
Luego del caso de la desaparición y el hallazgo con vida de la niña M., el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, opinó en un artículo que “la discusión política no puede ceñirse a si vamos a prorrogar un mes más o un mes menos determinada ayuda social: eso es discutir sobre los parches”. Además, afirmó que en estas situaciones “la dirigencia política se impregnó de una resignación ominosa que paraliza la acción concreta y convierte la función pública en un lugar privilegiado de observación de la realidad”.
“Durante los años ‘80 circulaba la pregunta acerca de cuánta pobreza era capaz de soportar la democracia. Había un marcado optimismo sobre las posibilidades de revertir procesos de exclusión y marginalidad a partir de la promesa igualitarista que traía consigo el nuevo ciclo democrático de América Latina. Pasaron tres décadas y el resultado está a la vista: pobreza, desigualdad e indigencia se multiplicaron escandalosamente”, comienza el texto del ministro publicado en el portal Infobae, titulado “Hacer lo que hay que hacer”.
Fracasos
Según Berni, “el balance evidencia el fracaso de decisiones políticas repetidamente equivocadas que derivaron en una suerte de resignación fatalista acerca de la capacidad misma de la política para moldear sociedades más justas, más equilibradas, más integradas. La dirigencia política se impregnó de una resignación ominosa que paraliza la acción concreta y convierte la función pública, muchas veces, en un lugar privilegiado de observación de la realidad y ya no en el lugar por antonomasia para impulsar los cambios que la sociedad reclama y necesita”.
“La pobreza extrema destruye la noción de ciudadanía -continúa el ministro- pues resulta un exceso del lenguaje llamar ciudadano a quien no tiene DNI, carece de escolarización, sufre hambre, vive en una carpa de nylon y padece un contexto de adicción. Son sujetos formales de derechos que en la práctica concreta no existen. Son muchos los compatriotas en esa condición de exclusión absoluta del consumo, de la educación, de la salud, del circuito productivo y de los más elementales derechos humanos”.
Resulta un exceso del lenguaje llamar ciudadano a quien no tiene DNI, carece de escolarización, sufre hambre, vive en una carpa de nylon y padece un contexto de adicción.
Resignación tácita
“¿Cómo aborda la política esta situación?”, se pregunta Berni. “Lo hace desde una resignación tácita que lleva al funcionario a refugiarse en la virtualidad de las redes sociales como un mero lugar de enunciación de buenas intenciones que no se verifican en acciones concretas. Vemos muchas fotos en los despachos, algunos cuantos anuncios, unas pocas iniciativas y ningún resultado concreto. Vemos funcionarios que se anotician de la realidad por TV, porque abandonaron la presencialidad en el territorio para convertirse en simples burócratas de escritorio”, afirma.
En otra parte de su artículo, el ministro de Seguridad bonaerense plantea: “Siempre hubo un juego dialéctico entre realidad y política. ¿Cuáles son los límites entre la una y la otra? ¿Hasta dónde pueden avanzar las transformaciones y dónde comienza el límite infranqueable y pétreo de lo aparentemente inmodificable? Necesitamos rasgar el velo de las apariencias y debatir lo sustantivo, asumiendo que somos nosotros los responsables de nuestro propio devenir. Ante la complejidad del tiempo presente debemos abandonar el ensimismamiento de las posiciones dogmáticas y animarnos a repensar todo. Lejos de anclarnos en nuestra propia baldosa, necesitamos la amplitud de espíritu que nos permita acercarnos a la verdad, que es la realidad misma”.
“No hay milagros”
La cuestión, para el funcionario, es que “no hay soluciones focalizadas ni parches milagrosos que permitan vislumbrar un cambio real a semejante descalabro”. Y afirma: “La discusión política no puede ceñirse a si vamos a prorrogar un mes más o un mes menos determinada ayuda social: eso es discutir sobre los parches. El verdadero debate refiere a la necesidad de reconstruir un nuevo contrato social que asegure las condiciones mínimas en las que vamos a vivir en este pedazo de tierra que es nuestra Nación”.
“Hay un presente de ignominia que queremos transformar en un futuro de justicia, de igualdad, de soberanía y de libertad. Para eso hay que movilizar lo mejor de nuestras energías, salir de la discordia eterna que nos atraviesa, y asumir que nosotros somos los artífices de nuestro propio destino”, finaliza, y agrega: “Somos nosotros mismos los responsables de decidir si nos resignamos a más de lo mismo o si, en cambio, hacemos lo que hay que hacer para vivir con justicia social, con independencia económica y con soberanía política”. (DIB) MM
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