Entre 9 mil y 12 mil personas conviven con esclerosis múltiple en la Argentina

El diagnóstico de esclerosis múltiple (EM) marca un punto de inflexión en la vida de una persona y muchas veces representa un verdadero quiebre en sus conexiones, con ellos mismos y con su entorno, tanto social como laboral, lo que genera que muchas veces se sientan solos y relegados.

“Quienes reciben el diagnóstico de esclerosis múltiple suelen ser personas jóvenes, mayoritariamente mujeres, muchas de ellas insertadas recientemente en la vida laboral y muchas veces iniciando un proyecto de familia”, explicó Johana Bauer, psicóloga, Coordinadora General de EMA (Esclerosis Múltiple Argentina).

“La enfermedad y el sistema contribuyen a que se sientan solas y socialmente aisladas”, amplió la especialista, por eso el objetivo de las campañas que se iniciaron desde EMA buscan promover mejores conexiones en todo sentido, “conexiones que contribuirán a logar reinsertarlas con la comunidad y que disfruten de una mejor calidad de vida”, destacó.

La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica, autoinmune del sistema nervioso central. Representa la afección neurológica potencialmente discapacitante no traumática más común en adultos jóvenes.

En el mundo, se calcula que la padecen 2,3 millones de personas, mientras que en la Argentina afecta a entre 9 mil y 12 mil. Generalmente se presenta en períodos de brotes y remisiones, con síntomas como visión borrosa, visión doble, entumecimiento u hormigueo en brazos o piernas y trastornos motrices o de coordinación, entre otros. Estos síntomas muchas veces revierten con el tiempo, pero en ocasiones no.

Fisiológicamente la esclerosis múltiple se origina por una falta de conexión de las mielinas, que son proteínas presentes en las estructuras nerviosas de las células. Puntualmente, se desencadena una reacción autoinmune, en la que los glóbulos blancos no reconocen a la mielina como propia y la atacan y destruyen.

La falta de conexión de las mielinas hace que la información se transmita a una velocidad menor a la habitual o por una vía paralela, lo que desencadena una serie de síntomas neurológicos, como por ejemplo disminución de la agudeza visual, trastornos de equilibrio, pérdida de fuerza en piernas o brazos y trastornos en los esfínteres. (DIB/Vida y Salud Hoy)

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