La Plata, mar 31 (Por José Giménez, de Agencia DIB).-
Depresión, ansiedad, falta de expectativas a futuro, sentimiento de
infelicidad… Estas son las “facturas” que pasa el cuerpo en épocas de crisis,
y que se hacen más fuertes en los sectores más postergados.
A esta conclusión llegó un reciente estudio del Observatorio
de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que midió lo que
denominó el “malestar subjetivo” de los argentinos en el período 2010-2018, y
demostró que, en épocas de crisis, todas las variables analizadas se disparan
en los sectores de menores recursos.
El informe fue publicado en un contexto particular: el
jueves el Indec anunció que la pobreza alcanza al 32% de la población, mientras
que una medición propia de la UCA, que aborda otros aspectos además de los
ingresos, la ubicó en el 31,3%. El desempleo, en tanto, cerró 2018 en el 9,1%,
según Indec, y la economía registró una caída del 2,5%.
En este contexto, el trabajo de la UCA hace hincapié en el
“malestar subjetivo” que traen aparejadas estas situaciones, entendiendo esto
como “una serie de rasgos referidos a estados anímicos (?) que considera un
conjunto de síntomas vinculados a la depresión y la ansiedad, tales como
inquietud, agitación, desesperanza, tristeza, cansancio y nerviosismo”.
El estudio, realizado sobre una muestra representativa
tomada en los principales conglomerados urbanos del país, analizó tres
fenómenos por separado: el malestar psicológico, el sentimiento de infelicidad
y la falta de proyectos a futuro.
En ese sentido, concluyó que en 2018 una de cada cinco
personas tiene problemas psicológicos asociados a la ansiedad y la depresión,
un número que se asocia también a sentimientos de infelicidad (13,6%) y de
falta de perspectivas de proyectos (15%).
Si se mira el promedio general, los números no difieren
demasiado de los obtenidos en 2017. Sin embargo, si se pone bajo la lupa
únicamente a los sectores sociales más postergados, la relación cambia
dramáticamente: se pueden percibir grandes saltos entre 2017 y 2018, con
números que prácticamente duplican el promedio general y triplican el de los
sectores medios y profesionales.
La doctora en psicología Solange Rodríguez Espínola, autora
del trabajo, indicó a DIB que “las diferencias se marcan mucho cuando se
equipara por sectores sociales: los síntomas ansioso depresivos se triplican en
situaciones de pobreza y marginalidad”.
“La precariedad social se asocia con mayores carencias y déficit
en los estados emocionales y afectivos y repercute a su vez en la proyección a
futuro”, señaló la especialista.
Malas perspectivas
En efecto, el índice de “malestar psicológico” que mide el
incremento de sintomatología ansioso-depresiva, aumentó del 28,6 al 33,3% entre
los trabajadores marginales, una cifra tres veces mayor a la registrada en el
sector medio profesional (10,5%).
Medido por nivel de ingresos ocurre lo mismo: la
sintomatología está presente en el 33,1% de los pobres, la mitad de lo que se
manifiesta en quienes se encuentran por encima de esa línea. También se
detectan contrastes marcados entre el Conurbano (24,4%), Capital Federal
(15,5%) e interior (17,4%).
El trabajo concluye que “los niveles de malestar psicológico
son tres veces más altos entre los que pertenecen a un estrato
socio-ocupacional trabajador marginal que los que pertenecen al sector medio
profesional”.
Algo similar ocurre si se mide el sentimiento de
infelicidad: ese índice alcanza al 24% de los trabajadores marginales contra
apenas el 5,6% del sector medio profesional. Si se toma como punto de
comparación la línea de pobreza, la relación es 22 a 11%.
El informe destaca en ese sentido que “sentirse poco o nada
feliz aumenta a medida que desciende el estrato socio-ocupacional, el nivel
socio-económico y la condición residencial de la población”. De este modo, “autopercibirse
infeliz es cuatro veces más frecuente a mayor marginalidad sociolaboral del
entrevistado”.
Pero el contraste es aún más grande cuando la encuesta aborda
el “déficit de proyectos”: el 26% de los trabajadores marginales asegura no
tener buenas perspectivas de futuro, una cifra cinco veces más alta que los
profesionales, donde apenas llega al 5,1%. En este ítem, además, el informe
advierte que si bien en el promedio general solo el 14% admitió no tener
proyectos, ese número experimentó “una tendencia creciente significativa en los
dos últimos años de la serie”, llegando a ser el más alto desde 2010, año
también complejo en materia económica.
Combo complicado
Al analizar la situación general, el estudio concluye que “en
gran medida, la infelicidad y los problemas psicológicos están asociados con la
falta de perspectivas futuras, que en el último año se incrementaron
fuertemente en los niveles socioeconómicos muy bajos”.
Además, se remarca que “las principales desigualdades se
manifiestan en todos los indicadores al ser analizarlos por sectores sociales siendo
los más vulnerables los que ostentan significativamente mayores carencias en
bienestar subjetivo: las personas pertenecientes al estrato bajo marginal, los
pobres por ingresos, la población que habita en villas y asentamientos
precarios, los que se encuentran en una condición socio-ocupacional marginal y
las personas sin secundario completo”. (DIB) JG