Los pingüinos llegan, como cada año en esta época, a las costas de Chubut en muy buenas condiciones y van poblando las colonias, esta vez sin la visita de los turistas ya que las áreas protegidas de la provincia continúan cerradas por las restricciones impuestas por la pandemia.
Caminar entre pingüinos es una de las excursiones más elegidas por los amantes de la naturaleza. La población más grande del mundo se encuentra cerca de la ciudad distribuida en varias colonias. Desde Puerto Madryn se pueden realizar varias excursiones para observar a esta especie de ave marina.
La temporada se extiende desde septiembre hasta abril y se los puede observar en Punta Tombo, Punta Ninfas y Península Valdés. Las Áreas Protegidas continúan cerradas pero con las medidas sanitarias listas para poder volver a recibir a los turistas cuando se habiliten los viajes.
La colonia más antigua está en Punta Tombo, ubicada a 189 km al sur de Puerto Madryn y es una de las mayores reservas continentales de pingüinos de Magallanes. La reserva consta de un sendero de aproximadamente 3 km (ida y vuelta), un Centro de Interpretación en donde se podrá entender mejor la vida del Pingüino de Magallanes y descubrir qué otra fauna lo acompaña.
Dentro de la Península Valdés, Reserva Natural Patrimonio de la Humanidad, se observan centenares de miles de ejemplares en las pingüineras. Se los puede encontrar en el mirador de Punta Cantor en Caleta Valdés, o ingresar a la colonia de Punta Norte a través de la “Estancia San Lorenzo”. O en la colonia más nueva, ubicada en Punta Ninfas que tiene acceso a través de la estancia “El Pedral”.
La primavera regala el espectáculo de la llegada de estas simpáticas aves acuáticas que si bien perdieron su capacidad de volar no pierden su capacidad de maravillar a los turistas; los Pingüinos de Magallanes son inmensamente eficientes en el mar pero deben salir del agua para poner los huevos y criar a sus pichones en la primera etapa de sus vidas.
Los primeros días de septiembre comienzan a llegar los ejemplares más adelantados, pero el arribo de todo el grupo es inminente y constante durante el mes. Los machos eligen el nido que dejaron el año anterior y comienzan a acicalarlo para recibir a las hembras que mayormente también eligen el mismo sitio para poner sus huevos. La ceremonia de encuentro y cortejo es algo hermoso de apreciar. Septiembre y octubre transcurre entre cortejos y copulas y los primeros pichones nacen en noviembre.
Durante todo el verano los adultos invierten tiempo y energías en alimentar a sus pichones, que para mediados de marzo ya estarán listos para ingresar al mar por primera vez y buscarse su propio alimento.
Hasta mediados de abril se pueden ver en sus colonias, luego migran hacia el norte buscando comida. Pero el viaje será corto: ya que en agosto siguiente deberán volver al sitio adonde nacieron e intentarán comenzar con su ciclo reproductivo, asegurando así la permanencia de su especie. (DIB)