Panorama político bonaerense: Un directorio que casi vale un presupuesto

Amagues, cifras y criterios del debate sobre las obras. Las críticas públicas y la tregua privada. Y el núcleo duro y oculto de la negociación: el Directorio del Banco Provincia. Los nombres en danza.

Por Andrés Lavaselli

Aunque el reparto de las obras para los municipios produjo cruces públicos más notorios, el centro de la negociación por el presupuesto para el año próximo –el primero propio de Axel Kicillof- está desplazado a un territorio más opaco: el estratégico directorio del Banco Provincia. Lo interesante es que esa batalla no solo definirá una puja entre el oficialismo y la oposición, sino que dará indicios del reparto de poder al interior de cada uno de esos bloques.

Hasta esta semana, lo más llamativo del trámite parlamentario del Presupuesto era el tranquilo silencio en el que transcurría. La explicación de eso yace encriptada en una particularidad crítica del diseño del proyecto: el esquema impositivo “suave” que contiene. Y eso, a su vez, remite al pacto político entre Alberto Fernández y Kicillof –con Cristina como garante- que hace funcionar al Tesoro nacional como financista del déficit de la provincia.

Es un acuerdo que sus suscriptores no pueden explicitar, porque obligaría al resto de los gobernadores del PJ a reclamar su parte. Al menos, para no quedar descolocados frente a sus votantes. Pero es un acuerdo que existe, y que ahora se renovó en torno a una cuestión básica: la promesa de transferir los fondos necesarios para afrontar los subsidio a las tarifas de la energía eléctrica y el transporte. Ese ítem no agota el pacto, pero es el que mejor lo ilustra.

Sin embargo, la “pax bonaerensis” que parecía garantizada sobre ese esquema se rompió entre el miércoles y el viernes. La secuencia es esta: primero, los intendentes de JpC se juntaron en La Plata y firmaron un pliego de cinco reclamos para aprobar el presupuesto de Kicillof. Horas después se encontraron en secreto con el ministro de Economía, Pablo López, para empezar a negociarlos. El cuerdo parecía cercano, pero las acusaciones de favoritismo en el reparto de las obras casi hacen caer todo el esquema.

No está claro quién lo dijo, pero sí que el gobierno no quiso dejarlo pasar: tres ministros salieron al cruce para defender la equidad es ese reparto. No fue casual: en su momento, Kicillof –y los intendentes– se cansaron de acusar a María Eugenia Vidal darle más obras a los alcaldes de Cambiemos. Como era previsible, la sangre no llegó al río: el viernes por la noche se pactó una tregua para negociar. Los interlocutores habrían sido el propio López y el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela.

Del pliego de JpC, Kicillof decidió no conceder la coparticipación de la totalidad de la plata que recibe de Nación. Argumenta que hay un nuevo fondo para obras locales (PREIMBA, de 5 mil millones) y que este año aportó para sueldos y gastos sanitarios. Hizo saber además que concederá un nuevo FIM, aunque en público el gobierno lo niegue. El gobernador añade que  reparto de las obras es 60% FdT y 40% JpC, un balance que copia al del CUD –el coeficiente de la coparticipación- vigente, que la oposición pide no tocar.

Si bien sobre esa base Kicillof confía en destrabar el capítulo obras, antes de tener presupuesto deberá zanjar la puja por los cargo, mucho más dura y bastante menos pública. Aunque hay unos sillones 20 que reclama la oposición, el centro de la batalla es el directorio del Banco Provincia, cuyo funcionamiento está hoy atado con alambre: con cinco vacantes sin ocupar, las resoluciones se aprueban con un quórum mínimo de cuatro votos, que  se alcanza con el acuerdo de un opositor, el radical Diego Rodrigo.

Kicillof sabe que tiene que dotar de un esquema más consistente a ese órgano, porque el rol del Banco en su plan de salida económica post pandemia es clave. Debe resolver ruidos menores: la inexperiencia de Juliana Di Tullio, más fogueada para oponerse que para aporta a una conducción técnica, que impacienta al presidente Juan Cuatromo, es uno. Otras decisiones son más de fondo. La principal: No habrá un sillón extra para Sergio Massa, que reclamaba el que dejó libre Mario Meoni para que Eduardo Lissalde o Fernando Carballo le hagan compañía a Sebastián Galmarini, su representante allí. En cambio, Kicillof sostendrá el pliego dormido en Senadores de Alejandro Formento, un ladero inseparable de Cuatromo, que hoy trabaja como asesor. Así, hay un espacio más para el oficialismo, pero por ahora no hay nombre.

La oposición también tiene su pelea interna, que complejiza las negociaciones. En el directorio, que tiene de nueve lugares, aspira a cuatro, la misma cantidad que en su momento le había dado Vidal al peronismo. El problema es que ya hay uno –Rodrigo- en funciones y sobran candidatos para los tres sillones restantes. A Mauricio Macri le atribuyen impulsar a Guillermo Romero, que otros ligan a su primo Jorge, el intendente de Vicente López, aunque otros dicen que este último prefiere al exdiputado César Torres. El dúo Vidal/ Horacio Rodríguez Larreta empuja al exministro Roberto Gigante, mientras que el Grupo Dorrego, de intendentes, sostendría a un ex par, Nicolás Ducoté. Más allá de quiénes finalmente ingresen, lo interesante es que la  definición de quién logre imponer un nombre propio encierra una clave sobre la lucha por el poder en ese espacio.  (DIB)

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