ó un estudio sobre la “pobreza multidimensional” que incluía
otros aspectos como la nutrición o el acceso a la salud. Los resultados de
aquel año mostraron que el 30 por ciento de los chicos eran pobres.
Los
datos coinciden con los que hace dos semanas presentó el Centro de
Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales (CIPPES) que
reportó un 46 por ciento de pobreza infantil.
“Lo
primero que podríamos decir es que la infancia es mucho más vulnerable a la
pobreza”, aseguró durante una entrevista con Télam Jorge Paz, del
Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (IELDE) de la
Universidad Nacional de Salta que participó en el estudio. Es que mientras que
la pobreza afecta al 29,7 de la población, salta 18 puntos cuando se mide cómo
afecta a los chicos.
Pero
lo que este informe logró mostrar es quienes son los más vulnerables dentro de
la pobreza infantil. Así, en el grupo de adolescentes que tienen entre 13 y 17
años, el índice de chicos pobres sube hasta 51 por ciento, mientras que en los
hogares en que los padres están desocupados se dispara hasta el 84,8 por
ciento.
La
pobreza infantil aumenta cuando es la mamá quien aporta el ingreso (55,3 por
ciento) y más del doble (72,5 por ciento) si los padres recibieron menos de
seis años de educación.
Como
contraste, cuando el jefe de hogar tiene un trabajo formal o tiene más de doce
años de educación, la pobreza es cuatro veces menor.
“Estos
números nos están mostrando discrepancias muy grandes que hay que seguir
indagando para saber de qué manera se pueden mejorar las políticas públicas,
pero surge claramente que los hogares jóvenes, con dificultades para la
inserción laboral y un nivel educativo bajo son los más vulnerables”,
aseguró Sebastián Waisgrais, especialista en Monitoreo y Evaluación de Unicef
Argentina a cargo del trabajo.
El
estudio fue realizado en base a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares
del INDEC del cuarto trimestre de 2016.
De
allí surge también que las ayudas que las familias reciben del Estado (en
general la Asignación Universal por Hijo, AUH) reduce 30,8 por ciento la
pobreza extrema pero en menor medida la pobreza general que sólo desciende 5,6
por ciento.
“El
gran desafío de la política pública es cómo llegar a ese millón y medio de
personas que no cobran la asignación porque no tienen documentos, porque son
migrantes o porque sus hijos están fuera del sistema educativo y que suelen ser
los adolescentes. En la pobreza extrema cualquier cambio en los ingresos va a
promover que muchos chicos salgan o entren de la pobreza porque hay mucha
concentración alrededor de esa línea que divide entre pobreza general y
extrema”, señaló Waisgrais. (DIB)