Azul, arquitectura, naturaleza y un monasterio medieval

La localidad bonaerense es un destino muy atractivo para descansar entre sus verdes y hacer un repaso por su rica historia.

Ubicada en el centro de la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Azul cuenta con una interesante historia por descubrir plasmada en sus construcciones arquitectónicas y museos, tanto así como paisajes verdes muy variados donde descansar en paz o practicar deportes en la naturaleza.

Azul nació como un fuerte para desplazar a los indios y traer “civilización” a las tierras desérticas de un país recientemente conquistado. Esta población, que nació en 1832 como un fuerte para contener los malones de los indios ranqueles, sufrió en 1855 el ataque de Calfucurá, que aún se recuerda.

Su favorable ubicación era centro comunicacional de actividades económicas y de gobernantes que planeaban avanzar hacia el sur desértico. En 1866 llegó el servicio de coches de caballos, las galeras que venían desde Ranchos. En 1876 llegaría el ferrocarril y con él la prosperidad agrícola.

Una de las obras que cualquier visitante que llega hasta allí “se apura” en ver, es la monumental imagen del Ángel Exterminador de 22 metros de altura, obra del arquitecto Francisco Salamone, y puerta de ingreso al cementerio local. Pero Salamone, quien desarrolló su obra en varias ciudades de la provincia en los años 30 de la mano del entonces gobernador, Manuel Fresco, dejó su impronta en la localidad de 60 mil habitantes no sólo en el cementerio, sino también en la plaza San Martín, epicentro de la ciudad.

Rodeada de los edificios más emblemáticos de la ciudad, la plaza presenta características destacadas, como el baldosado cuyo diseño responde a un criterio de doble simetría axial que combina líneas rectas y curvas en su trazado en tres colores. La plaza diseñada en 1936 e inaugurada tres años después cuenta con un total de 48 bancos en tres modelos conformados por piezas premoldeadas al igual que los dos modelos de las 34 farolas existentes.

La plaza de la localidad de Azul.

En tanto, los espacios verdes están tratados con diversidad de recursos: copones, canteros con flores, caminos irregulares de granza con diseño orgánico y variedad de coníferas. El sitio por excelencia en este sentido es el Parque Sarmiento, tradicional paseo de los vecinos de la ciudad y atractivo turístico por excelencia, con 22 hectáreas de superficie y el diseño del paisajista Carlos Thays.

La “Ciudad cervantina de la Argentina” -designada así por Unesco en 2007- exhibe el Monumento al Quijote, realizado por Carlos Regazzoni con materiales reciclados, frente al busto que recuerda al cacique Catriel, en el cruce de la avenida Mitre con la costanera del arroyo Azul. El paseo se extiende a los edificios de estilo neoclásico del Palacio Municipal -inaugurado en 1886 en el sitio donde se levantaba el fuerte San Serapio- y el teatro Español, de 1897, por donde pasaron actuaron Gardel, Sandrini y Libertad Lamarque.

Ubicado a los márgenes del arroyo Azul, el Parque Sarmiento también tiene la huella del arquitecto Salamone, autor del pórtico principal al área. Además de contar con 250 especies arbóreas exóticas y arbustos ornamentales, el parque cuenta con un distinguido contenido escultórico de mármol de Carrara, el Patio Andaluz, la Isla de los Poetas, senderos interiores y otros atractivos admirados por los turistas.

A unos 42 kilómetros del centro de la ciudad se encuentra una de los mayores atractivos de Azul: La Abadía Nuestra Señora de los Ángeles, un monasterio trapense de estilo medieval, sin ornamentaciones, con arcos de medio punto y ventanas circulares por donde la luz natural ilumina el templo principal, y que fue el primero en América Latina. Fue en 1958 cuando llegó a Azul la primera orden, proveniente de Francia, que en 1962 construyó su monasterio en tierras donadas por la familia Acosta.

El conjunto edilicio está compuesto por una serie de volúmenes adosados que forman un patio central con galerías, realizado íntegramente en ladrillos. En el monasterio de Azul los monjes trapenses oran, trabajan y brindan hospedaje a aquellos interesados en la realización de retiros espirituales. Asimismo, elaboran miel, mermeladas, productos aromáticos y de herboristería, objetos artísticos, se dedican a la ganadería y a la producción láctea.

En las sierras que rodean al edificio medieval se pueden visitar el Cerro La Armonía y La Crespa, un parador donde descansar y apreciar el paisaje, un viejo dique, una moledora de piedra granítica, y la Estancia Los Ángeles. (DIB)

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