Celso Arrastía, el asesino del “verano maldito” de Mar del Plata

Fue condenado por violar y matar a dos mujeres entre 1987 y 1988, aunque se estima que sus víctimas fueron al menos cinco. Las estrangulaba y guardaba prendas de vestir como trofeo.

Por Marcelo Metayer,
de la agencia DIB

La temporada 1987/1988 es recordada en Mar del Plata como “el verano maldito”. Fue el período en el que el boxeador Carlos Monzón mató a su mujer Alicia Muñiz y Alberto Olmedo murió tras caer de un balcón. También, el verano en el que Celso Arrastía asesinó, se cree, a cinco mujeres, aunque la Justicia lo condenó por dos muertes. Todas eran prostitutas a las que, salvo la primera, las elegía en un cabaret que regenteaba su novia. Purgó su pena y salió de la cárcel a principios de este siglo. Como muchos criminales, siempre aseguró que era inocente.

Arrastía cometió su primer crimen, o al menos el primero por el que lo juzgaron, días antes del comienzo de la temporada. Fue el 17 de octubre de 1987. Disfrazado de policía recorría la zona del Torreón del Monje cuando se acercó a una pareja de menores de edad y les pidió el documento. Los obligó a entrar a su Peugeot 504. Cerca del Acantilados Golf Club obligó a bajar al chico y le disparó en el rostro. Se fue del lugar dándolo por muerto, pero el joven sobrevivió. El cadáver de la chica, Ana María Palomino (16), fue encontrado al día siguiente por la Barranca de Los Lobos. Había sido violada y luego estrangulada con su propia ropa interior.

Meses antes del crimen de Palomino habían estrangulado a Mónica Susana Petit de Murat, nieta del escritor Ulises Petit de Murat; tras el asesinato de la menor, los dos casos fueron vinculados. Más tarde, en mayo de 1988, asfixiaron hasta la muerte, en un hotel de la Terminal, a Nélida Mabel Quintana, de 53 años. Días después, Margarita Inés López, una prostituta de 29 años, fue asesinada en un albergue transitorio de Santa Fe y Falucho, cerca del centro. Hubo una quinta víctima fatal, encontrada muerta en un hotel de La Perla. Todas habían pasado por un ritual perverso: a cada víctima le dejaba un mordisco en un pezón.

Detención y condena

“La Feliz” entró en pánico por la seguidilla de crímenes. Por todas partes circulaba el presunto identikit del criminal. Pero todo terminó en septiembre de 1988, cuando a Arrastía (35) lo denunció su propia novia. Lo detuvieron después de que le encontraran prendas de algunas de las mujeres asesinadas, que guardaba como trofeos.

Un año después, la Cámara Federal lo condenó a 25 años de prisión, pero solo pudieron probar su participación en dos de los cinco asesinatos, el de Palomino y el de López. Los investigadores no pudieron vincularlo a los otros, por lo que para la Justicia no llegó a ser un asesino serial, que mata en tres o más ocasiones.

“Víctima de la perversidad”

Ya preso en Batán, Arrastía escribió una carta que hizo llegar a los medios de comunicación, en la que afirmó: “Fui víctima de la perversidad y amoralidad de la Justicia. No maté a nadie. El asesino está libre y han condenado a un hombre inocente. Sólo mi familia me sostiene y es el único motivo de mi existencia”. En el penal marplatense conoció al boxeador Uby Sacco, quien en algún momento se había cruzado a Arrastía sin conocerlo. La mujer de Sacco comentaría más tarde: “De la cara de asqueroso y degenerado que tenía (Arrastía) no me olvido más. Usaba bigote y vestía con elegancia”.

Más tarde pasó a la Unidad 12 de Baradero. El 31 de agosto de 1995 obtuvo una apelación a su favor y casi logra la libertad definitiva, pero un mes después la Suprema Corte falló en contra.

Arrastía continuó preso. Se casó en la cárcel el 16 de febrero de 2000 (dicen que quería hacerlo el 14, el Día de los Enamorados, pero no se pudo) y tuvo tres hijos. El 17 de noviembre de 2003 su caso llegó a la Corte Suprema de Justicia a través de un per saltum. Sin embargo, la Corte lo rechazó y pidió a su par bonaerense que se expida en el menor tiempo posible. La Suprema Corte decidió enviar todo al Tribunal. Tiempo después, Arrastía comenzó con salidas transitorias durante los fines de semana para visitar a su familia en Florencio Varela. Después, las obtuvo para salir a trabajar. Vendía boletos en una empresa de transporte.

Al día de hoy, nada se sabe del presunto asesino serial. El único que habría tenido Mar del Plata, ya que el “Loco de la Ruta” era una leyenda urbana que encubría a una banda de policías. Pero ésa es otra historia. (DIB) MM

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