La Plata, nov 18 (Por Andrés Lavaselli, de la redacción de DIB).- Que
lo que estaba en juego el 22 de octubre era mucho más que el nombre del tercer
senador siempre fue una obviedad. Lo que no eran tan evidente es que, en menos
de un mes, el resultado electoral produciría dos hechos políticos con potencial
para delinear el escenario de los
próximos dos años: la firma del acuerdo por el Fondo del Conurbano y el primer rechazo
importante de la estructura territorial peronista a Cristina Kirchner.
???Fue el día más importante de nuestra gestión???. La expresión de
Hernán Lacunza el jueves, cuando los gobernadores le firmaron a Mauricio Macri
el pacto fiscal, es demostrativa de qué significa para un ministro de Economía
bonaerense asegurarse, por ley, 105 mil millones de pesos suplementarios para
los próximos dos años. Es menos deuda. O
más obras. O las dos cosas juntas.
Para su jefa directa, sin embargo, es otro el significado. Vidal
ganó autonomía política, algo que siempre es necesario y que tal vez sea vital
cuando llegue el momento, por ahora lejano, de planificar la pelea por la
sucesión presidencial en una eventual interna contra el jefe de un distrito
rico o contra un delfín con manejo de caja nacional. Por lo pronto, la
Gobernadora solidificó la idea de que no es descabellado ir por su objetivo
inmediato más ambicioso: el Conurbano.
Dos días antes de transformarse en la gran ganadora del
jueves, la gobernadora consiguió que se
apruebe, en noviembre, el presupuesto, la ley de impuestos y el pacto fiscal
municipal. Lo hicieron posible legisladores que responden a intendentes que
hasta hace un mes eran irreductibles soldados de Cristina, junto a massistas y
randazzistas. Un formato legislativo a la medida de Cambiemos: que funcionó sin
el kirchnerismo duro, reducido al rol
testimonial. ¿Un anticipo de lo que vendrá?
Otras veces Vidal había logrado avanzar de la mano de la oposición
no K. Pero lo que ocurrió ahora en la Legislatura, se da en un contexto nuevo.
Tras una derrota electoral que corroe lealtades y desdibuja liderazgos. La
pelea por el PJ, que estalló el mismo jueves, lo demuestra: CFK vetó a Gustavo
Menéndez como candidato a presidir el partido porque se sacó una foto con
Miguel Pichetto. Pero el 90% de los jefes territoriales terminó por encolumnarse
tras él.
El éxito de Menéndez ???que para presidir el PJ renunció por
anticipado a pelear por la Gobernación- tuvo un aliado estratégico: Martín
Insaurralde, que venía de sacarse una foto con Vidal que desató rumores. El
lomense podría incluso desplazar a Massa como aliado principal. Intenta por eso
poner el vice de Diputados, Federico
Otermin. Entre los dos ???Menéndez e Insaurralde- abrirán el partido a los
excluidos de la era K y a la CGT. Es el paso cambio de la resistencia a la
oposición.
Del otro lado, Fernando Espinoza quedó casi solo: ni las amenazas
de Máximo Kirchner a los intendentes le aportaron otro apoyo de peso que no sea
el de Verónica Magario, una aliada redundante. Sopló allí un aire de venganza:
la tríada CFK, La Matanza y La Cámpora fueron la última versión del poder que
muchas veces desoyó al resto. La posibilidad de encumbrar a un odiado K como
Julio Pereyra a la presidencia del bloque de Diputados lo confirma.
Montada sobre sus votos y la idea de que el programa económico de
Cambiemos le dará otra chance, Cristina se
acordó tarde de que el partido le importaba. Y cuando lo hizo, se encontró con
la primera señal de que su tránsito pos electoral puede ser más duro de lo que
previó. (DIB)