de quien atraviesa ese momento.
En tanto, tristeza, ansiedad o sentimiento de vacío persistentes; pérdida de interés en actividades que antes producían placer, incluyendo la actividad sexual; fatiga o pérdida de energía; pérdida o aumento del apetito (y del peso); problemas para dormir, insomnio, dificultad para mantener el sueño o dormir demasiado; emociones aplanadas; sentimiento de desesperanza, pesimismo, culpa o inutilidad, pueden ser algunos de los signos de alarma para consultar con el especialista.
Así como también retraimiento social; problemas para concentrarse, recordar o tomar decisiones; irritabilidad; molestias físicas persistentes como jaquecas o cefaleas, problemas digestivos, dolor crónico, que no responden al tratamiento, y pensamientos o ideación suicida, intentos de suicidio o autolesiones.
“Generalmente, el médico diagnostica la depresión basándose en los síntomas. Para facilitar la distinción entre depresión y los cambios normales del estado de ánimo, los profesionales determinan si los síntomas están causando una angustia significativa a la persona afectada o menoscaban de manera significativa su capacidad para desenvolverse. La existencia de antecedentes personales o familiares de depresión ayuda a confirmar el diagnóstico”, explicó Cynthia Zaiatz, jefa del servicio de Salud Mental del Sanatorio Modelo de Caseros..
La presencia de una preocupación excesiva, ataques de angustia y obsesiones son frecuentes en la depresión, de modo que el médico puede pensar, erróneamente, que la persona tiene un trastorno de ansiedad.
“Cada persona que desarrolle algún síntoma depresivo o cree tener una depresión, deberá consultar con su médico, psicólogo o psiquiatra y ver el tratamiento necesario y especifico. Siempre es recomendable tratar con un especialista antes que automedicarse”, explicó la especialista.
En el caso de percibir algún síntoma en algún ser querido o allegado, lo recomendable es trasmitirle que visite a algún médico, psicólogo o psiquiatra para que le indiquen el tratamiento específico. Nunca hay que sugerir ninguna medicación, sino consultar con un profesional.
“La depresión mayor puede comenzar a cualquier edad. Sin embargo, en promedio el inicio es a los 30 años. La depresión mayor, tanto en adolescentes como en adultos, es dos veces más frecuente en mujeres que en varones. El riesgo de desarrollar depresión mayor varía en varones y mujeres, siendo para ellas entre el 10% y 25% y para ellos entre el 5% y 12% de la población mundial”, indicó la profesional.
Las personas con depresión tienen dos o tres veces más posibilidades que una sana de desarrollar una discapacidad social, debido a que las relaciones sociales que establecen son inseguras, menos activas y más pobres.
Se puede concebir esta pérdida en la habilidad social como uno de los síntomas que más discapacita al individuo que padece este trastorno, ya que las relaciones íntimas son deficientes y sus interacciones sociales poco satisfactorias.
“La depresión se supera utilizando los fármacos adecuados y con psicoterapia. La mayoría de las personas con depresión no necesita ser hospitalizada. Sin embargo, algunas lo requieren, especialmente, si tienen ideas de suicidio o lo han intentado, si están demasiado débiles por la pérdida de peso o si tienen riesgo de sufrir problemas cardíacos a causa de su estado de inquietud”, describió Zaiatz.
Asimismo, consideró que los actuales modelos psicosociales de depresión otorgan un papel de suma importancia a los factores del estrés ambiental. Sin embargo, es fundamental considerar las fuentes que generan estrés en el individuo para así poder caracterizar adecuadamente el contexto psicosocial de las personas deprimidas. “Existe una mejora en la función psicosocial cuando los síntomas depresivos se ven reducidos, percibiendo así que la persona va adquiriendo la capacidad de establecer sus redes de apoyo”, concluyó.
Animales de compañía, aliados de la salud mental
La pandemia ha contribuido a que la salud física y psíquica de muchas personas se haya visto afectada, agravando las situaciones de estrés, ansiedad y depresión. Aun así, según estudios, aquellas personas que conviven con animales tuvieron un menor impacto psicológico negativo. Esto puede ayudar a explicar por qué la adopción de perros y gatos ha aumentado un 200% durante los últimos dos años.
Está demostrado que la interacción humana con las mascotas ayuda a disminuir los niveles de cortisol, una hormona que está estrechamente relacionada con el estrés y que, además, logran aumentar la liberación de oxitocina y serotonina, ambas sustancias implicadas en producir sentimientos de amor y felicidad en el individuo. El simple hecho de acariciar o estar junto con estos compañeros ayuda a disminuir la presión arterial y relajarnos.
Se estima que mundialmente más de 300 millones de personas viven con depresión y, específicamente, el 12,51% de los argentinos presenta riesgo de padecer un trastorno mental.
“Investigaciones señalan que existen personas diagnosticadas con depresión que han logrado una mejora en su salud mental con la adopción de una mascota. Estos han ayudado a generar un sentido de propósito a sus días, aumentando considerablemente su autoestima. Por eso en el marco del Día Mundial de la Depresión, queremos visibilizar la gran influencia que los animales tienen en nuestras vidas, en nuestra salud mental y emocional”, explicó Walter Comas, director de la Unidad Animales de Compañía de MSD Salud Animal en Región Sur.
Otro apoyo fundamental que suelen aportar las mascotas, sobre todo en estos últimos años, es a combatir la sensación de soledad. Cuando las personas atraviesan momentos difíciles se generan sentimientos de ansiedad y estados de tristeza que pueden encaminar al deseo de privarse de cualquier contacto con el exterior. (Vida y Salud Hoy/DIB)