Nair Mostafá, el crimen que desató una pueblada, movilizó a Cafiero y quedó impune

El último día de 1989, la niña de 9 años desapareció en Tres Arroyos. Horas después apareció muerta. La gente se manifestó con furia. Hubo varios detenidos pero ningún culpable.

Por Fernando Delaiti, de la agencia DIB

Hacia mucho calor esa tarde del 31 de diciembre en la apacible Tres Arroyos. Nada, igualmente, comparado con la temperatura que se vivió en sus calles horas después, cuando la madrugada del primer día de 1990, los vecinos salieron a reclamar por la muerte de una pequeña niña, en medio de la inacción policial, bastante habitual por esos años. Fueron horas de tensión, de patrulleros incendiados, de comisaría destruida, de lágrimas de una sociedad que no entraba en razón por lo que pasaba.

Nair Mostafá salió de su casa minutos antes de las 15 para ir, por un camino que conocía de memoria, hasta la pileta del Club Huracán, para disfrutar un poco del agua como en cada siesta de pueblo. Llevaba puesta su malla rosa para transitar esas diez cuadras que la separaban del lugar en la que la pasaba tan bien. Sin embargo, al club nunca llegó.

La canción de la banda Lunatikas que recuerda el crimen de la niña.

En medio de una comunidad que estaba pensando más en el menú de la noche para despedir el año que en otra cosa, su madre, Liliana Fuentes, se alarmó a esos de las 18. Nair no había regresado y por eso fue a buscarla. El club ya estaba cerrado. Fue y vino por diferentes caminos desde allí hasta su casa. Pero nada.

Junto a su pareja fueron a hacer la denuncia a la comisaría primera. “A lo mejor está en casa de una amiguita. En un rato salimos a buscarla. Cualquier cosa le avisamos”, le dijeron tras tomarle los datos. Más allá de la desidia, en esa época era común que los efectivos no se movilizaran rápidamente ante este tipo de denuncias.

La mujer no bajó los brazos, pero su búsqueda chocaba con los “no”. Nadie la había visto, en ninguna casa de alguna amiga estaba. Ya entrada la noche, Liliana fue a una radio local para a través de su micrófono contar lo que pasaba. Muchos vecinos empezaron a colaborar; la Policía, no. Eso lo comprobó la mujer al regresar a la comisaría: no habían movido a un solo oficial para buscar a Nair. Al menos eso le confirmó el efectivo quien la atendió, ya que ninguna autoridad dio la cara.

La mujer volvió a la radio: su relato conmovió a más vecinos e indignó a otros tantos. Mientras algunos tiraban los tradicionales fuegos artificiales, el fuego verdadero, estaba por llegar. Alrededor de las 1.15, el cuerpo de la pequeña, con su malla rosa, apareció cerca de las vías del Ferrocarril Roca, entre altos pastizales, frente a una escuela. Tenía un cordón blanco de su mochila atado alrededor del cuello y manchas de sangre.

La ira de un pueblo

La pueblada reflejada en La Voz del Pueblo.
La pueblada reflejada en el diario La Voz del Pueblo.

El horror que se veía en esa escena fue la mecha del estallido de los vecinos. A los primeros efectivos que llegaron al lugar, les dieron vuelta el Renault 12 que usaban de patrullero. De allí marcharon hacia la comisaría, y cada vez más vecinos se iban enterando y sumando a la protesta. De los insultos, se pasó a las piedras, y de allí a prender fuego 17 autos y parte de la comisaría. La respuesta de la Policía, la represión, generó más enojo y la noche pareció interminable. Hubo 25 heridos y la intervención del intendente, Raúl Correa, no llegó a traer calma.

Ya en horas de la mañana, nada se parecía a una vida de pueblo en un primer día del año. Gente movilizada y aún indignada reclamaba respuestas. Según cuenta el diario La Voz del Pueblo, que decidió hacer una edición especial y de urgencia por el caso, el presidente Carlos Menem y el entonces gobernador Antonio Cafiero llamaron al intendente para ofrecerle ayuda. Pese a remover la cúpula policial, los ánimos seguían caldeados.

La autopsia revelaría que Nair había sido violada y estrangulada con un cordón de su propia mochila, a pocas horas de su desaparición. Se estimaba que al menos dos personas habían participado del hecho. La llegada de Cafiero el día 2 a la ciudad, trajo algo de calma. En medio de insultos, se reunió con la madre de Nair, le pidió perdón y luego habló a la masa indignada desde un balcón. Allí ratificó el desplazamiento de todos los policías.  

Con el correr de los días, y mientras las hipótesis eran variadas, hubo una docena de detenidos. Pero todos fueron liberados. Tras meses de falta de respuestas, en agosto se detuvo a un trabajador municipal discapacitado, a quien, después de una larga internación en el instituto Melchor Romero, se lo consideró inimputable y fue liberado. Dos meses después cayó un mecánico dental en Almirante Brown por la violación de dos nenas y se lo vinculó con Nair. Tampoco tenía que ver.  

También estuvieron en la mira el padrastro de Nair, detenido con droga, y hacia 1998 el hijo de un hacendado. Tenía 25 años y también se auto incriminó; pero tenía esquizofrenia paranoide.

Más allá de algunos pequeños avances, las pruebas perdidas, teorías cruzadas y ADN mal resguardados, hicieron que la causa, por la que pasaron siete magistrados, prescribiera en 2005.

El mural en memoria de Nair Mostafá erigido al cumplirse 30 años del crimen.
El mural en memoria de Nair Mostafá erigido al cumplirse 30 años del crimen.

El año pasado, al cumplirse 30 años del crimen, la banda local Lunatikas lanzó “Sólo el sol la vio”, una canción en homenaje a Nair que resume lo sucedido. Además, en la ciudad un mural refleja esos ojos de niña que a cada instante recuerdan los años de impunidad judicial y policial. (DIB) FD

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